Un beso verdadero puede ser tan mortal como la mordida de un vampiro, pero a quien le importaría morir tras sentir la pasión de un amor puro y sincero.
Veras a la muerte en toda su belleza, a la vida tal como solo se conoce en el mismo punto de la...
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Matteo levantó la cabeza un poco.
-¿Estás bien?-no era muy experimentada como conductora. Difícilmente podía apartar los ojos de la carretera.
Él asintió, se enderezó. Sacó un pañuelo del bolsillo del pantalón y empezó a atarseló al rededor de la muñeca.
-¿Qué estás haciendo?-preguntó él, dándose cuenta de que casi habían regresado al sitio de donde salieron.
-Nos vieron ir en dirección contraria-dijo ella-espero que no se les ocurra buscarnos en esta dirección-Y eso suponiendo que por supuesto no se cruzaran con ellos, y si sí, que no reconocieran el auto.
Matteo asintió nuevamente. Con la mano izquierda y los dientes logró amarrar el pañuelo alrededor de su muñeca. Ella se atrevió a dirigirle otra mirada, más prolongada, dudosa de que esta medida de primeros auxilios, aparentemente inadecuada, fuera suficiente para detener la sangre. Por lo visto sí. Momentáneamente al menos. Pasaron frente a la lavandería, la puerta seguía abierta, pero a simple vista no había nadie dentro. Tampoco había nadie en la calle, ni creyó que hubiera nadie a la vuelta de la esquina, la camioneta no estaba.
Tampoco éstaba la policía, a pesar del ruido. Era casi como si todo lo hubiera imaginado. Salvo por el joven que iba a su lado, pálido y sangrando.
-¿La clínica de la universidad está abierta las veinticuatro horas?-preguntó. Estaba más cerca que el hospital.
-No lo sé-dijo Matteo-nunca antes tuve necesidad de ir.
-¿O vamos primero a la policía?
Matteo se quedó pensando.
-A la clínica-notó la mirada ansiosa de ella-estoy bien-Le aseguró-podemos llamar a la policía desde ahí.
A ella no le pareció que estuviera bien. No creía haber visto antes a nadie con esa palidez, de no ser por su tía Sharon. Y la única vez que vió a la tía Sharon fue en su funeral...
Luna tomó la calle que conducía a la universidad.
-Tendrás que indicarme el camino-le dijo-no conozco muy bien el lugar. Y nunca había conducido de noche.
¡Maldición!, pensó, al ver la mirada aguda que le lanzó. ¿Por qué tuve que darle semejante información?
-No tienes permiso para conducir de noche- afirmó Matteo.
Siempre fue terrible para decir mentiras: su cara traicionaba lo que su voz no. Así que ni siquiera lo intentó. Se limitó a decir que no con la cabeza.
Él se recostó en el asiento sin dejar de mirarla.
-Luna-dijo con suavidad-¿cuántos años tienes?
-Diecisiete-iban bastante despacio y pudo girar la cabeza para mirarlo. Si él era mayor de lo que pensó inicialmente, evidentemente ella era menor de lo que él supuso. ¡Soy una lengua suelta!
-A la izquierda-le dijo sin avisarle a tiempo, de modo que dio una vuelta muy cerrada y el auto salió de la calzada.
-Lo siento-murmuró.
Él se inclinó hacia adelante para señalar.
-Después de este edificio.
En esta ocasión le avisó con tiempo; solo que ella pensó que se trataba del edificio grande con el contenedor de basura al lado, y cuando vio el camino que estaba detrás del basurero ya se había pasado.
-Deténte-le dijo Matteo.
Se detuvo y se estacionó en el lado izquierdo porque ahí era donde se ubicaba el edificio, antes de recordar que la calle era de doble sentido.
-Lo siento-dijo de nuevo.
-No te preocupes-se recostó nuevamente y ella se dio cuenta de que reía.
-Lo siento-dijo ella mecánicamente, sin siquiera saber por qué. Apagó el motor abruptamente. ¿Él se estaba riendo de ella y ella se estaba disculpando?
Matteo se dio cuenta de que estaba enojada.
-No te enojes Luna, es de alivio-Todo vestigio de risa había desaparecido. Su voz había vuelto a ser apenas un susurro-lo siento mucho, te debo la vida.
Los dos pudimos haber muerto, pensó ella. Sobre todo él, pero pudimos haber muerto los dos. Entonces empezó a temblar.
Matteo se deslizo hacia ella y le pasó el brazo por los hombros.
-Lo siento-volvió a decir ella. Pero ahora sabía por qué: por ser tan tonta cuando ya todo había pasado. Con el resplandor de las farolas del estacionamiento que estaba al otro lado de la calle pudo ver que él contuvo una sonrisa. Luego la besó...
