Sophie:
No sé en qué estado llegué al departamento que la vergüenza me invadió cuando mamá no dejaba de preguntar el porqué de mis estúpidas lágrimas. Ni siquiera me di cuenta de que estaba empapada en ellas.
Que desastre.
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Mis pies estaban fríos, yo me encontraba en posición india encima de mi cama intentando calentarlos debajo de mis delgadas piernas.
Escuchaba voces lejanas pero palpitantes, me incomodaba. Era como si estuvieran gritando con desesperación, pero en susurros.
Tres suaves y definidos golpes atravesaron la puerta del cuarto hasta mis oídos. Joder, como odiaba a veces tener esa capacidad de escuchar todo tan fuerte o cerca.
‘’el’’ sin ser invitado, entró.
Escondí mis manos por dentro de mis piernas, hacía mucho frio.
La cama se hundió delante de mí y su aroma inundo mis fosas nasales, mareándome un poco. Dándome esas ganas infinitas de abrazarlo y decirle que no dolía tanto como esperaba.
- Estoy tan jodido –Su voz ronca se agudizó al punto de dejar escapar un débil sollozo, me estrujó el corazón- No sé qué haré para no perderte.
¿Qué acaso no lo estaba perdiendo yo?
Lo miré por unos segundos. Segundos que bastaron para que mi mente guardara miles de imágenes de su rostro empapado de lágrimas y sus ojos levemente hinchados de tanto llorar. Alejé mi vista de él, era una tortura.
- No quiero que te alejes –continuo:- no quiero que pierdas la confianza que tienes en mi por la mierda que hay en mi vida. –Sollozó mas fuerte- Por favor.
Una sonrisa se quería escapar de mis labios, mis manos estaban comenzando a temblar. Quería tocarlo.
Dos minutos de silencio bastaron para que yo pensara en todo lo que le diría, dos minutos para saber que las cosas cambiaron y ahora no soy la misma, el se daría cuenta.
- Niall –comencé. El inmediatamente se tensó. Demonios, si que conocía a este chico- tu me enseñaste a amar, a entender, a sentir. Y te lo agradezco –Mi voz salía débil y suave, a veces se cortaba. Era la costumbre de no hablar- Y comprendo el hecho de que no soy como las demás, que no llevo tacones altos, que no me maquillo tanto y que no soy famosa. –Respiré profundo, empezó a doler un poco- que no soy Barbara Palvin… Y tienes razón, elegiste bien porque yo no estoy a la altura de Niall Horan. No puedo seguir su ritmo. –Sin querer lágrimas resbalaron por mis mejillas- Y si bien estoy aquí por ti, también lo estoy por mí. Así que no necesitas encadenarte a una jodida enferma, no sería bueno para Niall Horan.
Por primera vez, desde que le hable, lo miré. Sus ojos estaban fijos en mi y su boca estaba un poco abierta demostrando la impresión de verme hablar tan firme y decidida. Me sentí orgullosa.
- Contigo no soy Niall Horan –Habló luego- por eso estoy enamorado de ti.
Se me escapó una risa irónica. Enamorado, maldito mentiroso.
Era asombroso como Niall me enseñaba a sentir tanto en tan poco tiempo, de un momento a otro podía amarlo y luego odiarlo. De un momento a otro podía sentir que lo tenía todo con él, que era feliz y normal y luego… todo se iba a la mierda.
- No puedo compararme con ella –Fruncí el ceño- no me llenes de mentiras.
El cerró la boca cuando iba a comenzar a protestar. Sus facciones estaban rígidas y su mirada se volvió dura.
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«Autism» - n.h •SERIA EDICIÓN•
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