Capítulo Siete.

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Garrett Dagger.

El jefe nos ordenó asistir a una fiesta de niños ricos en Los Altos Hills. Así que cumplimos sus órdenes y nos dirigimos hacia allá mis mejores amigos y yo, en el coche de Zeke.

No he podido olvidarme de esa maldita chica con la que me besé el viernes pasado, es jodidamente frustrante. Y me enfada el hecho de emocionarme, aunque sea un poco, al pensar que ella va a estar ahí.


—Ya estamos llegando. Tomen toda la mercancía que les quepa en sus bolsillos —anuncia Zeke.

Tomo la bolsa negra que está a en medio de Nathan y yo, y la abro. Saco las bolsitas transparentes de marihuana y coca, les doy unas veinte a cada uno y las guardan perfectamente en sus bolsillos de sus pantalones.

Zeke maniobra para poder estacionarse. Busco con la mirada un lugar vacío y de pronto mi vista se sitúa en un auto en específico. Es el mismo en el que la chica y su amiga se fueron el viernes.

Sí el auto está estacionado aquí, significa que ellas están dentro... ¿Pero qué mierda estoy pensando?, ¿qué demonios me pasa? Yo no soy así, nunca. Tal vez sea la adrenalina que siento cada vez que voy a vender drogas.

Sí, eso debe ser.




Zeke por fin encuentra un lugar y se estaciona en él. Todos bajamos de su coche y caminamos hacia la entrada de la casa. El jefe no mentía, la casa es de ricos. Es muy grande y lujosa.

Pasamos por el tipo que cuida la entrada y nos adentramos a la casa. El mismo ambiente de siempre nos golpea. Todos beben, bailan y fuman sin parar, como unos locos sin control.

—Vayan a vender toda la que tienen y nos reunimos ahí, cerca de la barra en cuanto hayan terminado —anuncio y mis amigos asienten.

Los veo marcharse y yo aprovecho para ir por un trago a la barra. Me pido tres tragos de vodka solos y me los bebo como agua. Después me dirijo hacia el centro para vender la droga que traigo y deshacerme de ella de una vez por todas.

Dos chicos ansiosos se me acercan; a ellos ya los conozco, siempre me compran de montones en todas las fiestas; así que con ellos casi he vendido la mitad de mi parte. Después de cinco minutos me llegan otras tres rondas de grupos de amigos y con ellos, acabo.

Vuelvo a la barra y me pido dos tragos de whiskey. Estos sí los disfruto y me los bebo lentamente. Paseo mi mirada entre la multitud; buscando a mis amigos.

«A ella también.» Aunque me rehúso a admitirlo.

De pronto, mi vista se posa en la puerta de la casa, y la veo. La veo entrar. Viene acompañada de su amiga, la chica que trae loco a Nathan, y otras cuatro chicas —muy buenas, por cierto— detrás de ella.

Las veo caminar hacia acá y para que ella no sea capaz de verme, me termino mi trago y me sitúo en una pared cercana de la barra para observarla mejor. Está tan guapa y caliente como la otra vez.

La veo tomar tragos con sus amigas. Después de cuatro tragos más todas comienzan a caminar, menos ella. Ella se queda. La veo intercambiar algunas palabras y sonrisitas con el tipo de la barra. Después ella se gira, está a punto de marcharse para ir con sus amigas, pero el maldito chico la toma de su brazo; haciendo que ella se gire de nuevo hacia él.

No sé de qué demonios hablan, pero quiero golpear al malnacido. Puedo notar la incomodidad que emana de ella; está mirando a su alrededor, y entonces, su mirada se topa con la mía. Mi garganta de pronto se ha secado y no sé qué mierda hacer ahora. Pero no muestro ninguna emoción, no quiero que note cuán mal me pone.

Atracción Peligrosa. |PAUSADA|EDITANDO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora