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Las piernas de JiMin continuaban flaqueando. Había estado ya una semana recostado. Su cerebro jugaba una mala jugada con él. Jungkook lo ha acompañado todas las tardes llevándole frutas y la cena mientras que Taehyung pasaba todas las mañanas animándolo para que saliera. JiMin de verdad quería ponerse de pie y caminar pero no podía. En su mente existía el recuerdo de cuando esa espada traspasó su corazón, recuerda cuando por un momento comenzó a asfixiarse y en su mente gritaba que Ho Seok lo recordara para no morir y pudo volver a respirar. Aún recuerda cuando él mismo olvidó a aquel que le mostró lo que era amor verdadero. Aquel que le mostró que el amor tiene diferentes lados y diferentes formas de mostrarse. El amor es muy peligroso era lo que siempre escuchaba pero nunca le tomó interés, al menos no hasta ahora. Y vaya que esa persona tenía razón, es muy peligroso. Pero valía la pena sufrir por él. Valía la pena llorar, reír, enojarse, sentirse amado, todo valía la pena.

Valía la pena vivir.

Así sea en una miseria, así sea en el dolor de una pérdida, así sea en la pobreza o riqueza. Valía la pena vivir. Al menos aquella persona que ha encontrado el verdadero amor, ya sea en sí mismo o en otra persona, lo sabe.

JiMin pensó en Ho Seok. Pensó en todo lo que han pasado desde hace años y cuanto han sufrido ambos. Quizás la vida había sido muy injusta, quizás lo siga siendo pero él es feliz a su lado. Ama a su dios y su dios lo ama a él.

Todo parecía estar bien.

—¿Seguro que no quieres comer estas sabrosas fresas con whip cream? —preguntó Taehyung por milésima vez para recibir la misma negación. —Pfft bien, más para mi entonces. —ambos rieron. JiMin agarró la gran mano de Taehyung y la entrelazó con la suya moviéndola de un lado a otro.

—Tae, ¿crees que todo estará bien en el futuro? ¿Crees que finalmente las cosas mejoren? —con el ceño fruncido Taehyung sonrió y dejó un pequeño beso en la frente de JiMin.

—Claro que sí, ¿por qué no lo estarían?

—Nuestra vida es una montaña rusa, tenemos tantas aventuras y tantas altas y bajas que no creo que tengamos una vida normal.

—Ay JiMin, desde que te enteraste que eras un ángel debiste saber que nunca tendremos una vida normal. ¡Somos extraños! Un extraño positivo. —soltó su linda carcajada contagiando a JiMin. —Bueno me tengo que ir pero no estarás solo. —sonrió y dejó entrar a Ho Seok a la habitación.

—Hola príncipe. —saludó mientras caminaba hasta la cama donde acompañó a un acostado JiMin.

—Hola mi sol. — Ho Seok estaba feliz, no podía creer que finalmente estuviera con su pequeño JiMin sin ningún problema. Excepto el que no pudiera caminar, pero ese ya lo tenía desde hace una semana. —Oye, ¿sabes qué?

—¿Qué? —toda su atención se dirigió a los ojos mostaza de su ángel.

Te amo.

Los labios rosados de JiMin se acercaron a los labios rosados de Ho Seok uniéndose como si encajaran. La suavidad de sus toques fue especial. Ese beso mostraba el cariño, el deseo de vivir toda una vida juntos. Se amaban con inmensidad. El beso continuó por algunos minutos y algunas pausas.

El sueño los atacó por lo que descansaron justo al lado de otro. Sus respiraciones se conectaron, las piernas de Ho Seok se entrelazaron con las de JiMin y los brazos flacos de JiMin abrazaron la cadera de su dios.

Simplemente perfecto.

{Mental}



Busan había mejorado durante los años, Lee había desaparecido del país y del mando por lo que ya no era presidente. Su hijo, en cambio, era quien lideraba todo Busan. Sus intenciones no eran malas, al contrario, pidió que los dioses y sus ángeles volvieran algún día y quizás se quedaran o visitaran cada cierto tiempo. Le pidió ayuda a Ho Seok, necesitaba que la gente tuviera amor, que volvieran a experimentar lo que era felicidad. Jooheon de verdad lo necesitaba, necesitaba unir a un pueblo. El pueblo que su propio padre destruyó por completo.

Los chicos habían aceptado encantados. Volverían a Busan y visitarían cada dos o tres meses por algunos días. Jooheon terminó siendo un buen amigo y ni siquiera actuaba como un demonio. Era un amor como persona.

Todos pisaron suelo coreano de nuevo y caminaron hasta los apartamentos donde se quedarían. Ya había pasado casi un año desde que Lee había desaparecido y los chicos hacían su visita a Busan.

—¡Buenos días, chicos! ¡Bienvenidos a Coffee me! —saludó Hyungwon alegre al ver a la parejita que se acercaba. —¿Qué pedirán hoy?

—Lo mismo de siempre. —respondió JiMin con una sonrisa.

—Entonces eso obtendrán. —sonrió escribiendo en una pequeña libreta y entregándosela al chico que preparaba los cafés.

La cafetería quedaba muy cerca a los departamentos por lo que JiMin y Ho Seok la visitaban todas las mañanas cuando llegaban a Busan. Hyungwon era uno de los encargados del lugar junto con su novio Ho Seok o como cariñosamente le dicen, Wonho.

—¡Dos Frappuccinos con dulce de leche! —una campanita fue tocada por Wonho avisándole a Hyungwon que la orden fue servida. —¡Hola JiMin! ¡Hola tocayo! —saludó al salir de su lugar de trabajo.

Ambos Won eran demonios pero, al igual que Jooheon, estos eran buenos. Los ángeles tienen mechones de color al igual que sus dioses y cambian sus ojos de color mientras que los demonios poseen algún poder como el de desaparecer y así.

—Nos gusta el trabajo que hace Jooheon. Si estuviera al mando de Lee no sé qué seguiría pasando con Busan. —dijo Ho Seok.

—A lo mejor unos 100 años de puro dolor, sufrimiento y monotonía. Gracias a Jooheon pudimos abrir esta cafetería y hacerla nuestra. Cuando estaba Lee éramos prisioneros e incluso nos odiábamos. —señaló a Wonho y a él. —Era muy difícil salir a las calles con una sonrisa porque luego te gritaban o lanzaban con algo.

—Era un completo desastre ésta ciudad.

—Bueno, nos tenemos que ir.

—¡Hasta luego, chicos!

—Hasta luego, cuídense. —el rostro de Wonho había cambiado a uno serio pero ninguno de los chicos le tomó importancia.

Mental Illness || HopeMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora