Capítulo 3

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Diablos, ella era hermosa. No de una forma clásica y perfecta, como un Dios o un Demonio. Sus ojos eran muy grandes para su cara ovalada. Tanto que casi la opacaban. Y sus uñas estaban aserradas como si ella tuviera el hábito nervioso de comérselas.

Pero sus labios…

Gruesos, llenos y de un color rosado brillante, eran perfectos. El sólo pensar en ellos, hacían que su cuerpo se revelara. Lo hacía dolerse por poseer la misma cosa que debería estar matando.

Con razón Solin la protegía tanto. Si ella fuera su mujer, mataría a cualquiera que se le acercara también. ¿Cómo no hacerlo? Era un instinto primario el proteger las cosas que eran importantes para uno.

No en tu caso.

Eso era verdad. Él era un animal al que no le importaba nada, excepto él mismo. Era todo lo que conocía. No vivía la vida. La soportaba. Noir se había encargado de hacérselo entender y nada iba a demostrarle lo contrario. Su existencia se basaba en sobrevivir. No había nada más en su mente. Nada. Él hacía lo que le decían.

No tenía otra opción.

Y en este momento, tenía un Dios al cuál extraerle información.

-Tú, te quedarás aquí. -Le dijo a la mujer. Entonces volví para interrogar a Solin, y si tenía suerte, sería la última vez.

* * *

Dejé de moverse al encontrarme sola.

¿Dónde estaba el Demonio?

Mejor dicho, ¿dónde estaba yo?

Como el resto del reino en el que estaba, la habitación era oscura, y la única luz venía de esos tubos azules en el cielo que de manera extraña le recordaban a la sangre. El aire era frío y húmedo y hacía que el lugar fuera todavía más deprimente.

Lo más raro era que no había una puerta. Ni siquiera rastros de ella. Tampoco una ventana. Caminé alrededor de la habitación. Volviendo sobre mis pasos. Por supuesto. La única forma de entrar o salir era la tele transportación. Algo que en este lugar, no podía hacer.

¡Maldición!

Atrapada.

Vi una cama en la esquina más alejada. Sábanas de piel la cubrían, pero parecía que nadie dormía en ella. A decir verdad, tenía una capa de polvo alrededor. Las paredes eran de piedra, húmeda como las paredes de los pasillos en los que había estado anteriormente.

Había una chimenea, pero no había fuego que eliminara el frío en la habitación que le llegaba hasta los huesos. Al lado de la misma había un enorme y limpio escritorio barroco de madera. Una laptop, descansaba sobre el mismo. Era el único objeto personal en la habitación.

Curiosa, caminé hacia ella, con la intención de prenderla. Pero en el momento en que la toqué, la tapa se cerró, y de casualidad no me agarró los dedos.

¿Qué carajo?

Traté de abrirla, pero no quiso abrirse. Era como si estuviera viva y sabía que yo no tenía que usarla. Si claro…

Al menos no me estaban torturando.

Todavía.

¿Qué voy a hacer?

Levantar la daga, y esperar. Hice un gesto ante la cantidad de sangre que había en mí. Parecía que había perforado una arteria. Y él ni siquiera había mostrado una reacción. Obviamente era un inmortal. O alguien a quien le gustaba el dolor.

Estoy muerta.

¿Qué más haría conmigo, además de matarme?

La respuesta obvia me aterraba más que pensar en morir. No voy a dejar que me viole. Quizás no sería capaz de matarlo, pero iba a castrarlo si me ponía una mano encima.

El Guardián [Willyrex&Tú] *Editando*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora