Capítulo Once.

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Garrett Dagger.

No sé por qué demonios me pone feliz que haya aceptado ir conmigo a los bolos. Dije lo de ir a un lugar impulsivamente, y no se me pasó por la cabeza pensar en que ella accediera. Y menos con un tipo como yo.
Pero, nuevamente me he vuelto a equivocar respecto a ella; pensé que diría que no, pero no fue así, ella aceptó. 

Luego de amenazarla con mi insistencia, por supuesto.

Cuando Nathan me pidió que lo acompañara al parque, creí que era para vender un poco de droga, y se me hizo extraño, porque después de vender en la fiesta de Los Altos Hills, fuimos a vender en otra fiesta el miércoles y sacamos un muy buen dinero. Fernández también nos pagó, y muy bien. Pero me llevé una gran sorpresa al saber que iba a acompañarlo para verla a ella y preguntarle mierdas sobre citas y esas cosas.

Mi amigo consiguió que su chica le hiciera caso, y todo gracias a ella.

Al principio me rehusé a acompañarlo porque creí que ella se molestaría al verme, le conté sobre la discusión y aun así me insistió mucho, incluso me juro y aseguró que ella no se enfadaría con mi presencia, y tuvo razón.
Me sorprendió su actitud amistosa hacia mí. Creí que ella estaría enojada por lo de la otra noche en su casa, me preparé para lo peor, pero no sucedió nada. 

Me doy cuenta de que ella no es esa clase de chica, ni de lejos.

Toda la maldita semana estuve recordando todo lo que pasé con ella; desde el bendito beso, la estúpida pelea, hasta la sonrisa que me dio antes de irnos de su casa. Estuve reflexionando y analizando mi comportamiento de un completo hijo de puta. Ni siquiera me disculpé.

Pero es que así soy yo, esto jamás me había sucedido, y menos con una chica. No sé qué mierda es esto que estoy sintiendo, pero voy a aventurarme. Voy a jugar a este juego, y, cuando me canse, saldré de él.

Sí, así lo haré.

Le abro la puerta del copiloto y ella se sube; luego me voy a la del piloto, me subo y enciendo el coche. Prendo la radio en una estación en donde pasan música de moda. Suena una canción que a ella seguramente le gusta, porque comienza a seguir el ritmo de la música con sus pies.

La miro y ella intercepta mi mirada; enarco una ceja en su dirección y ella en respuesta sonríe, se encoge de hombros y comienza a tararear la canción. Esbozo una sonrisa de idiota y niego con la cabeza.

Comienzo a manejar y emprendo camino hacia los bolos. 





                         *~*~*~*





—Bien, hemos llegado —anuncio, apago el motor del coche y salgo de él.

Me dirijo al lado contrario para ayudarla a bajar, pero ella ya lo ha hecho. Camino a la entrada con ella pisándome los talones.

—Mejor vamos a otro lugar... —murmura con insistencia y nerviosismo, sin mirarme.

—No. ¿Por qué quieres irte? —inquiero.

Ella alza la mirada y sus ojos cafés brillantes, chocan con los míos.

—Ya te dije que no soy buena en esto —masculla y forma una mueca con sus labios.

Mi instinto me pide —me exige— que la bese, pero no voy a hacerlo. No quiero cagarla una vez más.

—Y yo ya te dije que te voy a ayudar —la aliento y le aprieto su hombro una vez más.

Le sonrío y le guiño un ojo. Ella rueda los ojos y suelta un bufido.

—Está bien, tú ganas. Entonces enséñame, señor experto —dice en un tono adulador y me río.

Atracción Peligrosa. |PAUSADA|EDITANDO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora