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-Bien, bien...-mi pie golpea repetidamente contra el suelo, mientras observo fijamente la cama frente a mí.
Cualquiera que me viera, pensaría que estoy loca o incluso resultaría gracioso.
Tal vez sea verdad.
Sean.
Ambas.
Al fin me encuentro en mi habitación,  a penas salí del auto, mamá me empujó derechito hacia arriba para que descanse. Si ella supiera, si se imaginara al menos una porción de lo que me ocurre, seguramente ella me daría veinte litros de cafeína o claro, me llevaría al psiquiatra.

Camino hacia mi cama, y me siento.

《Pareciera que no me fui nunca》

Las paredes blancas, el viejo ropero de madera, cubierto por figuritas, y la pequeña mesita de luz al lado de la cama de una plaza, incluso con el  enredón de peluche celeste que usaba cuando era mas chica.

Tomo la foto de la mesita de luz. Cierta melancolía me cubre en cuanto veo a mis antiguos amigos y a mi en el papel. Aquel día habíamos festejado mi cumpleaños, a penas diecisiete años. Abrazada a mi mejor amiga, y a su hermano mayor, nos encontrábamos sentados en el suelo, mientras los demás intentaban hacer esas fotografías donde saltas por los aires con una sonrisa plasmada. No lo lograron.

Río ante los recuerdos y vuelvo a dejar la foto en su lugar.

Es tan extraño volver después de tanto tiempo, y me pregunto, ¿qué habrá pasado con ellos? ¿Seguirán aquí? ¿Me perdonarán por no volver a contactarme con ellos?
 
-Tal vez, podría ir a visitarlos - murmuro con algo de esperanza. Tal vez las cosas puedan volver a ser como antes.

Un bostezo se me escapa de forma involuntaria,  y gruño. En estas últimas dos semanas  he estado tomando pequeñas siestas de dos horas, pero no funcionaban, seguía teniendo pesadillas.

《Podrías intentar al menos, media hora》

Realmente necesito dormir. Recordando mi reflejo deteriorado, sé que debo encontrar una forma de descansar. Mi cuerpo ya no puede más, poco a poco, las actividades cotidianas se han estado complicando.

Me recuesto un momento, con los brazos a los lados, mirando el techo.

《Sólo un minuto 》

-Abre los ojos, por favor,  cariño, hazlo por mí -susurró una voz en mi oído. Sentía una fuerte presión sobre el pecho que provocaba dificultad en algo tan sencillo y vital.

Respirar.

Mis ojos se abrieron por un momento, y él se encontraba ahí. Su fuerte e intimidante  mirada, cubierta por las cristalinas lágrimas. Una de sus manos tocó mi helado mejilla y fue como un regalo. La calidez cubrió al menos una parte de mi cuerpo, con los nudillos aún heridos por la últimas pelea, dibujaba pequeños círculos sobre mi piel.

-Llegó

Dijo una voz femenina que me costaba reconocer en este momento. Mi vista se guió hasta la entrada con cuidado, y me encontré  con ella, esa vieja curandera.

《Le debía tanto, pero sé que no podrá...》

La anciana, caminó hasta mí  con sumo cuidado. Ethan la tomaba del brazo mientras hacía un intento de ayudarla. En los últimos meses iba empeorando, pero al menos, fui capaz de ver cómo su ondulado y largo cabello castaño se convirtió en una pequeña melena blanca. El lado en donde se sentó,  se hundió, justo a mi lado, y una de sus manos arrugadas, tomó la mía.
Aún con las pocas fuerzas que me quedaban, logré captar aquel olor a canela que tanto la caracterizaba.

Según ella, yo olía a lavanda.

-Oh, mi niña - murmuró con dificultad. Sus pequeños ojos verdes, me observaron con dolor.

Azael | 1 | Completa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora