Segunda parte de la novela "EL PRECIO DE UNA TRAICIÓN" Es necesario haber leído la primera parte para poder entender esta.
Un nuevo lugar, nuevas personas y una nueva vida. A veces empezar desde cero es lo mejor. ¿O no?
Tras encontrar a Jake, su nov...
—¡Basta ya Jake! —me grita mi hermana Alexia y me separa con fuerza de la pared.
Comienzo a llorar en sus hombros y ella corresponde mi abrazo de una manera reconfortante.
—La encontraremos... ya verás. —susurra por lo bajo y me anima a cambiarme de ropa.
Miro el agujero en la pared y me dirijo a lavar la sangre de mis manos. ¡DIABLOS! ¿Qué se supone que debería de hacer ahora? ¿Irme? ¿Escapar? ¿Tirarme de un jodido puente?
—¿Qué le ha pasado a la pared? —se cuestiona mi madre cuando entra a mi habitación.
—No es nada mamá. —dice Alexia saliendo conmigo hacia el instituto.
Le dedico una mirada a mamá antes de salir y ella me sonríe como siempre. Claro que es una sonrisa de esas que te aseguran que las cosas saldrán bien, pero la cruda realidad es que no, nada ha salido bien en estos dos meses y dudo mucho que mejoren el día de mañana.
A veces creo que he abandonado la esperanza.
Y es que después de perderla a ella, puedo decir que he perdido todo.
Al llegar, como de costumbre, las personas me miran y comienzan a hacer comentarios por lo bajo con las demás personas. Muchas cosas aquí han cambiado, empezando desde mí.
Dejé el equipo de fútbol por la única razón de que no tengo a quien dedicarle mis goles. Incluso he dejado las noches de sueño por el simple hecho de que no tengo a quien dedicar mis suspiros antes de dormir.
—Buen día Jake. —me saludan algunas porristas de manera coqueta, pues desde que los chismes han corrido en el instituto las chicas parecen aprovechar la situación y buscar una oportunidad conmigo.
Mentiría si dijera que he desatado toda mi furia tirándome a algunas de ellas, porque no lo he hecho. Mi rutina es sencilla: Levantarme, ir al instituto, llegar a casa, salir a buscarla, intentar dormir en la madrugada y repetir lo mismo al día siguiente.
—¿Qué le pasó a tus nudillos? —me pregunta Matthew quien se ha vuelto un gran amigo en este tiempo.
Mi primo Luke se nos une y se da cuenta de la sangre en mi mano.
