Anonadado por la declaración de su novio, Tweek salió corriendo de la comisaría, derramando lágrimas a su paso. Wendy, quien permanecía afuera esperando a su amigo, corrió tras de él para intentar consolarlo. En el camino, mandó un mensaje al pequeño equipo que se había formado contra aquel ritual.
Llegó a su casa, subió a su habitación y no quiso salir de ahí por nada. Sus padres quisieron enterarse de lo sucedido con su retoño, pero era algo tarde y debían atender la cafetería. Por suerte para ellos, Wendy acababa de llegar y preguntó por el menor de los Tweak.
–Wendy, cariño... No podemos dejar de trabajar o no podremos comer, por favor... Encárgate de Tweek por nosotros –se despidieron de la morocha y siguieron su camino a la cafetería.
La peli negra se quedó impresionada por el desinterés de los padres de su mejor amigo. Aunque podía notar más preocupación por parte de la madre que por el lado de Richard. Le restó importancia al asunto y, mientras esperaba a que los demás llegaran, trató de convencer a Tweek de salir para poder hablar sobre lo sucedido.
–Oh, vamos... Si no sé lo que sucedió no podré ayudarte... por favor, Tweek... Abre la puerta –insistió sutilmente un par de veces más pero, no obtuvo respuesta.Al mismo tiempo, Broflovski se encontraba frente a la estación de policías. Llevaba una caja de donas y un par de cafés. Sonriente, entró al lugar y halagó la ardua labor de Barbrady de proteger el pequeño pueblo de Colorado. El oficial se sintió feliz de ser por fin reconocido por su desenvolvimiento profesional; recibió los presentes y sin que el contrario se lo pidiese, lo dejó pasar para visitar a su amigo.
Kyle caminó despacio por los estrechos pasadizos, se detuvo en la carceleta correcta y sonrió divertido. Frente a él se encontraba un Tucker en posición fetal mirando a la pared en una esquina. ¿Se habría vuelto loco? Quizás. Mejor para él.
–Me alegra que Tweek haya recapacitado a tiempo –se apoyó en la pared y de reojo miró al morocho. –Él y yo conectamos tan bien... Somos el uno para el otro –se relamió los labios, contento por la situación.
Tucker se levantó despacio de su posición inicial para voltearse, con la mirada nublada de odio y desagrado.
–Lo que ese pobre cualquiera haga o no contigo... No es mi problema –se acercó lentamente hasta la reja de su celda.–Es bueno escuchar eso... Sobre todo porque mi Tweekie se ha dado cuenta la clase de novio adefesioso que se ha conseguido... –se acercó peligrosamente al sin chullo. –...Que solo lo quiere para coger –rio ligeramente. Craig lo agarró de la camisa y lo estrelló contra los fierros. Su mirada destilaba desprecio y rabia. –Olvídate de él... Déjamelo a mí... Y búscate alguien más a tu... Altura –se quitó de mala gana el agarre y se acomodó la ropa; antes de retirarse con la misma sonrisa socarrona con la que entro y dejar el pase libre a una nueva visita.
Con timidez y molestia, Thomas apareció frente el resignado peli negro. Tucker no había podido más con el dolor de saber que su tan adorado novio realmente le era infiel. Las lágrimas de impotencia salían corriendo despavoridas por sus mejillas, cayendo al frío suelo de la celda.
–Él no merece tus lágrimas, Craig... –sonrió sutilmente y apretó la mano del encarcelado, la cual se mantenía haciendo presión en el barrote.
El morocho se limpió las lágrimas de impotencia y deshizo el agarre del contrario, pidiéndole que por favor se vaya porque quería estar solo.
–Craig... ¿Por qué no te fijas en mí? –soltó sin más, haciendo que el contrario lo mirara dudoso. –Nos co-conocemos desde hace años... –sonrió nervioso. –Podría funcionar... –desvió la mirada.
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El deseo de las asiáticas
HumorLas jóvenes asiáticas están en un gran dilema: Tweek es demasiado shipeable. Por ende, buscarán la manera de hacer que algunos chicos de la secundaria se fijen en él para conseguir fanservice. Por otro lado, Craig Tucker ha sido suspendido por una s...