Martes - Inocente vs Sedante

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Para bajar la calentura, el pelinegro se tuvo que duchar. Una larga ducha de agua fría le caería perfecta para el estado en el que se encontraba. Mientras Tweek ya se encontraba acurrucado en su cama, listo para dormir.

Durante la madrugada, Craig no pudo conciliar el sueño por completo. Sabía que algo le estaba ocultando su rubio y eso no le gustaba. Debía encontrar la manera de persuadirlo para que le dijera si algo iba mal en el colegio. Hace tiempo que no molestaban a su sol, pero como estaba desprotegido era probable que algún idiota le estuviera haciendo bromas. Suspiró y abrazó por la espalda a su pareja. Inhaló el olor a manzanilla del cabello contrario, lo cual lo relajó y lo hizo quedarse profundamente dormido.

Horas después, con la luz del día entrando por la ventana se encontraba la pareja acurrucada y sin ganas de levantarse. Se dieron un beso de buenos días y el primero en abandonar la cama a regañadientes fue Tweek, quien se dirigió al baño para tomar una ducha mañanera para no dormir en clases.

Minutos después, Craig se levantó y se estiró. Espió rápidamente a su novio mientras se duchaba y luego procedió a bajar a la cocina a subir el desayuno. Sabía de antemano que su suegra lo dejaría preparado antes de ir a trabajar a la cafetería, aparte de que fue ella quien dio el visto bueno para que Tucker se quedara a dormir a pesar de que estuviera castigado.

Calentó el café y los panes con huevo revuelto para luego ponerlos en una bandeja y subir al cuarto.

El rubio ya se encontraba con un pantalón verde militar puesto y unas converses negras. El pelinegro no dudó en dejar la bandeja en una silla vacía y correr para besar la espalda descubierta de su chico. Tweek se removió algo incómodo y sorprendido, pero se dejó hacer. Estaba muy arrepentido por lo de la noche anterior por lo que no opuso resistencia a los tocamientos de su novio.

–Me encantas, Honey~ –lamió toda la espalda contraria hasta llegar a las orejas para susurrarle con voz calmada. –No vayas al colegio –pasó su mano por el abdomen plano del rubio y subió hasta los pezones descubiertos.

–¡Cr-Craig basta! –gritó, empujando de nuevo a Craig.

El pelinegro rodó los ojos y acercó la bandeja del desayuno a la cama para sentarse y empezar a comer. Un silencio que odiaba Tweek. Un silencio que le hacía sentirse culpable.

El rubio suspiró y se terminó de cambiar con una polera que parecía una camisa blanca por debajo y un suéter negro por encima.

Se acercó a su novio y le plantó un beso de improvisto. Como esos que solo Tweek le podía dar a Craig. Desordenados y temblorosos. El pelinegro miraba como su sol trataba de respirar mientras evitaba separar sus labios de los ajenos y sonrió para sus adentros. Se separó por un segundo del rubio y enseguida fue él quien retomó el beso. Imponentes y lujuriosos. Como los que solo Craig podía darle a Tweek.

Y el desayuno quedó en segundo plano.

Tweek se montó encima de su chico, y se besaron un largo rato. Tanto que los labios de Tweak estaban hinchados y rojos.

El pelinegro posó su frente en la contraria y ambos se sonrieron. Se dieron un beso esquimal y retomaron el desayuno. Craig no dejó que Tweek se bajará de él. Fue un buen inicio del día.

Hasta que tocaron el timbre.

Tucker hubiera deseado que fuera fin de semana para poder quedarse todo el día en el cuarto con su paranoico rubio. Una burbuja perfecta donde nadie los molestaba.

Tocaron de nuevo el timbre.

Y Tweak hubiera deseado que no fuera así.

Craig bajó con clara molestia hacia el primer piso para abrir la puerta y gritar la primera cosa que se le viniera a la mente.

El deseo de las asiáticasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora