— ¿Nunca encendías la chimenea? — preguntó una cierta niña pelinegra apartando su mirada del fuego después de unos segundas.
— No, hasta hace unos meses — respondió Snape recordando que había encendido la chimenea después que llegaron las primeras cartas.
La niña recostó su cabeza en el pecho de su padre y suspiró tranquila. Era Nochebuena y ambos se encontraban en la pequeña sala del profesor de Pociones después de degustar de una deliciosa cena, definitivamente los elfos se habían lucido.
— ¿El profesor Flitwick sabe que no estás en tu habitación? — pregunto el hombre monitos después, durante esos días había querido hacerle esa pregunta a su hija, porque prácticamente estaban juntos todo el tiempo.
— Paso a verlo antes de venir, no ha pasado por la Sala Común en estos días. Esperó que no pase por ahí mañana.
— ¿Por qué lo dices, pequeña? — en respuesta Amy abrazó a su padre y le dio un beso en la mejilla; a él le pareció conmovedor la manera en que la niña trataba de convencerlo de algo que él ya había sospechado — pero debes volver a tu habitación antes que amanezca.
— ¿Antes que amanezca? Pero papi, no quiero levantarme a esa hora — objetó la niña inmediatamente.
— De todas formas vas a levantarte temprano para abrir tus regalos, niña — Amy bajó la cabeza aparentando contener sus lágrimas.
— Pero quiero abrirlos contigo, papi — Severus apretó más a su niña, no soportaba verla triste.
— Está bien.
— ¿Lo juras por el dedo meñique? — dijo Amy mostrando a su papá el dedito. Snape quiso reírse, pero se contuvo y sacó su meñique.
— Lo juro por el dedo meñique — prometió entrelazando su dedo con el de la niña.
— Gracias papi.
Severus estaba sorprendido por la manera que había cambiado su vida, hacía algunos meses que él era el tipo más desagradable y cruel del mundo, y ahora tenía una hija a la cual adoraba con toda su alma y a una chica de quien estaba completamente enamorado.
Estaba sentado en su sillón más cómodo y observaba a su pequeña hija quitarse sus pequeñas pantuflas y meterse en la oscura cama, le sorprendía la manera en que esa niña lograba hacer que él aceptara todo, sonrió al pensar de ella como una niña muy terca y tierna. Apartó su libro y se levantó de su sillón, dejó su libro en el pequeño buró y él también se metió en la cama, pues se había puesto su pijama antes de comenzar con su lectura.
Se acercó más a su hija y le besó la frente, adoraba a su pequeña, de eso no había duda; la niña se acomodó en su pecho y segundos después se había quedado completamente dormida. Severus pasó toda la noche contemplando a su hija dormir tranquilamente.
Y se sintió muy satisfecho de su papel de padre.
***
— ¡FELIZ NAVIDAD, PAPI! ¡DESPIERTA, DESPIERTA, DESPIERTA! — Amy intentaba despertar a su padre golpeándolo con una almohada.
— Amy, vuelve a dormir — dijo el adulto atrapando una almohada y lanzándola lejos de la niña para después taparse con las sábanas.
— ¡Es Navidad, papi, debemos abrir los regalos! — gritó eufórica.
— Ve a gritarle a Flitwick ¿quieres? Digo, a desearle Feliz Navidad — bromeó Snape aparentando verse serio y amenazante.
— ¡PAPI, LEVANTATE!
— Amy comete un chocolate y déjame dormir.
— ¡¿A esta hora?! — exclamó emocionada y saltó de la cama para ir por sus chocolates.
ESTÁS LEYENDO
¡¿Quién demonios me envía estas cartas?! #2 CASS
FanfictionPara leer esta historia es necesario leer la primera parte que se titula "Cartas a Severus Snape" que lo podrán encontrar en mi perfil.