5. Juramento Sagrado.

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Empecé a caminar tan rápido, que llegué al punto de estar corriendo. No quería que un extraño me siga. Es decir, por su culpa casi me matan. Ahora me está siguiendo. No me agrada el hecho de tener un chico que me acose. Ni bien llegue a casa le voy a decir a mi mamá... O tal vez a un psicólogo.

-            ¡Mamá! – grité ni bien entré. Percy entró después de mí y cerró la puerta. - ¿Qué haces? ¡No entres!

-            ¿Y qué se supone que haga, que me quede afuera? ¿Con ese frío?

-            ¡Sí!

-            ¿Vita? ¿Llegaste de la escuela?  - preguntó mi madre mientras se acercaba.

-            No, llegué de hacer la maratón de cosas más locas que hice alguna vez en mi vida – dije.

-            No hace falta que seas sarcástica. – me reprochó.

-            Pero lo digo en serio

-            Como digas. ¿Me podrías alcanzar la caja de primeros auxilios que me lastimé el dedo?

-            Sí. – Me iba a girar, pero recordé que Percy estaba detrás de mí. – Percy, Mamá. Mamá, Percy.

-            ¿Vita, quién es este chico?

-            No lo sé. – dije mientras agarraba el botiquín de Primeros Auxilios del cajón y sacaba una venda. Saqué el agua oxigenada le tiré un poco a la venda y se la di a mi mamá, que se la colocó sobre el dedo.

-            Soy un amigo de su hija. – mentiroso le dije con un movimiento de mis labios,  pero él ni reparó en eso...

-            Hola, Soy Clara – lo saludó mi mamá. Ella siempre es amable con todo el mundo.

-            Percy – se presentó él.

-            ¿Te quedas a comer? – preguntó mi mamá.

-            De hecho quería preguntarle si... No, es una tontería, mejor olvídalo. – dijo, él con un gesto de la mano, restándole importancia.

-            ¿Qué?

-            Es que... mis padres salieron de la ciudad, y me estoy quedando solo en mi casa, pero no me gusta estar solo, y me preguntaba si me dejaría quedarme...

-            ¡OH, pobrecito! ¿Es la primera vez que ellos salen y te dejan solo?

-            Si. Y no me gusta estar solo... ¿Podría quedarme? Digo, si no es mucha molestia..

-            Claro que no. Tenemos espacio de sobra.

-            Genial.

-            ¿Y es así de fácil? Dejas que un extraño entre en tu casa ¿así, sin más?.

-            Hija hay que ser buenas personas y...

-            ¡¿Pero, y qué si es un violador asesino serial que patea perros?! – exclamé gritando.

-            Vita, es mi decisión final, este chico se queda en nuestra casa y punto. No podemos dejarlo que se quede solo. ¿Y Si le llegara a pasar algo? ¿Podrías vivir sabiendo que lo pudiste haber evitado solo dejándolo quedarse en tu casa?

-            Pero... - comencé a decir, pero ella me interrumpió.

-            VITA, PERCY SE QUEDARÁ, Y ES MI ÚLTIMA PALABRA. ¿ENTENDISTE?

-             Si... - mascullé por lo bajo.

-            ¿Qué dijiste? – dijo ella con una mano en el oído.

-            Dije que si – volví a repetir más alto.

 ¿Cómo había logrado eso en tan poco tiempo? Yo no lograba que me dejara salir sola a pasear por el centro, pero dejaba que un extraño se quedara en su casa como si fuese uno más de la familia.

-            Bueno mamá. Tenemos que irnos...

-            Pero si acaban de llegar. – dijo ella, ya más tranquila.

-            Si... Pero olvidé que tenía que hacer unas cosas más... Vuelvo en seguida. – dije, agarré a Percy de la campera y salimos por la puerta.

No hablé hasta que llegamos a una plaza más o menos desierta. Cuando por fin me detuve, lo volteé a ver. Parecía tan normal. Tan tranquilo, como si lo que hubiéramos vivido momentos antes de llegar a mi casa no hubiera pasado.

No me malinterpreten, no es como si ahora vaya a ir al manicomio, tocar la puerta y decir "Hola, creo que me volví loca, porque me estoy imaginando que una rubia mal teñida puede sacar humo de sus manos, que un chico puede hacer que plantas crezcan del suelo solo con tocar la flauta y que un adolescente tenía una espada que antes era un bolígrafo. Por favor, denme un chaleco de fuerza y algunos calmantes..."

Lo más probable era que lo que haya comido antes me haya caído mal. Que tenga alucinaciones por estrés, o tal vez estoy en una camilla en un hospital y voy a despertar y me van a decir "Tuviste un accidente, una nena iba andando en bicicleta y te pasó por encima." O ¿quién sabe qué más...?

Pero lo que menos me importaba en este momento era eso.

-            ¿Se puede saber por qué le dijiste a mi mamá que te quedarías en mi casa?

-            Ya te dije que no me iba a ir sin que me acompañes. No te voy a dejar tranquila hasta que vengas conmigo a un lugar.

-            ¿Esto es parte de tu plan para secuestrarme, no? Mira, sé que soy muy bonita y todo eso, pero tenes que pensar un mejor plan para llevarme a tu cueva...

-            Estoy hablándote en serio. Es muy necesario que vengas.

-            Está bien. Primero me decís a donde, y después lo puedo llegar a considerar.

-            Vamos a ir a un campamento. Es de vital importancia que vayamos lo más rápido posible.

-            Bueno, digamos que acepto ir. ¿Qué pasaría cuando llegáramos? ¿Un comité de bienvenida? ¿Una fiesta, o un secuestro en el que le piden a mi mamá dinero a cambio de mi?

-            No sé cómo responder a eso, pero puedes acompañarme y allá lo ves con tus propios ojos.

-            Me rindo. Vamos por unos minutos y después me vuelvo a mi vida. Y quiero que me prometas que me dejaras en paz.

-            Está bien. Te lo juro – dijo con una sonrisa.

-            ¿Qué? ¿Por qué sonreís?

-            Alguien una vez me dijo una vez...

-            Si... si, lo que digas.  - dije interrumpiendolo - Pero a mí no me va lo de "Si te lo juro" y después no lo cumples. Para mi, si juras lo haces bien, y más si eso me involucra a mi... ¿Qué es lo más sagrado que tenes?

-            No lo sé.

-            Uy, mira que sos tonto que ni siquiera lo sabes. Bueno, entonces lo vas a hacer por lo más sagrado que yo tengo. Mi vida. Pero en tu caso es la tuya.

-            ¿Por mi vida?

-            Sí.

-            Está bien. Lo juro por mi vida. – dijo un poco más dudoso.

-            Entonces, vamos. Mientras más rápido lleguemos, más rápido nos vamos.

-            Antes tengo que hacer unas llamadas. Espérame sentada, por favor.

Dijo, y se alejó con paso decidido hacia una fuente que había en el parque. No alcanzaba a ver lo que estaba haciendo, pero había algo de agua y mucha luz. Parecía que estaba... ¿conversando con la fuente? Y después me creo que la loca soy yo...

Dos Vidas - Los Peligros de ser semidiosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora