CAPÍTULO TRES

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CAPÍTULO TRES

—¡Ey, Sofi, esperá!—gritó Ezequiel detrás de ella.

Molesta, decepcionada, avergonzada, usada, arrepentida, desilusionada, enojada, triste y seguramente quedaban aún por nombrar adjetivos que describieran cómo se sentía Sofi en ese preciso momento.

Caminaba rápido hacia su casa para alejarse de aquel idiota y olvidarse por completo de la última hora que había vivido. Comenzó a preguntarse si tal vez era un sueño, podría ser que quizá estuviera soñando con Ezequiel y, con suerte, nunca había ido a su casa a buscar el mate y él nunca le había pedido ser su novia falsa. Pero no, había sido real. Lo creyera o no, eso increíblemente había sucedido y ahora estaba escapando de aquel lindo chico; otro lindo chico que lograba hacerla sentir como el ser humano más idiota del planeta Tierra.

—¿Me podés dejar que te explique?—preguntó Ezequiel cuando la alcanzó.

La tomó del brazo e hizo que ella se detuviera. Sofi le dirigió su mirada más irritante.

—Soltame—ordenó seriamente y alzando la voz.

Ezequiel lo hizo inmediatamente sorprendido por lo enfadada que ella se encontraba y Sofi continuó con su caminata militar, rápida y decidida. Ezequiel corrió y esta vez se puso delante de ella frenándole el paso.

—Dejame hablar, por favor, escuchame.

Sofi hizo caso, bufó y se detuvo. Rodeó los ojos molesta y se cruzó de brazos. Seguía sin poder creer la ridícula situación en la que estaba. Él respiró pesadamente y buscó las palabras indicadas, si decía algo fuera de lugar, ella se iría para siempre. Abrió la boca, la cerró y la abrió nuevamente.

—¿Vas a decir algo?—preguntó Sofi ya sin paciencia.

Ezequiel clavó sus ojos verdes en los ojos marrones de ella.

—Hay una plaza a unas cuadras—dijo pensando cada palabra—Caminemos hasta allá en silencio—hizo una pausa y continuó—Te cuento de qué se trata todo esto y después te vas.

Sofi corrió la vista hacia las casas de la cuadra. Podría estar en la suya en ese preciso momento sin preocupaciones, problemas o angustias causados por un chico encantador que la creía una actriz. Pero en lugar de ello, estaba a unos pasos de ella y no podía entrar porque aquel chico la detenía. Sofi aceptó.

Las cinco cuadras hacia la plaza parecieron diez. El silencio y las caras serias hacían parecer que ambos estaban en una procesión. Sin embargo, ella notaba como el chico con cada paso se ponía más nervioso: movía sus manos, se rascaba la cabeza, su respiración se aceleraba y había comenzado a silbar.

—¿Entonces necesitas que me haga pasar por tu pareja porque tus amigos se van a reír de vos y te van a llamar un “looser”?—resumió Sofi con una expresión de incredulidad en el rostro.

Ambos sentados sobre el pasto debajo de un árbol estuvieron en silencio unos minutos cuando Ezequiel terminó de explicar de qué se trataba su propuesta.

Ezequiel asintió.

—Es una costumbre. Cada dos o tres meses hacemos un campamento con mis amigos del campo y cada uno lleva a una pareja. Hacemos como una competencia con juegos, jodas, y esta vez, es especial porque festejamos el cumpleaños de uno de los chicos. Yo les había dicho que iba con mi novia pero cortamos el viernes...

—Ella te metió los cuernos—supuso Sofi.

—Exacto—confirmó Ezequiel.

—¿Por qué no llevas a una amiga?

Sobre El Amor Y Sus Posibles DesaciertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora