CAPÍTULO XIX: OTRA VEZ LOS ARCHIVOS

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Dentro de un plan de trabajo, se debe buscar, en lo posible, un colaborador celoso de lo suyo.
Dos personas, cada una a su manera habrían de servirme.

-Te dije que ese viejo era medio turro, que te usaba y luego te dejaba por ahí, por si te necesitaba. ¡No!, qué va, libre jamás. ¿Y si te ibas? ¿Y si encontrabas a otro? ¡Era capaz de arrancarte el hígado!
Así empezó Geranio.
Verborrágico, histérico, con ganas de que el profe pagara lo que él sufría.
-¿No te habrás querido vengar del profe? -lancé la pregunta.
Respondió con furia en la mirada. -¡No seas tan hijo de puta!, yo amaba a ese despiadado. Además se pasó de dosis, no creo en otra cosa.
-Hay una posibilidad de envenenamiento.
Se sorprendió. Continué.
-Necesito tu ayuda para llegar a la verdad. Tengo poderes legales para investigar a fondo.
Pasó del enojo a la reflexión.
-Tengo miedo, soy muy cagón. Te soy sincero, no sé si podré.
-Te comprendo. Te aseguro que no debés arriesgarte en nada.
-No es tan fácil- me retrucó.

Pertenezco a la clase de personas a la que los problemas lo incentivan para seguir adelante. Por ese motivo, entre otros, no alcancé a medir las palabras del viejo Geranio.
Quedamos en ayudarnos, en secreto, siempre que no aparecieran peligros.

La mejor de las llaves sería mi madura y hermosa amiga, Mónica, la secretaria.
-¡Ay, no Pecthos!, si cometo un error pierdo mi empleo y ya Cathy me tiene entre ojos.
-Te informo que Catherine como los miembros del Directorio del College me han autorizado en secreto para que investigue, además pronto se hará cargo Alfred- comenté para tranquilizarla.
-¡Alfred vendrá para vengarse!- se le escapó, porque de inmediato, repitió un gesto muy suyo, se tapó la boca como con culpa.
-¡No!- afirmé- tengo un documento confidencial firmado por los herederos en el que prometen protección a quienes colaboren en la investigación.
-Pecthos, cuando ya no estés aquí, ¿quién se acordará de ese documento?
-Mi querida Mónica, cuando esto termine ¿quién puede afirmar algo?

Sentada ante su PC se veía tan frágil que la abracé como lo haría con mi tía.
Me miró con tanta calidez que descubrí que nunca podría ser mi tía.
Esa noche en la cama me prometió guiarme con los archivos del personal. Los de alumnos y familias, si bien son confidenciales, ella tiene las claves.

Mónica me acompañó a la sala de archivos. Está debajo del gimnasio, al costado de la piscina. Es un sitio alejado y lúgubre. El material fue trasladado de la oficina del rector fallecido y en apariencia no ha sido tocado.
De un sobre lacrado, que decía “confidencial”, sacó una tarjeta con letras y números que permitirían entrar a la PC principal y archivo personal del Rector y Representante Legal del Instituto. Había, también, una llave y con ella abriría la caja blindada con varios legajos, de los especiales.
Me dispuse a develar los misterios tan bien guardados.

-Pecthos, antes que abras yo me voy- dijo Mónica.
-¡Bien!, cuando termine te aviso.
-Gracias por la noche pasada, me trataste como a una mujer- me dijo con suavidad y absoluta calma.
-Así lo quise, yo fui muy feliz. ¡Ahora debes salir o involucrarte!

Una vez solo, puse manos a la obra.
Si bien estaba limitado a leer dentro del recinto sin poder retirar nada de allí, tomaría notas.

Abrí el primero:
Dossier de Amré Fardam.
Había escritos y comentarios de puño y letra de William. Algunas fotocopias sin autenticar.
Los documentos fueron rehechos por la embajada marroquí en Londres:
“Se declara hijo de inglés, no reconocido por el padre, madre viuda”.
“Residente en Gibraltar”.
“Conocimientos militares, declara haber peleado para la O.N.U. en África negra”, posible mercenario.
“De carácter alegre y muy sociable”.
Cuando lo conocí me declaró tener veintiséis años. Viajó mucho. “Se dice comerciante y que terminó el Bachillerato en España”.
“Madre judía”. Lo he visto comer cerdo. Bebe como un hijo de Baco, apetito insaciable.
“Mujeriego” aunque reconoce haber tenido relaciones con hombres.
Adora la historia italiana porque admira que saben matar sin ruido y sin dolor. ¿veneno?. A veces asustan sus opiniones.
Nos conocimos en un viaje que hice a Medio Oriente, fue para mi doctorado en filosofía hace tanto que casi ni me acuerdo.
Fue en un barrio bajo, en una escapada a un prostíbulo de danzarinas y droga. Los dos muy jóvenes congeniamos y pasamos los tres más divertidos meses de mi vida.
Años después, en la época en que López Rega era Ministro de Acción Social, se vino a Buenos Aires con unos amigos de Argelia y Marruecos para trabajar en el campo. No le creí, “me es fiel” y con ello me sobra.
Llegó para la Navidad del 75, no conocía a nadie. No me buscó.
En pocos meses, ya disponía de un departamento y auto. Dicen las malas lenguas que colaboró con la “Triple A” en algunos secuestros, tanto extorsivos como con desapariciones. Todo es posible. Me cuesta creerlo. (Subrayado en azul)
En el 82, después de la guerra de Malvinas, apareció un día pidiéndome empleo.
-Estoy contento de verte, me dijo. Sé que eres muy importante, estaba seguro cuando te conocí que llegarías lejos. No me equivoqué.
-Amré, te doy la bienvenida. La imagen de nuestra institución es la garantía de nuestro progreso. Jamás olvides eso-le recalqué con énfasis.
-Comprendo y si de algo puedes estar seguro es de mi fidelidad. Quiso darme seguridad.
-Espero que tu mitad inglesa sea la que habla. Amré me miró fijo y sonrió. Continué: -Necesito alguien de suma confianza, no puedo hacer todo. Serás Jefe de Personal y mi protector o guarda-espalda o algo similar. Tu me entiendes ¿no es así?
-Por supuesto William, te entiendo. Se abrió la camisa y me mostró una serie de profundas e impresionantes heridas. Fui mercenario y soy un hombre que no tiene nada que perder, nadie me espera, ni llorarán por mí. No tengo escrúpulos, ni le hago asco a nada. Sólo defiendo mi libertad.
-Si cumples tendrás más libertad de la que te imaginas-lo interrumpí.
-Gracias – contestó.
-Exijo, pero doy. No te arrepentirás.
Un apretón de manos selló el acuerdo.
Amré como jefe de personal es estricto y muy justo. Le pago un salario extra, en negro, por servicios privados que no hacen al College.
No me mintió jamás. Sus vicios son las mujeres, especialmente las ajenas.
Es ambicioso con el dinero, buen bebedor. “Mitómano”. Algo excéntrico en las fiestas privadas. A mi joven mujer, Catherine, no la quiere. Sí respetó y acompañó a mi primera mujer hasta sus últimos días, aunque ella desconfiaba de él y nunca lo quiso.
Es celoso. Reservado. El College es una de sus pasiones.
Firma W.D.

MUERTE EN LA ESCUELADonde viven las historias. Descúbrelo ahora