Capítulo Nueve.

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Garrett Dagger.

No sé qué demonios me enfadó más. El hecho de que ella haya decidido ayudar al idiota de Zeke o que me haya dicho que me besó sólo por un jodido reto.

Si lo hubiera sabido antes...

Nada hubiera cambiado. Incluso yo la hubiese besado primero, claro, si me hubiera percatado antes de ella. Pero no, soy un pésimo observador. ¿Cómo no la vi antes?

Reconozco que fui un imbécil al decirle esas palabras. Pero no pude contenerlas, mi enfado pudo más que yo y ganó. No quise decirlas en serio. Quería decirle que, en efecto, ella no se compara con ninguna de ellas, porque ninguna trataría de compensarme, y menos a alguien como yo. A lo único que ellas siempre quieren llegar es a nada más que a echar un polvo.

Pero ella no.

Me enojó que dijera que el beso fue causado por un reto. Lo dijo sin mostrar emoción alguna... Y yo, como soy un completo imbécil, la herí, con esas malditas palabras que jamás debieron salir de mi boca.

Es que así soy yo: hiriente, como una daga.

Lo peor de todo es que yo provoqué esa discusión. Como siempre, arruinando las cosas. La dejé ahí, sola, en su pequeña cocina. Pude aprovechar para hablar de otras cosas, de ella, no sé.

Pero tenía que cagarla.





En cuanto hago mi aparición en la sala, todos posan sus miradas en mí. Los ignoro y me sitúo en el lugar que anteriormente había tomado.

—¿Por qué tardaste, hermano? —me pregunta Mikel en un susurro que sólo yo puedo escuchar.

—Ayudé a Elissa a vaciar agua de su garrafón pesado a la jarra —miento y me encojo de hombros.

No pienso decirle que he hablado con ella y que discutí por una estupidez.

—Qué lindo —dice, en un tono burlón.

Voy a replicarle algo, cualquier estupidez, pero no lo hago porque la veo aparecer. Trae los dos vasos de agua en sus manos. Su semblante es el mismo; resplandeciente.
Aparece como si nada, como si jamás hubiera discutido con el imbécil de mí.

Con una sonrisa le tiende uno de los vasos a Zeke y el idiota no pierde el tiempo, porque le devuelve la sonrisa. Luego le da el otro a la chica que creo se llama Madison. Me vale una mierda ella en realidad.

Ahora mismo me enfoco en ella, quiero saber qué es lo que siente. Quiero disculparme, quiero decirle algo, pero mi maldito orgullo puede más que yo.

—Elissa, ¿por qué tardaste tanto? —la cuestiona una de las chicas.

—Eh... y–yo... —balbucea—. Y–Yo... —me mira y le devuelvo la mirada en el instante.

Ella obviamente no va a decirles lo que sucedió minutos atrás.

Y yo tampoco.

—Porque la ayudé a vaciar el agua de uno de los garrafones —suelto de golpe, tratando de sonar casual.

—Sí. Ya no había agua en la jarra y, bueno, necesitaba ayuda y aproveché que Garrett estaba ahí —dice y le da una sonrisa nerviosa.

—Qué lindo, Garrett —menciona la chica con una sonrisa pícara.

Elissa rueda los ojos y vuelve a mirarme para cerciorarse de que no la he visto, pero lo he hecho. Entonces me sonríe de lado, la veo articular un «gracias» y desvía su vista de la mía, después, se sienta en una de las sillas, a lado de su amiga Tamara.

Atracción Peligrosa. |PAUSADA|EDITANDO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora