Confesión

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Por fin lo entendí.

No es que yo sea débil, porque para algunas cosas soy tan fuerte como un roble o tan flexible como un junco.
No es que los hechos que han marcado mi vida me hayan dejado loca o rota por dentro, porque yo sigo teniendo mi cordura y río y sonrío todos los días.

No, no es nada de eso.

Ni siquiera es que me coma demasiado la cabeza con el tema de no entender qué demonios pasa por mi mente al sentir cada emoción fuerte, ya sea tristeza, júbilo, dolor o ilusión. No.
Simplemente, y sufriéndolo a mi manera, soy mentalmente inestable.

Así, como todo el mundo.

Reflexiones de una mente transtornadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora