Capítulo cuatro: ¿Buenas noticias?

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– Bueno, las buenas noticias son que sólo fue un desmayo a causa de presión demasiado baja. El bebé está en perfectas condiciones. Así que, bueno... los dos básicamente están genial. Cómo que si nada paso. No hay nada de que preocuparse –sonrió el doctor.

Mi mamá miró mi vientre, y luego volvió a sus manos, donde también tenía una ecografía. Se tapó la boca, y comenzó a llorar.

¿Por qué a mí?

– Mamá... –susurré.

– ¿Quieres hablar? –preguntó duramente papá. Lo miré con el ceño fruncido y eché mi cabeza hacia atrás– ¿Qué mierda es esto, América? –levantó la ecografía que tenía en sus manos para que la pudiese ver. No contesté, sólo cerré los ojos– ¡Contesta, maldita sea! –me exalté y abrí los ojos de repente.

– Señor, tendrá que salir por un momento, tiene que tranquilizarse. –El doctor obligó a salir a mi padre quien estaba rojo de la furia. Los dos caminaron hacia la puerta.

Mi madre lo vio salir y se quedó mirando la puerta cuando ésta se cerró. Suspiró y por un momento pensé que me felicitaría. Pero, ¿cuán mal estaba en pensar que eso pasaría?

Posó sus marrones y aguados ojos en mí, y cerró los puños arrugando la ecografía.

– Tú... –habló entre dientes cuando se levantó y me señaló con un dedo–, me decepcionas.

Sus palabras pincharon mi pecho enviando un dolor en él. Volví a cerrar los ojos, tratando de imaginar que mi madre me diría que estaba feliz por tener un nieto, y que me apoyaría. 

– ¡¿Tienes una maldita idea de lo que dirá la gente de nosotros cuando te vean con un inmenso vientre?! ¡¿Tienes idea, América?! –gritó, pero no respondí– ¡Responde, estúpida!

– Sí.

– ¿Por qué... –empezó a hablar con falsa calma– por qué lo has hecho, América? –suspiró, y me miró.

– Perdóname –inicié, pero me interrumpió.

– ¡Es muy tarde para pedir disculpas, idiota! –volvió a gritar.

– Mamá, yo...

– Tú, tú, tú... blah blah blah, ¡Basta! –me hizo burla, y después rió sin humor–. No pensé que mi hija sería tan estúpida como para que se quede embarazada. Estúpida, estúpida, estúpida –repitió.

El aire se me fue al notar que mi madre usaba esas palabras para describirme. No supe que decir, en parte, ya me lo esperaba. Pensé que no sería tan malo, y por un maldito segundo creí que amarían a mi bebé tanto como yo. 

Mi mamá se levantó, caminó hacia la puerta, suspiró, negó y salió.


"Tú imbécil, ¡tú lo has hecho! Maldito hijo de puta"  gritó mi papá desde el pasillo. No sé a quién, y no sé porque.

Entonces fue cuando como a empujones Tobby entró a la habitación con los ojos muy abiertos, pero llenos de ira. Llevaba en sus manos un ramo de rosas, me limité a sonreír en mis adentros. "Eso es muy tierno".


"Señor, tendrá que acompañarme por unos momentos. No puede reaccionar así. Esto es un hospital"  informó alguien dirigiéndose a mi papá hecho una furia.

"No iré a ningún lado, oficial" atacó.

"Lo harás" dicho eso, ya no se escuchó ningún quejido.

– Sabes, no tengo ni idea de lo que hice. ¿Puedes decírmelo? –preguntó Tobby.

No.

No contesté, él alzó los hombros y se sentó en la silla donde estaba mi madre.

Encadenada al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora