Capítulo 8

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Temblé al no poder controlar el miedo y la rabia. Sí, sentía un dolor inimaginable, pero no me importó cuando entré en la casa de mis enemigos.

El Olimpo.

La sala de los Oneroi, para ser preciso. No había estado en este lugar durante tanto tiempo que ya olvidé de cómo era. Nada más que la desesperación me había hecho venir a este lugar.

Estaba haciendo esto solo por _____. Y por ella, haría cualquier cosa. Sin hacer preguntas. Todo lo que tenía que hacer era llamar y acudiría a ella, sin importar las consecuencias.

Con el corazón latiendo fuertemente, entré en las cámaras de las que había sido desterrado.

Madoc, el mayor de los líderes de los Oneroi, levantó la vista con el ceño fruncido, gesto que rápidamente se transformó en una máscara de incredulidad. Como todos los Dream‐Hunters existentes, Madoc poseía una belleza excepcional que hacía que los humanos casi no pudieran mirarlo a los ojos. Su cabello corto era negro azabache y sus ojos azules prácticamente brillaban.

Él se puso de pie. Apoyando los puños en la mesa de conferencias, se inclinó en lo que obviamente era una actitud agresiva. Como si algo así pudiera intimidarme.

-¿Solin? -

Su tono era bajo y apagado, como si Madoc pensara que estaba alucinando. Mantuve mi cara estoica. No había necesidad de enajenar a Madoc todavía.

-Sí, se congeló el infierno. -Tendría que haber pasado para que estuviera en este lugar pidiéndole a Madoc algún tipo de favor.

Madoc levantó una ceja en un gesto condescendiente. -¿Por qué estás aquí? -

Porque, los Dioses sabían que, si bien habíanos formado una tregua hacía algunos años en Grecia, nunca fuimos  amigos. Ninguno de los dos confiaba en el otro. Habíamos peleado durante demasiados siglos como para eso.

Me mantuve de pie del otro lado de la mesa e imité la actitud de Madoc.

-Tenemos un problema. -

Eso sólo pareció divertirlo. Madoc resopló con un gesto de negación.

-¿Tenemos?

Estaba a punto de borrarle el gesto sobrador de un golpe. Pero no necesitaba mis puños para hacerlo tambalear. Las palabras serían mucho más efectivas por esta vez.

-¿Te acuerdas de la llave del Olimpo? -Todos ellos me habían atacado por la misma.

Por siglos.

Habían tratado de todo para encontrarla y destruirla mientras la protegía con todas mis fuerzas.

Esa llave era lo único que podía matar a los Dioses del Olimpo y destruir su mera existencia. La sangre de las tres razas que, Zeus, Apolo, y los Destinos habían condenado y maldecido equivocadamente. Sangre que era una mezcla de una Diosa Atlante que nos había maldecido después de que mataran a su único hijo y la encerraran en el Infierno Atlante. La Diosa de la destrucción absoluta, Apollymi, nos prometió que llegaría el día de su venganza cuando la bestia del pasado venga y nos confrontaría por nuestras numerosas trasgresiones.

-A menos que me envíen a Apolo y a esa perra de Artemisa, llevará a cabo mi justicia y vengará a mi hijo inocente, al cual Apolo destripó como un carnicero…   -

-Una combinación de todo lo que ustedes buscaron destruir en su desesperación, sobrevivirá contra viento y marea. Y su mezcla de sangre será su veneno. Y el día en que vaya por sus vidas, mi risa resonará en la Sala de Zeus, y cada Dios Griego sentirá mi furia mientras mueren en extrema agonía.

El Guardián [Willyrex&Tú] *Editando*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora