Sábado (I)

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La noche del viernes pasó tranquila.

Yon y Yuga dejaron todo listo para salir temprano al día siguiente a buscar la solución al enorme problema que habían causado.

Tweek no dejó de dormir desde que tocó su cama. Kyle y Kenny se turnaron para velar su sueño, mientras tomaban el café que amablemente la Sra. Tweak les había preparado.

Stan y Pete lograron conciliar el sueño en las camas maltrechas de su celda.

Craig no tuvo la misma suerte. La cama era demasiado dura y cuando lograba quedarse dormido tenía pesadillas en donde Tweek se besaba con otros chicos y se burlaban de él por tener cuernos en la cabeza. El pelinegro prefirió no dormir y pensar en lo que haría cuando fuera liberado por la mañana.

El cielo empezaba a aclararse. Las personas empezaban a salir de sus casas para dirigirse a trabajar. El sábado se veía prometedor, pero no para todos.

Tweek se despertó gritando el nombre de Craig, mientras las lágrimas corrían por sus rojizas mejillas. Kyle, quien se levantó del suelo ante el alarido de su rubio amigo, trató de apaciguar su dolor. Lo atrajo a sus brazos y lo acunó lentamente hasta que solo escuchó ligeros gimoteos por parte del blondo.

Por otro lado, se encontraban Yuga y Yon caminando desde temprano por las calles de South Park. Tenían un solo destino en mente: La casa de Wendy Testaburger.

Tucker se mantuvo de pie desde que el cielo había empezado a aclararse. En cuanto vio al comisario de turno le gritó que lo liberara, ya pasó toda la noche encerrado en ese apestoso lugar y ya debería poder irse. Sin embargo, no esperó que la respuesta fuera que sus padres debían pasar por él. Seguro y se llevaría el sermón más largo de su vida.

Agobiado por la espera, se sentó en la cama gastada de su celda a seguir esperando.

Por desgracia, sus vecinos fueron liberados poco tiempo después. Sus padres los pasaron a recoger temprano. Pudo escuchar cómo eran regañados por los adultos. Bufó y se cruzó de brazos. Él no tendría tiempo para escuchar reprimendas. Saldría corriendo a casa de su chico en cuánto fuera puesto en libertad.

Al mismo tiempo, se encontraba un Tweek más calmado preguntando por sus compañeros.

– Christophe, Clyde y Token fueron llevados de emergencia al hospital –tosió ligeramente al ver el rostro de horror del rubio. – Le pedí a Kenny que fuera a verlos para que nos dijera qué tal amanecieron... –sacó su celular para cerciorarse de que su pervertido amigo no hubiese llamado. – El que más me preocupa es Christophe... Craig se desahogó con él más que con cualquier otro... –suspiró.

El blondo no dejaba de temblar y repetirse así mismo que todo era su culpa.

– ¿Dónde e-está C-Craig? –las palabras le salían con torpeza.

– Cierto... Stan, Pete y él fueron llevados a la comisaría... Wendy me mandó un mensaje por parte de Stan, diciendo que saldrían hoy –sonrió aliviado.

– ¡Agh! ¡Debería ir a ver a los chicos al hospital! –exclamó, asustando al judío. – Pero... también quiero ir a ver a Craig... y a los demás –temblaba mientras hablaba. – ¡Agh! ¡No sé qué hacer! ¡Es demasiada presión! –llevó sus manos a su cabeza para empezar a jalar de sus cabellos.

Broflovski cogió con fuerza los brazos ajenos y los alejó del cabello rubio. Posó su frente en la opuesta y le pidió a Tweek que se calmara. Debía mantenerse relajado para evitar otro colapso. El blondo adquirió un tic en el ojo izquierdo que se le hizo gracioso al pelirrojo.

El deseo de las asiáticasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora