No mientas.

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Tercera etapa: Forjando el futuro, la elección de aquello que quiero, puedo y merezco ser.

No podía creerlo, estaba que se revolcaba en felicidad, ¡Su plan iba de maravilla!: Diane, Elizabeth y todas las demás chicas habían accedido al paseo y salido a  recorrer la ciudad en busca de accesorios o demás objetos que pudieran resultar de un gran atractivo para todas  las féminas. Elaine le había dicho que las chicas y ella concretaron que mirarían la ciudad nocturna también, por lo tanto ninguna de ellas regresaría hasta mañana. Él, por su parte, se había puesto en marcha y había interceptado a sus compañeros y coronel del escuadrón, y apenas mencionó que él pagaría los tragos de todos, ellos decidieron asistir instantáneamente, ante su sorpresa King no mostró ninguna negativa a la invitación, de hecho fue uno de los primeros en aceptarla, por ahora debía preparar todo.

Por eso mismo se encontraba  esos instantes en la recepción del hotel, con un gesto cansado, donde todos estaban hospedados, preguntando por una habitación libre en la planta alta que tuviera una linda vista y una cama matrimonial o King size, se encontraba irremediablemente emocionado, sin embargo, un estresante sentimiento que no sabía identificar estaba comenzando a hacerle doler la cabeza y los ojos. 

Tan pronto como vio pagada la habitación donde dormiría esa noche,  le dieron el pase electrónico para acceder a la misma  y subió a checarla, para ver dónde y cómo acomodaría todo lo que tenía preparado, la miró a profundidad; era simple, pero completamente hermosa, la habitación lucía completamente iluminada  a causa de su predominante color blanco en las paredes y manteles, además de notar  los pequeños toques de colores pastel como el azul y verde, se sintió repentinamente aturdido y cansado, caminó con torpeza a la amplia cama y se echó sobre ella con rapidez, sintió la suave colcha y percibió un sutil olor a vainilla, se revolvió levemente y se dio la vuelta para mirar el techó con sumo interés, pasó saliva con dificultad, su vista se nubló por completo, y en su mente, vio sus más preciadas memorias proyectadas, en cada una de ellas se encontraba con el menor, todos sus momentos dulces y atrevidos, todos y cada uno de ellos pasaban con encanto en su memoria mientras sentía como la amargura le iba consumiendo poco a poco la garganta, cada vez le era más difícil respirar. Aturdido y cansado pasó sus grandes manos por su rostro sólo para descubrir  suaves lagrimas caían de sus ojos, se sintió perdido y comenzó a temblar y sollozar como si fuese un niño pequeño.

Una silueta difusa y una voz cargada de cariño resonó en su mente: "Podrás mentirme todo lo que quieras, pequeño, pero tu cuerpo, tus ojos y tu alma, no me mentirán jamás".

Con rudeza pasó sus manos en su rostro, borrando rastro de su dolor, se mentalizó brevemente y se dispuso a seguir arreglando todo eso, debía terminar de preparar todo. Suaves petalos de un rosa pálido fueron regados por la lujosa alfombra de la habitación de manera desordenada impregnando su fresco aroma, mientras con dulces esencias perfumó el alrededor con un sutil y apenas perceptible olor a avellanas y chocolate suavizando el ambiente del lugar, el sonido de un desbocado corazón comenzó a resonar en las paredes de la habitación, se sintió ansioso, no debía pensar demasiado en nada esos momentos, no era buena idea. Ban corrió pavoroso de sí mismo en dirección al baño, donde una suave melodía sonó en su memoria, colocó pequeñas velas en ciertos puntos y las prendió unos cuantos minutos, el olor a lavanda llegó a su nariz y se sintió realmente relajado, sopló a cada una de las velas y caminó hasta la cama, volviendo a recostarse suspiró.

"Creo que te amo"  miró la caja color  anaranjado pastel sobre la cama, la agarró entre sus manos y miró la suave seda azul turqueza que componía esa pequeña bata.

El estridente sonido de la alarma que puso para comenzar a arreglarse antes de la reunión, sonó. Se paró como pudo y se dirijió a su habitación, rozó el picaporte de la puerta y miró decidido hacia el frente.


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