Lunes (I)

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El fin de semana transcurrió tranquilamente. El clima comenzaba a ponerse frío y el viento soplaba con algo de fuerza.

Tweek se mantenía en la comodidad de su habitación, envuelto en frazadas. Mientras, conversaba con Craig por teléfono.

El rubio había convencido a su enamorado para que no lo esperara fuera de la secundaria todos los días. Él podía ir a su casa y darle sus cuadernos para que se ponga al día. Pero, Tucker insistía. Al menos, el pelinegro no lo acompañaría por las mañanas. A Tweak le daba miedo que Craig se encontrara con Kenny y se armara una nueva pelea. Conocía muy bien a su pareja. En cuánto tuviera la oportunidad, Tucker le sacaría la mierda de nuevo a Mccormick.

Después de una cursi pelea por quien debía cortar primero el teléfono, Tweek se dispuso a ordenar sus cuadernos para el día siguiente, al igual que su ropa.

El rubio se sonrojó un poco al recordar las palabras morbosas de su compañero del colegio. Suspiró y buscó algo menos pegado. Quizás unos jeans rojos holgados y una camisa blanca le vendrían bien, junto a unas zapatillas simples negras.

Su closet había crecido considerablemente desde que se había vuelto buen amigo de Wendy y Bebe.

Dejó todo listo y se dispuso a dormir. No sin antes cerrar con seguro sus ventanas.

Los Gnomos habían dejado de ser un problema, gracias a que Craig siempre le decía que esos pequeños hombrecitos eran repelidos por el olor que dejaba Stripe siempre que venía.

Según el pelinegro, los gnomos tenían miedo de los cuyes. Esos pequeños roedores, poseedores de rayos láser.

Tweek rió al recordar eso. A veces, extrañaba que su cobayo-hijo durmiera con él. Incluso, a veces soñaba con dormir abrazado a su enamorado. Él siempre le transmitía mucha confianza y seguridad.

Se quedó dormido con una sonrisa. Pensando en lo feliz que era con su "familia".


Al día siguiente, el rubio despertó gritando. Asustado por una supuesta pesadilla. Buscó con desesperación su celular y llamó a Craig.

Timbró una, dos, tres, cuatro veces y no obtuvo respuesta.

El cafeinómano empezó a desesperarse. Llamó de nuevo, con la esperanza de ser contestado.


– ¿Aló? –un somnoliento peli negro contestaba el móvil.

– ¡Dios mío, Craig! ¿Todavía me amas, verdad? –gritó. Provocando que Craig tirará su celular de la sorpresa.


Tucker no lo dudó ni un segundo y salió corriendo en pijama hacía la casa de paranoico novio. Sin olvidarse de Stripe #4, quien siempre calmaba al rubio en esos momentos difíciles.

Hace muchos meses que Tweak había dejado de tener ataques de pánico. Lo cual llamó mucho la atención del matón de south park. Apodo heredado después de acabar con todo un grupo de jóvenes universitarios que habían puesto sus ojos en el rubio equivocado.

En cuánto abrió la puerta de la casa de sus suegros, sintió un peso extra que lo tumbaba al suelo.

El peli negro acariciaba con calma a su pequeño paranoico. Stripe salto de los brazos de su dueño hacía los de su otro amo. Lamiendo las lágrimas que salían en carrera de los ojos verdes de Tweek.

El oji azul cargó con cuidado al menor y lo llevó a su habitación. Eran a penas las 6 a.m. pero sabía que sus suegros ya no se encontraban en casa.

Recostó con cuidado al oji verde, quien se negó a soltar el brazo del mayor. El peli negro no tuvo de otra más que recostarse con su enamorado y su "hijo". Acarició la cabeza del menor en todo momento, mientras le daba palabras de calma y amor.

El deseo de las asiáticasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora