Capítulo Quince.

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Garrett Dagger.

Después de que me llevara a Elissa de la fiesta y le pidiera permiso a Tamara; la dejé dormida en su cuarto y no me fui de ahí hasta que Tam llegara y se hiciera cargo de ella. Tampoco volví a escribirle un maldito mensaje; no después de preguntar por su estado y que ella me confirmara que estaba bien.

Soy un completo imbécil. Pero así soy yo.

Además, estuve muy ocupado resolviendo asuntos con mi jefe. Y eso incluyó un par de amenazas y golpes de por medio. Un imbécil quiso salirse con la suya y no pretendía pagarle al jefe las deudas que tenía. Así que Fernández me ordenó ponerle un ultimátum. El muy imbécil ya estaba preparado, porque en cuanto llegué, comenzaron los golpes entre él y yo y después llegaron más hombres.

Los vencí y finalmente el idiota cedió y pagó todo. Conseguí mi buena paga por el trabajito, pero también conseguí una buena golpiza. Tuve que ir al hospital y por mi grave estado; declararé contra mis supuestos asaltantes. Les dije que no los vi con claridad puesto que me noquearon y era de noche. Los policías se lo tragaron todo y me dejaron en paz.

Durante dos semanas no pude hacer nada; y por ello no podía comunicarme con ella. Sé que debo disculparme, pero no puedo hacerlo. Ni siquiera tengo la más mínima idea de qué decir o hacer, y menos ahora, que nos hemos quedado solos los dos.

Aclara su garganta y dice—: ¿Qué mierda te ha pasado?

Me toma por completa sorpresa su pregunta, jamás creí que me preguntaría sobre mi estado.

—Me asaltaron —respondo encogiéndome de hombros.

—Yo creo que te has metido en una pelea callejera —apunta con voz acusatoria—. Ya veo por qué desapareciste durante dos semanas.

—Pero aparecí de nuevo —contesto socarronamente.

—Y ni siquiera lo niegas, cínico —dice y frunce levemente su ceño, como si estuviera molesta. ¿Por qué?

—¿Es idea mía o estás molesta? —digo y ella de inmediato cambia su expresión.

—No... —titubea—. ¿Por qué iba a estarlo?

—No lo sé, actúas como si lo estuvieras —me burlo.

Inhala hondo y rueda los ojos.

—Eres un imbécil, ¿lo sabías? Sí, apuesto a que lo sabes —declara y me da un puñetazo en mi hombro derecho.

—¡Auch! —me quejo, fingiendo que me ha causado dolor su golpe.

—Joder, ¿te he lastimado? —pregunta muy preocupada.

Suelto una risa que me es imposible reprimir mientras niego con la cabeza.

—Para nada —vuelvo a burlarme.

—Idiota, creí que... Olvídalo —dice y vuelvo a reírme.

De pronto comienza a sonar su celular y ella de inmediato se levanta para responderlo.

—Hola —saluda animadamente a la otra persona y me mira, tapa la bocina del celular y me dice en voz baja—: Ahora vuelvo.

Y la veo desaparecer por la cocina.

Me entran ganas de saber quién demonios es esa persona y no pienso perderme un poco de la conversación. Así que me levanto y camino hacia la cocina, sin hacer ruido alguno. Me pego a uno de los lados de la pared falsa y escucho atentamente.

—... Sí, ya te he dicho que me la pasé genial contigo, gracias... Sí, también iré contigo el viernes a la fiesta... También irá ella... Sí, supongo que irá con el chico con el que está saliendo... Okey, nos veremos allá porque nuestras amigas pasarán por nosotras... Sí, nos vemos el viernes... Bye.

Atracción Peligrosa. |PAUSADA|EDITANDO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora