Tobias me soltó las muñecas y yo automáticamente me las empecé a frotar para que el dolor deje de fluir. Los ojos de mi novio me prendían fuego mientras mis lágrimas trataban de apagar las llamas.
Salió de la cocina y subió las escaleras gruñendo. Miré mis muñecas, estaban rojas y mis venas se podían ver claramente. La piel de debajo de mis ojos me ardía por las lágrimas.
Cuando era pequeña me diagnosticaron una enfermedad en la piel. No era grave, aparecía sólo cuando lloraba de más. Se te resecaba la piel dejándotela hecha una lija. Y así la piel de mis ojos se secaba y me ardía. Después del ardor, la piel se volvía roja, y después morada. Lo cual parecía como que si me hubiesen pegado.
Yo no solía llorar mucho, sólo estos meses de puro horror, así que, casi nadie me veía con mi enfermedad a cuesta y ahora era más fácil de que piensen que me habían golpeado. Y no quería eso.
Fui al baño y me miré al espejo. Genial, mi piel ya se estaba volviendo roja. Necesitaba una crema especial para esto, pero no la tenía. Todo estaba en la casa de mis padres.
Dejé de pensar en el ardor de mis ojos y abrí el grifo de la lava manos. Coloqué mis muñecas en agua fría y sonreí de alivio. Habían estado doliéndome demasiado desde que Tobias me había apretado fuerte. Cerré mis ojos con fuerza, no volvería a llorar. No me arriesgaría a sentir dolor de nuevo.
Abrí el grifo de la ducha y me sumergí en ella otra vez.
*
Pasé más de media hora en la ducha, relajándome. Cubrí mi cuerpo con la toalla de Tobias, y salí del baño para ir a la habitación en busca de alguna camisa que mi novio pudiese prestarme.
Entré a la habitación y pude verlo a Tobias acostado con sólo vistiendo unos bóxers, leyendo un libro. Apartó su mirada del objeto y me miró. Me quedé quieta.
– ¿Puedes prestarme una camisa? –pregunté suavemente.
– Claro –permitió.
Pasé por el frente de la cama para llegar al armario. Pero antes de que pueda hacerlo, Tobias saltó de su cama y me abrazó por detrás. Besó mi cuello, y luego mi hombro desnudo.
– Lo más hermoso de ti son tus lunares, ¿lo sabes? –tragué saliva. ¿Qué quiere?
Sujeté con fuerza mi toalla y me alejé de él. No quería saber nada de él.
– ¿Qué tienes? –preguntó enojado.
– Nada –murmuré. Mis ojos amenazaban con aguarse, y mi boca comenzaba a temblar–. Déjame –dije.
– Eres mi novia. ¿Por qué no puedo besarte?
– Lo sé, pero, no quiero.
– Sal de aquí América –susurró y casi me quiebro.
Salí de la habitación rápido y volví al baño. Mi celular estaba en la esquina del lava-manos, lo tomé y teclee.
– ¿Dean? –volví a llorar– Dean.
– ¿Qué te sucede? –desesperó del otro lado. No contesté– Estaré allí en minutos.
Colgué y esperé a que viniera.
Cuando escuché las ruedas de un auto chillar salí corriendo hacia abajo para salir. Dean se había bajado del auto con el ceño fruncido y muy enojado.
– ¿Qué te ha hecho, América? –murmuró furioso y negué llorando– Lo mataré.
Quiso entrar a la casa pero lo paré.
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Encadenada al amor
Romance++Él es el chico perfecto para toda chica. El príncipe para cualquier princesa. Dean es digno de ser amado, pero él no quiere a cualquier chica... él ama a América, sin embargo, ella no lo sabe hasta que algo la hace abrir sus ojos.++ ¡Te invito a e...