Severus caminaba con elegancia y superioridad por los pasillos de Hogwarts, había estado pensando toda la noche y ya había decidido lo que haría, pero por el momento tenía que hablar con Albus para decirle lo que planeaba y así mantenerlo al tanto y en caso de tener algún problema con el Ministerio de Magia el viejo mago le apoyaría.
Ya no podía permitirse dejar pasar más tiempo: descubriría por una maldita vez quién era esa chica y le enviaría cartas.
No podía seguir negándose a un sentimiento que era más fuerte que él, no sabía cómo había comenzado a enamorarse de ella, pero ahora estaba realmente ilusionado, la amaba con intensidad y sólo quería tenerla junto a él, para siempre.
Ella se había convertido en la luz que iluminaba su existencia, cuando ella llegó a su miserable vida todo había sido más soportable y positivo. Al principio le había costado mucho (demasiado) aceptar lo que sentía por ese maravilloso ser y ahora podía sentir y quería gritar que la amaba, que la amaba y que la amaba. Que ella era la más hermosa y dulce de las mujeres y que nunca se permitiría hacerle daño.
El amor, la pasión y la adicción que sentía por ella iba más allá de lo ordinario y humano. El amor que tenía para ambos era puro, fuerte, indestructible, celestial. Deseaba, ansiaba conocerla en persona, hablar con ella, deleitarse con su voz que él imaginaba gloriosa, probar sus labios que tantas había deseado saborear después de leer todas sus cartas, recorrer todo su cuerpo repartiendo promesas de amor convertidos en besos, hacerle el amor hasta que ambos olvidaran sus nombres y leyes, que la pasión se desbordara por los poros de su piel y que olvidaran que los universos donde pertenecían eran demasiados opuestos y para los perjuiciosos, prohibido.
Se había entregado en cuerpo y alma a ella, a pesar que era imposible que ella supiera eso.
Esa era la verdad, la única verdad, miles de deseos, millones de promesas y un amor imposible.
Un amor indestructible separado por una invisible barrera entre el mundo muggle y el mágico.
Una pasión de dos almas incomprendidas y dolidas.
Una adicción por el otro que esos dos amantes se tenían sin conocerse físicamente.
Una ilusión que había nacido de cartas. Un remitente que sólo quería expresar su amor y un destinatario que necesita saberse amado. Eso era todo.
Y al final de día, con una nueva carta guardada en aquella caja, todo eso se convertía en una suave caricia del viento y la resurrección de la noche, negra y bella; dejando descansar a dos almas que se aman con intensidad.
Él había perdido mucho tiempo pero estaba dispuesto a buscarla, por todo México si era posible, sí, la buscaría hasta su último respiro. Había llegado ya a la gárgola que conducía hacia el despacho de Dumbledore, dijo la contraseña y una vez que estuvo frente a la puerta del recinto ésta se abrió de par en par. Ingresó al despacho con sigilo y vio al viejo director contemplando el atardecer.
— Albus — dijo con voz pausada.
— Se me había olvidado lo bello que era este paisaje, Severus, debería importarme menos las cosas, ¿no crees?— su acompañante lo miró sin comprender, ¡a su mentor siempre le importaba todo hasta lo que no tenía importancia!
— Seguro, ¿pero por qué lo preguntas?
— Tengo miedo respecto a la seguridad de Harry, ¡aún no sé cómo Sirius pudo al castillo! Siento que estoy perdiendo las fuerzas, hijo— terminó cayendo derrotado en su silla sorprendiendo a Severus.
— ¿Perdiendo las fuerzas tú, Albus Dumbledore? ¿El hombre que me indujo a ser un espía? ¿El que se enfrentó a dos magos tenebrosos? ¿La única persona a Quien-tú-sabes teme? — cuestionó Severus incrédulo— déjame decirte que por primera vez te equivocas, Albus, no puedes sentirte derrotado sólo porque no conoces los movimientos del bastardo de Black.
ESTÁS LEYENDO
¡¿Quién demonios me envía estas cartas?! #2 CASS
FanfictionPara leer esta historia es necesario leer la primera parte que se titula "Cartas a Severus Snape" que lo podrán encontrar en mi perfil.