Capítulo 19.

203 15 9
                                    

Josh tenía hambre. No sabía muy bien cuanto tiempo había pasado desde el día del incidente, pero lo que sabía era que necesitaba comida y rápido.

Pero aún más que eso, necesitaba saber de Jane. Necesitaba saber si ya se había olvidado de él. Cada minuto, hora, día que pasaba sus ganas de continuar viviendo descendían grandemente. La única meta que tenía presente era el volver a verla. Eso al menos le dejaba soportar al espantoso Hendricks.     

Su respiración se había vuelto entrecortada por la necesidad. El hambre lo había vuelto una bestia con ansia de sangre y de muerte. Zephir se divertía con el trayéndole seres vivos con los que se podría alimentar. La exigencia del plasma jugaba con su cerebro y no estaba muy seguro hasta qué punto podía llegar.

Ya habían llegado a ser las ocho de la noche cuando levantó la mirada. Seguía amarrado a una silla y su cuerpo se encontraba lo suficiente débil como para hablar.

-          Querido Josh – dijo Zephir cuando se encontró al frente de él – Nuestro plan no funciona ¿No crees que hemos esperado demasiado por nuestra bella Jane?

En su voz había demasiada alegría como para darse cuenta que estaba jugando con él. Sabía dónde estaba, y estaba demasiado feliz por aquello.                

-          ¿Qué le has hecho? – escupió.

-          ¿Yo? Nada, por qué le haría algo.

-          Porque eres un imbécil.       

Su rostro se tornó serio y se arrodilló estando a la misma altura de su contrincante.

-          ¿Qué has dicho?

-          Que eres un imbécil.

Sabía el riesgo que le daba al decir aquello, pero nada importaba ya. Eso podía ser una oportunidad para escapar o para morir. Le daba igual cual era el final.

Zephir quería romper sus huesos uno por uno. Después de todo lo que ese inmortal había hecho con él era empeorar su vida y este osaba desafiarlo. La furia lo cegaba, así que rompió las cadenas que mantenían atado a Josh y lo atrajo muy cerca a él.

Josh no se quedó de brazos cruzados y tomó su camisa haciendo puños. Ambos estaban locos, ambos iban a matarse en ese instante.

Pero ella llegó. Empujó al horrible ser que malogró su vida por completo y acercó el cuerpo de su amado al suyo.

-          ¡Jane! – más que un tono de alegría parecía un tono de cólera por parte de Zephir.

-          Maldito seas, Zephir.

-          ¡Maldita seas tú, ingrata!

Josh no estaba presente. Estaba llorando de alivio, cólera y tristeza. Todo lo que se había guardado en ese momento salió al ver el rostro de Jane.

-          Tranquilo – susurró a su oído – estaremos bien.

El asintió y se limpió las lágrimas. Se puso derecho y miró a Zephir.

Los dos estaban parados ante él esperando sus movimientos. Esperando atacar para poner fin a su vida.

Zephir avanzó con los ojos rojos y los colmillos salidos por completo.

-          ¡Yo te di todo! – gritó el demonio a Jane – ¡Y tú te largas! ¿A caso no has pensado en mí?

-          ¡Te odio! – explotó ella también – ¡Y no me digas eso! ¿TÚ no eres el que nunca ha pensado en mí?

-          ¡Pienso en ti todo el tiempo! – por un momento pareció roto pero se recuperó rápidamente.

-          ¡No digas eso! – dijo Josh entrando en la discusión – ¡Si hubieras pensado en ella todo esto hubiera terminado diferente! No eres más que un egoísta, sucio y vil ser. No mereces vivir.

-          ¡Cállate, tú eres el menos indicado en decirme eso!

La tensión del ambiente se volvía cada vez más fuerte, más densa. Todos proyectaban un aura negra, y si fuera agua todos se estarían ahogando.

Cuando las palabras no fueron lo suficiente, la agresión fue remplazada. Los colmillos de Zephir eran notablemente grandes, mucho más que los  otros.

La pareja cortó varias partes del otro, pero ellos eran los que recibían más daño. Jane logró romper la pata de la silla donde se había sentado anteriormente Josh. Y clavo por varias partes la estaca pero no llegaban al corazón.

-          ¡Di por qué no me amas! – gritó Zephir – ¿Por qué nunca fui suficiente para ti? Si me lo dices, podré morir.

Jane y Josh intercambiaron miradas. Él asintió a ella y finalmente corrió hacia Hendricks clavando la madera en el medio de su pecho, donde estaba su corazón.

-          Te diré porque, porque me obligaste a sentir algo que yo no sentía. Me forzabas hacer cosas que yo no quería hacer. Por eso te odio, maldito Zephir.

Posiblemente las palabras dolieron más que el golpe mortal. Sentía como su corazón se rompía en todos los sentidos y una lágrima llegó.

Al igual que su muerte.

El gigantesco peso que tenían en sus hombros al fin había logrado irse. Al fin eran libres. Vieron como su enemigo se iba para siempre y como la satisfacción entraba.

Jane giró y se encontró con unos brazos abiertos. Corrió hacia él y le beso. Su primer beso al fin había llegado y el júbilo no podía ser más grande. Fue corto, pero significativo.

-          ¡Lo logramos! – gritó Josh.

-          ¡Lo logramos! – repitió ella.

Tomados de la mano salieron de la habitación cuando se encontraron con Amanda llena de papeles y documentos importantes.

El cuerpo de Josh corrió al de ella intentando matarla. No había recordado el hambre que sentía hasta verla y escuchar como su sangre danzaba dentro de ella.

Logró sacarle apenas unos chorros, ya que Jane le obligó a dejar de hacerlo. Botándolo algo lejos de ahí.

-          ¿Qué haces? – cuestionó enojado Josh. Nunca le había negado alimentarse con la excepción de Aidan.

-          Ella me ayudo a encontrarte.

Intentó con todo lo que podía no regresar a su cuello. Se clavó en el suelo y asintió. Jane la levantó y le dijo lo que había pasado, ella se llevó una mano al rostro y lloró un poco. Pero luego asintió aceptándolo y fue hacia el cuerpo de su padre.

-          ¿No está enojada? – preguntó Bennet.

-          No, desde que se enteró que mató a Aidan reconoció el vil ser que era.

-          Ya veo…

-          Sí – sonrió a él – ¿Ahora qué? Ya somos libres.

-          Vamos a comer – sonrió también – ni te imaginas el hambre que tengo.

Corrieron a fuera y buscaron algo con el cual alimentarse.

Y por fin, no tenían que mirar a sus espaladas para ver si alguien los seguía. O preocuparse por alguien que posiblemente quiera acabar con sus vidas.

Ahora lo más importante era ellos y la eternidad.

Tu PerdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora