CAPÍTULO XVIII: EL DESVÍO

0 0 0
                                    

Volví hecho una pinturita. Feliz. Quedé copado con la viuda. ¡Qué lo parió! Aunque sabía de ahí ya no pasaba. Decidí llamar a Eduardo y luego al sobre.

Me atiende una voz ronca, de dormido -¡Hola!, ¿quién es?
-Soy yo… Te llamaba para confirmarte que no hubo suicidio.
-¡Pero!, son las cinco de la matina porque no te vas a la…
Corté la comunicación, apagué la luz y me dormí en la total oscuridad

A eso de las diez de la mañana me fui a la oficina. Al entrar la secretaria ya puso cara de trifulca y me mandé para la oficina del viejo.
Entré y lo observé enculado.
-¡Buenas!
-¡Qué buenas ni nada! Me llamas a las cinco para decirme lo que ya sabíamos y encima te cogiste a la cliente, ¿qué otra cagada querés hacer? o no te dije andá con cuidado, sé cauteloso.
-¡Pará con los gritos, estás asustando a la gente!
Eduardo se seca la transpiración, mira hacia fuera y baja el tono. Retoma el diálogo. -¡Ya está!, caso cerrado.
-Primera parte cerrada porque ahora…
-Ahora ¿qué?
-No olvides que Alfredo, el mayor de los herederos, me contrató para esclarecer todo.
-Vos si no tenés quilombos no podés vivir. Andate, te doy una semana y ni aparezcas por acá si no es para algo concreto y productivo.
Salí en silencio, me acomodé la ropa y me dirigí a todos los empleados que escucharon los gritos. -¡Ahí se los dejo bien mancito!

Una vez instalado en mi auto llamé a Eduardo. No podía irme así de mal. Aproveché para confirmarle que de ninguna manera pensaba en el suicidio del profesor.
-¿Por qué? -preguntó.
-Estas personas se aman mucho a sí mismas, aunque no les interese arriesgarse.
-¿Cómo es eso? -insistió.
-¡Claro como el agua! Son de un gran ego, sus objetivos son muy fuertes cuanto más impedimentos tienen más aceptan los desafíos- respondí.
-¿Otra vez tu psicología burguesa?
-Jefe, teneme confianza. No olvidés que yo como vos concurrí a las dos universidades.
-¡Sí, pero en mi época aparte de la calle, todavía existía el potrero! Ojos bien abiertos Federico, ¡atenti!
-¡Por supuesto! Cuando tenga algo te llamo.
Colgué.
Él y su potrero, pensé.
La investigación iba a tomar otro camino, ahora más que nunca tengo que estar alerta.
Concerté una cita con Alfredo D’Onnelly.
A las dos horas nos encontramos.
-Amigo Branka, supongo que algo importante trae entre manos- dijo al saludarme.
-Señor D’Onnelly, debemos aclarar ciertos puntos que no tengo claros.
-Usted dirá- respondió con poco entusiasmo pero cortésmente.
-Tengo la convicción de que el profesor no cometió suicidio.
-¡Vaya hallazgo!, de ello hasta yo estoy seguro.
-¿Cómo?, no entiendo.
-Recuerde nuestro primer encuentro. Sólo usted dudaba ante la posibilidad del suicidio.
-¡Así es!
-Mis hermanos hablaron de muerte accidental o inducida por algunos excesos.
-¡Sí!
-Yo le pedí que llegara hasta las últimas consecuencias, ¿no es así?
-Recuerdo con claridad. Usted nunca creyó en el suicidio pero yo tengo la obligación de asegurarme y no llevarme por la creencia de quienes me rodean.
-Señor Branka, si mi padre no se suicidó, ¿qué pasó entonces?
-Caballero D’Onnelly, estoy en plena investigación. Necesito que llame al abogado de la familia.
-El Doctor Nelson Scoutt no sólo es el abogado del Instituto, sino, también, el abogado familiar- me confirmó Alfred.
De inmediato se puso al habla y el anciano jurista aportó en la reunión.

Hay un fenómeno que no deja de sorprenderme, cuando los poderosos necesitan un médico o un abogado estos se presentan al instante. Pareciera que están detrás de la puerta esperando ser llamados.
El Dr. Scoutt es bien conocido en el medio como un hombre calmo y muy razonable.
-Doctor- le dije- necesito que me haga un poder para indagar los archivos confidenciales del College.
-¿Los archivos?- se miraron.
-¡Así debe ser! Sin límites, por favor.
Scoutt se dirigió a Alfred.
– Debo consultar a la Junta, a los responsables del College.
Alfred dudó.
-Nelson, soy miembro de la Junta, haga lo que sea por obtener ese poder.
– Disculpe detective –dijo el leguleyo- ¿no podría darme cierta argumentación para hablar con mis otros clientes y así explicarles la situación?
-Doctor, es importante buscar entre la comunidad escolar al sospechoso de asesinar al Profesor William D’Onnelly.
– Pobre Catherine –dijo Scoutt- lo que va a sufrir.
-Señores, hablaré con la señora y ella comprenderá. Seré muy discreto.
-Eso esperamos.
Nos saludamos y allí terminó la reunión.

MUERTE EN LA ESCUELADonde viven las historias. Descúbrelo ahora