CAPÍTULO XVI: UN SECRETO A VOCES

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Si mi teoría era cierta, nuevamente debía entrevistar al doctor Stanton.
Nos encontramos en Córdoba y Paraná, entramos a “Tempo”. Pedimos café.
-Pecthos, recibí su mensaje donde me dice que tiene noticias importantes para mí.
-Doctor, estoy para aclarar una situación sumamente delicada.
-Lo escucho, si bien no vislumbro ninguna situación, ¿cómo fue que dijo usted? ¡Ah, sí!, delicada.
Rápidamente le expliqué lo visto en la filmación y mis sospechas, ya no de una manzana, sino de los bombones de chocolate.
-Amigo Pecthos, más que un investigador usted parece un artista de la imaginería policial.
-¡Quizás!, doctor, ¡quizás!
-¿Qué tipo de venenos conoce para que un médico no se dé cuenta y equivoque su diagnóstico?- habló con su tono calmo pero duro.
-Doctor, pediré al señor fiscal que exhume el cadáver para iniciar una investigación.
-Pero, ¿usted cree que mentiría ante la muerte dudosa de mi mejor amigo?
-Sí. Por eso mismo. Proteger a su mejor amigo, proteger el buen nombre de la Institución y proteger a su amante.
-¡ Tonterías! Además tengo entendido que ayer incineraron el cuerpo.
-Error, doctor. Desde que inicié esta investigación, solicité no se tocara al muerto por pedido de la compañía de seguros a la que represento.
Observé cómo se derrumbaba su fachada de seguridad y suficiencia. Transpiraba en frío, creí verlo al borde de un colapso. Con voz entrecortada me respondió, -usted gana, Branka, le diré la verdad.
-Ya empezamos a entendernos. Lo escucho.
-Catherine y yo fuimos amigos desde antes de su matrimonio. William lo sabía. El día de su muerte, él se había excedido con algunas golosinas y algo de alcohol.
-Sé que era diabético.
-¡Sí! No era un paciente fácil.
-Ya me lo había comentado antes.
-Su descompensación fue una mezcla de shock diabético y de sobredosis de cocaína.
-¿Era un adicto? Porque algo escuché.
-En su juventud, pero no ahora. Por lo menos jamás lo supe o sospeché.
-¿Lo tendría bien escondido? ¿Puede un paciente engañar a su médico?
-¡Difícil! pero no imposible. Señor Branka, estoy en sus manos.
Se levantó lentamente y partió.
Me pareció verlo vencido o menos brillante.
Yo también me retiré.

MUERTE EN LA ESCUELADonde viven las historias. Descúbrelo ahora