Listo, no folleis todavía.

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Narro shoz:

Ahí solo se encontraba su familia.

Vió a Billy correr hacia ella emocionado, la abrazó y le enseñó una copa.

Annie - ¿El primer puesto? - Sonrió emocionada.

Billy asintió. Además de que le enseñó un cheque con 1.000 €. Y tiró de ella hacia el garaje, donde se encontraba una bicicleta negra con un leon rojo.

Billy - ¡Sorpresa! Tú no tienes bicicleta propia, y como yo me niego a cambiar mi Silver por una nueva, te regalo la del premio a ti.

Annie - WOW... Billy es... increible. Gracias. - Saltó a sus brazos para poder abrazarlo. Ambos estaban muy felices por el otro.

Billy - Un momento, ¿tú no tenías la pierna rota? - dijo sorprendido, al darse cuenta de la pierna de su hermana melliza.

Annie - Bueno... en cuanto a eso... Es difícil de explicar. Pero ¿podría contarlo mañana? - dijo poniendo la mejor sonrisa que pudo.

Billy - Negativo. - la arrastró a su cuarto. La obligó a sentarse en su cama, cerró la puerta con pestillo por si sus padres trataban de acercarse. - Habla. Ahora. - ordenó el mayor por 5 mins.

Annie - Bueno... ni si quiera yo lo entiendo, pero... - y le contó todo lo que pasó en el parque. - y eso...

Billy - ¡¡¡¡¿¿ Y SI TE HUBIESE COMIDO QUÉ??!!!! ¡Estás loca! - estaba colérico. ¡Pudo haber muerto por esa tontería de ir sola! ¡O de provocar a un payaso asesino come niños!

Annie - Estoy viva. Y empiezo a creer que mi carne tiene mal sabor, pudo haberme comido muchas veces y no lo hizo. Oye... ¿qué es eso que huelo? - Olisqueó un poco el ambiente, y sus ojos cambiaron a amarillo un poco, claro que ella no era consciente de eso. - Sangre.

Levantó el codo de su hermano para observar una herida con sangre seca al rededor de esta, sus ojos volvieron a su azul original y lo miró seria.

Annie - Sabes que la sangre lo atrae y ya te asustaste mucho con lo del proyector o con lo de la casa o con lo del sótano. Límpiate ya. - Al momento olió algo extraño, su subconsciente, o como ella lo llamaba, Heriberto, le gritaba que era miedo. - Te has asustado cuando lo he recordado. ¿Verdad?

Y, para confirmar sus sospechas, su hermano asintió. Ella se preocupó, se sentía extraña con su cuerpo, aunque se lo atribuyó a la regla en ese momento, no notó que el cambio ya había empezado.

Al día siguiente se despertó, los pájaros cantaban, hacía sol, una brisa suave... ¡Y SU CUARTO ESTABA LLENO DE GLOBOS ROJOS FLOTANDO EN EL TECHO!

Annie - Eh! Tú! Payaso loco, no me asustas. De hecho me diviertes. Así que deja de darme globitos. - Gritó a la nada.

Georgie - ¡Hola! - reía el pequeño. Agarrado a muchos globos y flotando en el techo.

Annie - Baja, te puedes hacer daño.

Georgie - Ya estoy muerto. ¿Recuerdas? - Se suelta y cae al suelo de pie.

Annie - Muy gracioso. - Annie bajó a por tortitas, y se sentó. Vio a Georgie mirándolas como si del amor de su vida se tratase. Así que pensó "Si las rompo, estarán muertas?"

Y las partió por la mitad, el fantasma de las tortitas apareció y Georgie se lo comió feliz.

Annie - Hola hermanito. - saludó a Billy que bajaba en ese instante. Se asustó al ver los ojos amarillos de su hermana mientras comía y como, poco a poco, al ingerir alimento, se volvían azules.

Billy - H-H-Hola Annie... - tartamudeó de miedo.

Annie lo olió, su subconsciente volvía a gritar miedo y sintió un enorme dolor el la boca que la hizo gritar.

Sus padres se habían ido a trabajar, por lo que el único que estaba era Billy. Georgie no contaba por ser un fantasma.

Billy - Annie! - Se arrodilló a su lado asustado, lo que hizo que a Annie le doliese más la boca.

Annie - ¡NO! ¡ALÉJATE! - le gritó. - Sal de la casa. - Como pudo, se levantó del suelo y corrió a encerrarse en su cuarto con pestillo.

El dolor era muy fuerte, y en un momento, paró. Ella se miró en el espejo. ¡TENÍA LA BOCA LLENA DE DIENTES ENORMES Y AFILADOS COMO PENNYWISE CUANDO DEVORA NIÑOS!

Eso la hizo enfadarse y mucho, sus ojos eran de un Rojo sangre, y se giró de golpe.

Observó a un payaso a su lado, muy sonriente.

Annie - ¡¿QUÉ ME HAS HECHO?! - le gritó al payaso.

Este se limitó a sonreir con la dentadura de conejo que tenía para atraer a los niños, y a esfumarse.

La chica se sentó en la cama, lo que no sabía era que Stan había visto la escena desde el árbol que daba a su ventana y estaba asustado.

Annie olió miedo. No solo el de Billy al otro lado de la puerta para poder entrar. Sino otro, olió el aire con los ojos cerrados, el miedo no le daba hambre, sino culpabilidad.

Se acercó a la ventana y lo pilló, paralizado en la rama junto al poyete.

Abrió la ventana y metió a Stan en su cuarto. Con la seña de que se mantuviese callado.

Billy - ANNIE! ¡¿ESTÁS BIEN?! - golpeaba la puerta.

Annie - SI! ¡SOLO ES LA REGLA! QUE ME DUELE MUCHO! - mintió la joven.

Aunque Billy sabía que la regla no podía causar esa reacción, lo dejó pasar y se calmó.

Stan - ¿Qué es eso? - Señaló sus dientes algo temeroso.

Annie - Ni yo lo se. Pero deja de tenerme miedo. Me marea. - Tapó su nariz hasta que el chico se calmó.

Stan - Hueles el miedo. - No lo preguntó, lo afirmó. - Eres como Eso.

Annie - Sí Huelo el miedo, pero no soy como el payaso pervertido. Soy humana. O eso creo. - Miró a Stan y lo abrazó de golpe.

El chico le devolvió el abrazo, queriendo besarla. Pero supo que no era el mejor momento.

Richie - Hey Billy. - dijo entrando sin permiso, forzó la cerradura de Annie y ambos entraron - Listo. No folleis todavía.

La chica entró corriendo al baño y se concentró, "Adentro, dientes normales, adentro dientes que asesinan."

Al volver a mirarse, sus dientes eran normales. Volvió a salir y miró a los tres chicos.

Stan solo la miraba a ella en medio, mientras que Richie y su hermano parecía que iban a saltar a matarse en cualquier momento sin importar que el judío estuviese en medio.

Annie - Oíd, se que estáis peleados, pero tenéis que hacer las paces.

En ese momento. Los tres chicos comenzaron a discutir entre sí. Sin oír ni hacer caso de lo que la chica había dicho, y esta cada vez se enfadaba más.

Annie - ¡QUE OS CALLEIS! - gritó con sus ojos rojos.

Los chicos, atemorizados pues sus dientes habían crecido y eran los que destrozan la piel en un mordisco, cerraron sus piquitos hermosos y Annie olió su miedo.

Eso la enfadó más y se escapó, dejando a los niños confundidos y paralizados.

Mientras que la chica iba a esa casa abandonada, destrozada, y terrorífica que tanto solían temer los niños, todos menos ella.

Buscando a ese payaso para sacarle información, la ira la hacía ser más fuerte y valiente de lo que ya era, por eso no dudó ni un momento en entrar a la casa.

Pero lo que vio la sorprendió enormemente.

La perdedora (Stan Uris)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora