Capítulo Trece.

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Garrett Dagger.

Mierda, Elissa se ha caído al suelo.

La vi desde el momento en el que entró a la bodega, la vi desde hace casi cuatro horas. La vi beber, bailar, ir al baño con la rubia y volver a bailar, para después volver a beber y ahora caerse.

No me acerqué a ella para nada. No hasta que concluyera de vender toda la mercancía que llevaba en mis pantalones; no quiero ni imaginarme qué pensará de mí si se entera a qué me dedico.

Si supiera que los negocios en los que trabajamos no son nada más y nada menos que vender drogas en todas las fiestas...

Salgo de mi estado de idiotez y rápidamente me pongo de cuclillas; poso mis brazos en sus costillas, y me impulso para levantarme y levantarla a ella. Se está riendo como una loca. Tiene las mejillas completamente rosadas y sé que está un poco ebria. Comienzo a reírme de ella, de su estado, y a Elissa no parece importarle en lo más mínimo.

Una vez que la he levantado, la estabilizo y no quito mi mano de su espalda baja, temo que en cualquier momento vaya a caerse, una vez más. Ella vuelve a reír, negando con la cabeza y se agarra de mis hombros con bastante fuerza.

—Gracias —masculla arrastrando las palabras y me mira.

Está a unos centímetros de mí, puedo ver sus pupilas dilatadas y también puedo sentir su aliento chocar contra mi pecho descubierto. Su aliento envía oleadas de escalofríos a todas mis terminaciones nerviosas.

Y quiero besarla, pero no lo haré. A menos que ella me lo pida, por supuesto.

—Creo que ya te has pasado de copas, ¿no crees? —bromeo y ella asiente entre risas.

—Estos últimos fueron mi perdición, pero no estoy borracha, aún —declara—. ¿Te soy sincera?

—Si —respondo con una sonrisa juguetona y ella me la devuelve.

—He combinado algunas cosas. Creo que me he tomado cerca de catorce...quince... más... tragos, no lo sé. Perdí la cuenta —comenta y vuelve a reír.

—Pero sigues consciente, ¿cierto? —pregunto.

—Sí... —duda—. En este estado aún puedo recordar todo. O eso creo, no lo sé —se ríe—. Me... me siento un poco mareada... —musita y deja caer su cabeza en mi hombro derecho, luego se recarga por completo sobre mí.

Paso mi brazo sobre sus hombros y la atraigo más hacia mí, para que esté más cómoda. Quiero besarla, sus labios están tentativamente cerca de los míos y anhelo hacerlo, pero no pienso cagarla, ni mucho menos aprovecharme de ella en este estado.

—¿Lissa? —murmuro en su oído.

—¿Huh?

—¿Puedes caminar? —pregunto, con cautela.

Me acerco un poco más a ella, para poder escucharla mejor. Ella levanta la cabeza y me mira directamente a los ojos. Inesperadamente siento su mano derecha subir por mi pecho; me recorre mi cuello, mi mandíbula, hasta llegar a mi mejilla izquierda.

Su toque me estremece por completo y mi corazón de pronto no ha parado de latir como un jodido loco.

—Eres... guapo —dice y comienza a reírse—. Muy guapo.

Mi corazón da un vuelco y, de pronto, me es difícil respirar con facilidad. Frunzo mi ceño e intento ignorar con todas mis fuerzas aquel comentario que no hizo más que alterarme.

Ella no sabe lo que está diciendo...

Su tacto me abandona y siento fuego en mi mejilla; en el lugar en el que me ha tocado.

Atracción Peligrosa. |PAUSADA|EDITANDO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora