Capítulo Uno.

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Elissa Nualart.

Mi mejor amiga Tamara y yo nos encontramos en la cafetería de la Universidad de Franbell. Ambas estamos en la misma facultad, clases, y en la misma carrera: Letras.

Es mitad de semana y ya quiero que se acabe. Este tercer semestre se me ha hecho un tanto pesado. Leer bastantes libros —y gruesos—, crear ensayos, reportes... ¡por casi un mes! Y sin poder dormir bien. Me gusta leer, amor leer, por algo elegí esta carrera. Pero sí que es agotador.

A mi mejor amiga, Tamara, la conocí en la secundaria. Nos conocimos porque las dos llevábamos un libro, estábamos leyéndolo y nos llamó la atención el libro de la otra. Y ahí, comenzó esta loca y grande amistad.

Luego de un tiempo supimos que ambas queríamos ser escritoras, y ahora aquí estamos, tratando de alcanzar ese sueño. Ambas tenemos diecinueve años. Tamara me lleva por cinco meses; ella es de junio y yo de noviembre y, casualmente, cumplimos el mismo día, el 10.


—No nos vamos a perder esta fiesta, ¿verdad? —Me pregunta enarcando su ceja derecha, perfectamente maquillada.

La miro y esbozo una sonrisa pícara.

Sí, a ambas nos fascina la fiesta, pero por favor, ¿a quién demonios no?

En ellas eres tú mismo, te dejas llevar al ritmo de la música, eres libre... Y a mí, me gusta esa libertad. Me encanta aventurarme en nuevas experiencias, por ejemplo: las peleas clandestinas, los conciertos de bandas de rock de algunos chicos de la Universidad, claramente en lugares clandestinos, y obviamente las carreras, de automóviles.

Me encanta sentir la adrenalina recorrerme, porque con ella me siento viva. Además, soy joven y pienso aprovechar mi juventud y tiempo libre en esas aventuras que, definitivamente, me agradan.

Pero eso no quiere decir que descuide por completo mis estudios. De ninguna manera. No quiero que mis padres no estén orgullosos de mí. Quiero alcanzar todo aquello que ellos no pudieron lograr. Les quiero agradecer por todo su trabajo y dedicación hacia mí, cumpliendo mi meta.


—Pero por supuesto que sí —respondo y me río.

La escucho soltar un chillido cargado de emoción antes de que diga:

—Entonces ya quiero que sea viernes —anuncia y esboza una sonrisa vigorosa.

—¿En dónde será? —Cuestiono, completamente interesada.

—Pues dijeron que cerca de la playa de Poplar Beach, ahí hay una bodega muy grande, a saber qué guardarán ahí. Pero qué más da. Vamos a disfrutar, aunque, tendremos que ir hasta allá desde San José... —comenta y rueda los ojos.

—¿Tienes algún conocido que sepa conducir y tenga auto? —Indago.

Ese es el maldito problema de siempre. El jodido transporte.

—¡Infiernos!, ¡por supuesto que sí! —exclama y me mira enarcando ambas cejas.

—¿Quién? —Cuestiono.

Alex, tu novio —dice y rompe a carcajadas.

Ruedo los ojos ante su estúpido comentario, totalmente fuera de lugar.

A Alex le gusto desde que estamos en preparatoria. Salimos un par de veces, pero la verdad es que me di cuenta de que no estaba para nada interesada en él. Y se lo dije, pero él siempre es tan insistente... Hace lo que sea por mantenerse cerca de mí, y lo odio, me hostiga.

Atracción Peligrosa. |PAUSADA|EDITANDO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora