CAPÍTULO DIECINUEVE

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CAPÍTULO DIECINUEVE

Dos. Dos meses llevaba Sofi trabajando en la panadería de los padres de Ezequiel. Ni uno. Ni un solo pago había recibido, puesto que la reparación del auto roto del chico de ojos verdes no iba a ser pagada por su padres, era ella quien tenía que obtener el dinero.

Por un lado, era justo, Sofi había sido quien había chocado el auto cuando había intentado ponerlo en marcha. Por el otro lado, el hecho de que sus padres la hayan mandado a conseguir dinero para pagar la reparación, sabiendo que ella tenía que hacer de la escuela, inglés, y… Era cierto. No hacía demasiado. Pero pasar toda su tarde trabajando en aquella panadería era algo agotador. Su nariz ya estaba harta del olor a facturas, su estómago se revolvía al ver dulce de leche y sus manos estaban secas por manejar el harina. Además, era pésima en la pastelería.

En aquellos dos meses que había trabajado allí, ni un solo pan había salido del horno sin quemarse. Desde que habían aceptado que manejar el horno no era su fuerte, decidieron otorgarle la tarea de decorar tortas, pero al caérsele una de bodas al suelo, le rogaron que se alejara de la parte de pastelería. Entonces, los padres de Sofi intentaron probar con dejar que ella rellenara las facturas con dulce de leche o crema pastelera. La dificultad de esta acción consistía en que Sofi era torpe con la manga pastelera, jamás había manipulado una y cuando quiso hacerlo, se encontró con que no contaba con la fuerza suficiente. Por lo tanto, necesitó la ayuda de Ezequiel. Cuando éste se metió en la escena, no midió el poder de sus manos y el dulce de leche terminó cubriendo la mano de Sofi, dos medialunas enteras y la mitad del mantel. Por alguna extraña razón, hasta un rulo de la chica tuvo el placer de probar el dulce.

Como última opción, los padres de Ezequiel decidieron dejarle en sus manos el escobillón, la escoba y un trapo de pisos. Así era. La limpieza, ¿Eso no podía ser muy difícil, o sí? La primera vez, el balde con agua fue un obstáculo para los pasos del padre del chico y sin verlo, se chocó con él. El agua se esparció por todo el piso, mojando unas bolsas de papel que estaban en el suelo, cuyo contenido era harina. Para suerte de Sofi, se decidió dejar la culpa en manos del señor, quizá porque nadie quería volver a regañarla, tal vez porque les daba lástima tener que recordarle que había cometido otro error o habían entendido que esa era la última tarea que quedaba por otorgarle y si aceptaban que ella la hacía mal, no había deber que darle, pues era pésima en todos.

Sin embargo, no todo era malo. Por más extraño que pareciera, había algo positivo que podía rescatarse del trabajo en la panadería, del olor insoportablemente rico que producía hambre y antojos, de las miradas odiosas de los padres de Ezequiel, de las largas tardes de sol que perdía por estar encerrada limpiando y del dolor de espalda que luego sufría por barrer. Sí, a pesar de eso, Sofi lograba encontrar una razón para no mandar todo al diablo. Esa razón no era nada más ni nada menos que Ezequiel; pues trabajaba con él y compartían las tardes de los martes, jueves, viernes y sábados, (los padres de él habían sido “generosos” y dejado a Sofi los demás días de la semana libres). El hecho de ver esa enorme sonrisa, esos ojos hermosos, compartir los mates, las risas y las guerras con los panes quemados, hacía de las tardes de trabajo un lindo recuerdo que Sofi guardaba en su memoria bajo llave. Los besos en la cocina, las pizzas de los viernes después de trabajar, las películas después de la cena, los besos en el auto antes de bajar y entrar a su casa, los domingos en la plaza y los fines de semana en el campo de los abuelos insoportables pero adorables (que de pronto comenzaron a hacerse más frecuentes) lograban que Sofi apreciara el tiempo allí dentro. Pasaban demasiado tiempo juntos y Sofi comenzó a sentir por Ezequiel lo que jamás creyó que volvería a sentir por alguien después de que su corazón se hubiera roto en infinitos pedazos hacía un año atrás.

Pero a pesar de pasar tantas horas juntos, Sofi no encontró en ninguna de ellas el momento ideal para decirle a Ezequiel que su ex novia ahora salía con su hermano, Manu. Al principio, estaba decidida a hacerlo, pero con los días, semanas y meses, su opinión cambió. Entendió que a pesar de que Ezequiel le gustaba, de que le regalaba sus besos, no tenían ningún compromiso uno en el otro. Sofi había soñado tantas veces con que él se le acercaba y después de un romántico beso, le proponía ser su novia. O la llevaba a pasear en el auto, como tantas veces habían hecho, y durante la caída del sol, la pregunta tenía lugar, con la radio bajita y sonando Ed Sheeran por los parlantes. Pero la propuesta no llegó. Entonces ella creía que aquel chico aún no había superado a Natalia o no gustaba de ella lo suficiente como para tener una relación y lo único que esta situación le generaba era angustia. Porque entonces ella pensaba que no era especial para él, como él lo era para ella y el hecho de contarle que su ex novia pasaba en su casa las tardes y a veces compartían cenas, no era obligación o incluso necesario.

Sobre El Amor Y Sus Posibles DesaciertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora