Capítulo 3: Que comience el juego

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Debo haberme vuelto loca. No puedo creer que haya aceptado fingir una relación.
Lo frenoen seco y notó que nuestros amigos nos miran expectantes.
- ¿Estás loco? ¿Qué no les digamos nada?
- Por favor, sabes que conocen mi familia y Gastón puede meter la pata, eso es muy posible.
- Gerónimo, ellos son mi familia, ustedes son mi familia. No puedo mentirles ni ocultarles nada.
- Ellos te adoran, no vas a hacerlos enojar. Y en todo caso, yo voy a hacerme cargo de eso, de todo. Por favor, ¿si?
Sólo lo miro y camino lejos. Sí, fingir una relación y frente a todos nuestros amigos y su familia. ¿Qué si me voy a ir al infierno? Ah, probablemente. Por suerte no creo en todo eso... salvo cuando miro películas de terror. No voy a admitir ni negar si lloré del susto con La Noche Del Demonio: capítulo 3.
- Era hora, ¿no?
- A mi no, Ani, a él.
- Siempre lo mismo, Gerónimo. -dice Ana dándole un golpe fuerte en el bíceps.
- ¡Auch! ¿Y ya saben qué vamos a ver?
- Estábamos esperando a Amelia para decidirnos.
- ¿Mi opinión no cuenta?
- No. - contestamos todos a unísono. Seh, somos de esos amigos que se hacen "bullying".
- Con amigos como ustedes, ¿para qué enemigos?
Lo dice mientras pone un brazo sobre mis hombros. Él es de esos amigos afectuosos, siempre lo fue, pero me hace sentir un poco incómoda ahora, ¿lo está haciendo por fingir o...? De cualquier manera, me zafo y me excuso con que voy al baño.
- Nosotros vamos haciendo la fila para sacar las entradas.
- Yo te acompaño. Amor, ¿me das mi bolso?
Dirijo mi mirada a Gastón y lo veo quitándose el bolso de Nicole, y la miro frunciendo el ceño.
- ¿Qué? Él se ofreció.
- Seguramente vos lo insinuaste...
- Sí.
- ¡Gastón!
- Pero es verdad...
- ¿Nico, venis al baño o no?
Intervengo antes de que hagan una de esas peleas en las que terminan "te amo más", "No, yo más".
- Vamos.
Comenzamos a dirigirnos al baño y decimos al mismo tiempo:
- ¿Qué pelis hay en cartelera?
- ¿Qué pasó con Gero cuando entraban?
Haciéndome la tonta lo más posible:
- Nada, ¿por?
- Parecías muy seria.
- Ah, - le saco importancia con la mano - le reclamaba que reponga la taza que me rompió.
- ¿Estuvieron juntos y no nos invitaron?
- ¡Él se apareció por mi casa!
- Bueno, no te pongas a la defensiva, era chiste.

Nos encontramos con el resto del grupo haciendo la fila, hay unas quince personas delante nuestro, así que nos ponemos a debatir qué ver.
- Quiero ver Deadpool 2.
-  Ame, ¿no la viste ya?
- Puede ser...
- ¿Para qué otra vez?
- Porque me gusta, y Ryan Reynolds está buenísimo. Además no admití del todo haberla visto ya. Así que: Shhh, Martín.
- ¡Pero si a penas se le ve! Y está desfigurado en la primera, casi no hay Ryan para vos. - cuestiona Gastón.
- Bueno, ya, ¿quién no la vio todavía? - pregunta Ana.
Todos levantan la mano, y yo también (aunque, sí, ya la vi. La cosa es: tengo afición por el cine y, por suerte, tengo la posibilidad de venir y amigos maravillosos que están dispuestos a acompañarme. La vi con un grupo de compañeros de la facultad).
- ¿En serio, Amelia?
Ruedo mis ojos: - ¿Qué daño les hace? ¿No la queremos ver todos? A parte, yo no soy una spoileadora compulsiva como ustedes.
Y con eso todos callan, porque tengo razón y porque tienen miedo de que les haga una lista sobre las películas y series que me arruinaron, y nos decidimos por Deadpool 2.
- ¡YES! - festejo con un puño un poco-muy entusiasta, en lo que mi pelo queda sobre mi cara y Gerónimo lo acomoda dulcemente detrás de mi oreja. Genial, me puse colorada... Sip, soy de las que se sonrojan. Particularmente creo que es una maldición, ¿cómo disimulas mejillas coloradas en dos segundos? No se puede. Y ésa es razón por la que mis amigos se burlan de mí: tan blanca que se nota cuando estuve cinco minutos bajo el sol o cuando algo me provocó un estúpido sonrojamiento.
Con disimulo me aparto una vez más, y esta vez no hay dudas de que está interpretando a un novio, es decir ¿qué carajos hace si no?
Le lanzo una mirada inquisitiva y él en respuesta me sonríe. Obvio, eso no fue la respuesta que quería.
Me fijo que no estén prestando atención mientras lo asesino mediante miradas y en un susurro le preguntó qué está haciendo.
- ¿Vamos a comprar chicles, Ames?
- Sí, vamos.
Ana y Martín se quedan debatiendo qué tan buena fue la primera de Deadpool; Nico y Gastón, eh... están teniendo una consulta odontológica en la fila del cine. Espero que estemos alejados unos cuantos pasos:
- ¿Qué estás haciendo?
Se encoge de hombros como si nada: - Fingiendo.
- Sí, bueno, me podrías haber dicho que iba a empezar ya la cosa, no empezar sin mi.
- Perdón, creí que estaba implícito, como recién cuando aceptaste no decirles... ¿aceptaste, no?
- Ciertamente no - supongo que lo dije así a propósito, por crueldad, estoy un poco enojada, culpable - estaba implícito cuándo empezar con esto. Y sí, acepté, pero habría que tener un acuerdo o algo así.
Se queda callado.
- Okey, ¿y ahora qué? Supongo que podemos seguir así, pequeñas cosas. NO te pases de listo, voy a patearte en las pelotas si lo haces - lo señalo, acusándolo.
- Auch, no. Está bien, por ahora eso. Después acordamos lo demás cuando estemos sólo los dos.

Volvemos con nuestros amigos, que ya tienen las entradas. Por suerte la demostración de cómo no hacer una revisión de odontología ya terminó... al menos hasta que entremos en la sala de cine.
-¿Me convidas un chicle?
Mierda. Coartada fallida. Gerónimo me mira cómo si se estuviera incendiando el lugar.
- Tenían de sandía, no me gustan. - Haciendo énfasis en mi cara de asco. "Gracias" articula Gero.
- Ah, qué mal.
- No te preocupes, Nicole, total Gastón ya debe estar familiarizado con el peor de tus alientos.
- Te odio, Anita.

Ya faltando 10 minutos para que empiece la función, nos dirigimos al Candyshop, donde con más disimulo y, más importante, mi aprobación, Gerónimo se ofrece a comprar mis dulces y pide un balde grande de pochoclos para los dos. Por supuesto, me puse como un tomate, pero acepté. Sólo para colaborar con nuestra actuación, comento:
- Tincho, ¿qué asientos tenemos?
- Hmm, arriba en el medio, del 16 al 21, ¿cuál vas a querer?
- Hm... 17, Gero, ¿te sentas junto a mí?
Algo desprevenido, responde de manera torpe:
- Pero ¿y... Sí, claro.
- Ani, ¿y vos?
- Dame el 16, y dales el 20 y 21 a ellos. - hace una X con sus dedos índices.
- AAAH, ¿por qué yo a su lado? - reclama con berrinche Martín.
- Hey, podemos comportarnos.
- Va siendo hora, Nico... sin ofender, pero guarden sus lenguas en sus respectivas bocas, ¿por favor?
Nos reímos con el comentario de Gerónimo, aunque Nicole frunce el ceño. Ya se le va a pasar.

Después de unas cuantas escenas y risas causadas por mi amado y sarcástico Wade Wilson, noto que Gerónimo está haciendo la -muy típica- maniobra del cine, ya saben desperezarse un poco y pasar el brazo por los hombros de la chica. Ruedo los ojos (muy inteligente, Amelia, va a verlo y todo) y le susurro: - No es necesario, hacelo y ya.
Me sonríe con timidez y apoya su cabeza en mi hombro, y nerviosamente le respondo apoyando mi mano sobre su brazo y mi cabeza en la suya. De soslayo puedo ver que causó efecto en Ana, porque miró dos veces en nuestra dirección.
Acá vamos. Nómbrenme la amiga del siglo. No, no le done un órgano, pero se me viene un infierno de preguntas encima después de esto.

Antes del amor [en proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora