Capítulo 23

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Finales de diciembre, y seguía nevando.

Severus tomó otro sorbo de café y miró con interés la nieve acumulada en los jardines del castillo, caminaba con una taza de esa relajante bebida, nunca había hecho algo así, de hecho últimamente hacía cosas que antes no había hecho, lo cual le sorprendía demasiado, pero tenía cuidado de mostrarse tolerante y comprensivo con esos mocosos, aunque habían pocos en el castillo en ese momento, claro.

No entendía el porqué se preocupaba, es decir, en algún momento había sentido que se estaba ablandando, pero se insistía a sí mismo seguir siendo el mismo hombre sarcástico y un malnacido con sus alumnos, hacía una especial excepción con Amy, claro, ella era su pequeña hija y no podía, ni debía y ni quería lastimarla con sus palabras frías muy comunes en él.

Dobló un pasillo, y sonrió de lado al recordar que estaba en el mismo pasillo donde había conocido, o mejor dicho, hablado por primera vez con Amy, aunque ya habían pasado meses, no recordaba haberla visto el primer día de clases, mucho menos en la selección, pero igual ¿cómo iba a poner especial interés en alguna niña de nuevo ingreso? Por lo que la pequeña Amy había pasado desapercibida para él hasta aquella tarde.

Y ahora que lo recordaba le parecían graciosas sus primeras palabras con Amy, ¡ella en verdad estaba perdida! Se había reprochado durante mucho tiempo el haberla tratado tan mal, ella sólo era y seguía siendo una tierna niña que necesita de amor y protección,  había sido un desgraciado con ella y se lamentaba mucho por eso, aunque ella le había asegurado que estaba perdonado, él insistía en seguir martirizando.

El tiempo que había pasado con su niña, era lo más hermoso que había tenido últimamente junto con las cartas... Y esa chica.

Su hija le había insistido mucho para que le contara quién le había enviado ese abrigo, le había sido imposible contestarme a la pequeña cuando él “no tenía ni idea de la persona que le había enviado ese regalo” pero sabía que se estaba engañando a sí mismo, ese abrigo negro lo había enviado ella, justo en Navidad. Se preguntó también si ella no había temido en que el regalo cayera en manos de otras personas, o si ella se había equivocado al envolver los obsequios y ese no era para él.

Luego rió un poco en la penumbra y soledad del pasillo Claro que era para , no hay otro Severus Snape en el mundo.

Le había encantado el abrigo, era acogedor, elegante y sofisticado, a Amy también le había gustado, pero se lamentaba internamente que alguien ya le hubiera robado la idea de un regalo que quería para el cumpleaños de su padre, pero se había sentido feliz al verlo feliz e ilusionado, cuando él creía disimilar muy bien su alegría al recibir el regalo de esa persona.

Severus llegó a su despacho con una taza vacía en su mano, el paseo le había resultado relajante y se preguntaba dónde podría estar su hija, normalmente iba a la biblioteca, platicaba con el chico de primer curso o estaba siempre con la sabelotodo Granger, ya que ésta se había distanciado de Potter y Weasley.

— ¿Podría abrir? Me muero de frío.

Escuchó la voz de su hija afuera de su despacho, le sorprendió la manera en que parecía que la hubiera invocado, abrió la puerta y vio a la niña de puntillas esperando un beso, él le regaló una sonrisa y besó afectuoso la frente de su niña.

— Hola papi — saludó la pequeña dirigiéndose a la sala.

— Hasta que se digna a venir, señorita Dempsey — respondió Snape un poco hosco.

¡¿Quién demonios me envía estas cartas?! #2 CASSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora