Segunda parte de la novela "EL PRECIO DE UNA TRAICIÓN" Es necesario haber leído la primera parte para poder entender esta.
Un nuevo lugar, nuevas personas y una nueva vida. A veces empezar desde cero es lo mejor. ¿O no?
Tras encontrar a Jake, su nov...
—¡Me han dado el trabajo! —digo alegre y recibiendo un abrazo de felicitación de su parte.
—Dime que no has tenido que prostituirte o algo así. —dice Agustin dramático sirviendo el desayuno.
—No se me haría extraño eso. —comenta Amanda graciosa dando un sorbo a su jugo de naranja.
Desde aquella noche que les conté mi historia con Clarissa y bebimos un par de tragos, nos hicimos buenos amigos y con un poco más de charla me invitaron a quedarme aquí.
Al hotel lo mandé a que lo dieran por un tubo. Al siguiente día agarré mis cosas y me largué de allí. ¿A quién mierda se le ocurrió la idea de dejar entrar a los huéspedes hasta antes de las doce? ¡Que tal si alguien quería hospedarse a la una de la mañana? Además, se supone que estás pagando y tu sabrás a que jodida hora llegas.
En fin, con el dinero que invertía en aquel ridículo hotel, ayudo a pagar las cuentas de luz, agua, cable, internet, comida y esas cosas en el departamento de Agustin y Amanda, sin embargo, no han dejado que les de dinero por quedarme aquí.
—No he tenido que hacer nada de lo que ustedes creen. —mastico mi tostada— Sólo he tenido que sonreír un par de veces y listo.
Amanda rueda los ojos y parece recordar algo cuandose levanta apurada de su silla.
—¡Me hago tarde! —grita como loca buscando sus pertenencias por todo el departamento.
—¿Le decimos? —le pregunto a su hermano por lo bajo y con una sonrisa de malicia él niega con la cabeza.
Continuamos el desayuno tranquilamente hasta que Agustin bota de golpe su cubierto en el plato.
—¿Estás bien? —le pregunto pero su semblante es de asombro y confusión a la vez.
—Jake... creo que he sido un imbécil. —dice pálido mientras continúa mirándome.
—¿A que te refieres?
—La tarde en que te conocí... donde nos chocamos por error y eso. —explica y yo asiento— Luego de que nos despidiéramos, una chica rubia se acercó hacia mí.
Paro de comer de golpe y mastico lo último que tenia en mi boca. Mi corazón se acelera, no sé si es miedo o emoción, pero al cabo de unos segundos analizando la situación vuelvo a la normalidad.
Llevo una semana, desde que los conocí, intentando buscarla, pero no hay rastro alguno de ella. Lo más seguro es que sea otra chica.
—Pudo haber sido alguien más. ¿Sabes cuántas rubias deben de haber aquí? —digo tranquilo entrando en razón.
