Capítulo veinte: ¿La muerte es la respuesta?

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Me miró por unos segundos y luego dijo:

– Ten más cuidado, niña –y se fue sin más.

Alcé mis cejas y me mordí el labio. Completamente idiota. Tomé la mano de mi novio y caminamos por los pasillos casi no habitados. Los estudiantes deberían estar en la cafetería, es hora de almuerzo. Miré los casilleros y suspiré. Nunca pensé decir esto, pero, extraño la Universidad. No era una estudiante muy buena, sin embargo, me gustaba venir. No a estudiar, sino a verme con mis amigos.

– ¿Te parece ir a la cafetería? –murmuré. Mi novio frunció ligeramente el ceño, entonces, me di cuenta cuan absurda es la idea– No, olvídalo.

– No, no. Si quieres podríamos ir –hizo una pausa–. Sólo que me pareció algo extraño dado que pensé que te sentías incómoda frente a la mirada de toda la escuela.

– Puede ser –alcé mis hombros–. Pero, me gustaría sentarme en mi mesa y platicar con mis viejos amigos.

– Está bien. Lo pides, lo tienes.

Sonreí un poco.

Caminamos hasta las puertas de vidrio de la cafetería. Antes de entrar todas las miradas se posaron en mí y Dean. Algunas vagaban entre mi vientre y yo.

– ¿Estás segura de esto, linda? –susurró Dean.

– Sí, cariño. Sólo... entremos.

Entonces mi novio empujó la puerta de vidrio y me dejó pasar primero. Luego, pasó él cerrando la puerta detrás.

Las chicas se acercaban al centro de la mesa para susurrarse entre ellas cosas, obviamente, de mí. Los chicos me miraban con los ojos muy abiertos.

Llegamos hasta la mesa donde antes nos sentábamos y notamos a Lissie comiendo sola.

– ¿Lissie, por qué te sientas sola? –le preguntó mi novio.

– Alison está casi muerta –dijo mientras masticaba su hamburguesa. Su comentario me dolió. Cerré los ojos un instante y calé aire–, así que, no puede venir y sentarse conmigo. Tobias no me habla, no sé porque –tragó y siguió hablando–. Está muy distante, no se junta con sus amigos del equipo de fútbol, ni habla con nadie. Brad no viene a la escuela hace un mes o más. No lo sé. Y bueno, América no viene y tú no vienes a esta Universidad –dijo señalándonos con dos dedos llenos de mayonesa–. Ya qué, son padres – sonrió y mordió la hamburguesa.

No dije nada, sólo me senté y la miré como comía su almuerzo. Dean imitó mi acción sentándose a mi lado, de modo que quedamos frente a Lissie. Ella volvió a sonreír sin mostrar los dientes, con las mejillas llenas de comida. Le sonreí a medias.

Lissie no era quién yo conocí hace tiempo. Ella era amable, divertida, carismática, ruda, difícil de impresionar y temeraria. Ahora, era totalmente bizarra. Lissie solía ser muy coqueta y femenina. Actualmente, perdió todo eso. Llevaba puesta una sudadera color amarillo con las siglas "Tómalo o déjalo" en color rojo y unos pantalones de gimnasia azules. La miré con pena, quizás ese novio que tiene le ha estado dando demasiadas drogas y ella no recuerda ni como era.

– Lissie, ¿qué te pasó? –le pregunté lentamente–. Estás diferente, ya no eres la chica de antes.

– ¿Cómo que no? ¡Estoy mejor que nunca! –rió– ¡Los chicos voltean a verme!

– Porque estás horrible –admitió sin más Dean. Lissie abrió la boca asombrada por la sinceridad de mi novio.

– ¿Tú crees? –susurró ella. Dean asintió lentamente.

Encadenada al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora