CAPÍTULO XVII: UNA LLAMADA ESPERADA

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Ya en mi oficina, me puse a repasar mis notas y a usar la lógica del investigador. Sospechar de todos y de todo.
¿Quién se favorece? ¿Hay venganza de por medio? Si fue suicidio, ¿por qué lo hizo?
Estos personajes, tanto amigos como familiares ¿tenían motivos para ayudarlo a morir?
Veamos:* La secretaria había sido su amante. Ella no soportó su matrimonio.
*Los hijos, evidente que no la pueden ni ver a Catherine. Además perdieron buena parte de la herencia.
*El médico gana en tranquilidad. ¿Irá en serio lo de su amorío? Lo niega pero me cuesta creerle.
* Geranio, salta a la vista su rencor. Fue su amante y luego su siervo.
*Amré, el más coherente. También lo tomó a su servicio. Motivo para vengarse: su amor propio. ¡Vaya!, los árabes se destacan por su orgullo.
*Catherine, la que más gana. Ahora está tranquila para sus joditas, le quedó la mitad de la herencia y tendrá buena plata del seguro en sus bolsillos.
* ¿Y el profe, William? ¿La impotencia lo enloqueció y planeó el suicidio? ¿Se drogaba y se le fue la mano? ¡Qué mierda esa fiesta! ¿Un bombón con coca o el bombón y la coca? ¿Es todo un complot? ¿Por qué?

Estaba en pleno delirio cuando sonó el teléfono. Miré el reloj, era casi media noche. Atendí.
-¿Pecthos?
-¡Sí!
-Soy Catherine, necesito que vengas urgente. Tengo que verte.

Llegué sin agitarme. Lindo chalet en la calle Lavalle, cerca de la estación Martínez.
Me abrió con el portero eléctrico. Pasé.
-¡Ponete cómodo que ya estoy!- me dijo desde otra habitación.
-Ya lo estoy haciendo.
Me senté en uno de sus amplios sillones con vista al parque.
Entró despampanante. Hermosa. Un vestido de fiesta rosado con transparencias que mostraba sus piernas bien formadas.
Se instaló en el bar y me ofreció una bebida.
-¿Qué te sirvo?
-Un vino blanco con cassis, ¡por favor!
-Beberé lo mismo.
-Catherine, aquí estoy. ¡Vos dirás!
-Pecthos, sé que piensas en William como si fuera un adicto.
-Tal vez.
-No lo era. Es todo una trampa.
-Una trampa, ¿para quién, por qué?
-No estoy segura. Me siento desorientada y muy sola.
-Catherine, ¿hay algo que querés decirme y no podés?
-Desde que murió William, siento que nadie me ama, que nadie me desea. Soy una mujer joven.
-Y muy hermosa.
Me sumé a sus dichos. Terminamos el primer trago y de inmediato pasamos al segundo.
Se sentó a mi lado, ahora no sólo eran sus torneadas piernas las que me desconcentraban, se sumaban sus hermosos pechos a los que dejaba asomar por entre el escote. Sabía hacia dónde se dirigía y el jueguito me estaba gustando. Como siempre digo “débil es la carne”. Aumentó el climax bajando las luces y acompañando el momento con “Negros Spirituals” como fondo musical.
Se acercó a mí, nuestros cuerpos se rozaron y nuestras bocas se encontraron en un firme abrazo y un beso fogoso. Las caricias y arrumacos hicieron que la alzara y la llevara hasta el dormitorio, ella me marcó el camino con la mirada y cierta sonrisita burlona que aumentaba mis deseos.
Nos hicimos el amor con vehemencia, casi con furia animal.
No hubo mayores preámbulos.
Su lengua era una víbora ardiente, infatigable. Su cuerpo agitado se movía sin cesar. No nos dimos descanso. Terminamos exhaustos.
Dormitamos un rato y bebimos champagne para saciar nuestra sed.
-Me has hecho muy feliz- dijo sorbiendo de su copa.
-Pocas veces he conocido una mujer que sepa amar como vos.
-Hacer el amor- corrigió.
-Pocas mujeres tienen tu encanto- insistí.
Salió de la cama. Estaba radiante, más linda que nunca.
Se sentó a mi lado. Se puso una bata, para no permanecer desnuda, interrumpió su labor. Acercó sus labios a mi oído y me pidió que no molestara al cuerpo de William.
No me gustó su pedido. Salí de la cama. Me vestí.
-Si te acostaste conmigo para obtener que no toquen el cadáver, te habrías ahorrado el trabajo. No pienso pedir la exhumación.
Di un portazo y me fui puteando en voz baja.
Ya en la vereda la escuché que me gritaba.
-¡Igual me gustó!, ¡y mucho!

MUERTE EN LA ESCUELADonde viven las historias. Descúbrelo ahora