CAPÍTULO ONCE

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CAPÍTULO ONCE

Lunes 12 Marzo, 2018.

Querido Diario:  ¡Tiene mi número!

Sí, así es: Tobías Navarro tiene mi número de celular agendado.

Antes que nada, ya sé que pasó mucho tiempo desde la última vez que escribí en este diario y la razón se basaba en la simplicidad de mi aburrida y para nada interesante vida; pero algo me dice que eso está a punto de cambiar, y si no es así, bueno, en ese caso dejaré de escribir.

El caso es que el hecho de que mi número lo tenga un chico tan hermoso como él me provoca ilusión. No sé por qué doy tantas vueltas, yo más que nadie sé que seguramente nunca me hable: un chico de sexto tan lindo como él nunca se fijaría en una nena de cuarto como yo. Porque al fin y al cabo, no soy más que eso: Liz Torres, una nena de quince años escribiendo feliz en su diario porque un joven de ojos claros lleva agendado mi celular.

Conocí al chico más lindo del mundo la semana pasada en la casa de mi tía Caren. Al igual que todos los sábados, nos juntábamos a almorzar mis padres, mi hermano y yo, con mis primos y tíos, eran ellos cuatro como siempre lo habían sido: Caren, Cristian, Anita y Nico, sus hijos.

Desde el principio, yo noté a mi tío nervioso. Cuando ya estuvimos sentados en la mesa, nos contó algo que nos dejó boquiabiertos a todos: su hijo se mudó con ellos. Sí, tuvo un hijo con su matrimonio anterior y como su ex esposa murió, él chico que se llama Tobías Navarro (17 años, empezó el último año de secundaria hoy en el mismo colegio que yo, sin redes sociales solo whatsapp) vivirá con ellos.

Todavía recuerdo cuando él bajó la escalera: no puedo asegurar que no me babeé, pero sí que odié no arreglarme ese día. Juro que mi corazón se aceleró, que sentí a mis mejillas tornarse coloradas y maldije internamente por haber abierto mi boca del asombro. Cada facción de su rostro molesto era armoniosa a pesar de no estar sonriendo, sus ojos eran muy llamativos; al principio no lo creí pero cuando se sentó al lado mío, lo confirmé: el ojo derecho era verde agua, el izquierdo, celeste. Su cabello castaño, su nariz respingada, su figura delgada y alta, todo en él era perfecto. Algo despreciable, fue el hecho de que me habló groseramente cuando yo le pregunté sobre el colegio, y dejó la mesa sin saludar. Aunque yo creo que su humor tiene que ver con la situación que está transitando ¿no? Eso quizá explicaría la razón de la cantidad infinita de vasos de alcohol que tomó el viernes en la fiesta que se llevó a cabo en el último fin de semana antes del inicio de clases.

Yo no tenía muchas ganas de ir. No suelo salir a fiestas porque no tomo, no sé bailar y cuando veo a todos hacerlo me siento muy incómoda. Pero Lola me insistió tanto que terminé accediendo. Además, ella se encontraría allí con un chico y si todo salía mal, yo debería estar para asegurarme de que la situación no acabara con ella en un rincón junto al barman.

Durante la primera media hora, Lola no se alejó de la barra y yo de ella porque sabía que en cualquier momento tenía que llamar a un taxi.

Cuando vi que el chico de ojos claros y cabello castaño entró al boliche, me sorprendí.  El hecho de que lo cruzara allí, era algo que realmente no se me había cruzado por la cabeza, al menos esa vez yo traía ropa decente. Tobías iba acompañado de un amigo que parecía más grande que él y en la primeros cuarenta minutos que pasó dentro del boliche, aprovechó para tomar todos y cada uno de los tragos que había disponibles.

—¿Lo ves? Es ese—le comenté a Lola.

—¿Quién?—preguntó ella.

—¡Tobías!

—¿Quién es Tobías?

—¡El flaco del que te estuve hablando todo el día!

—¿Querés Gancia? Voy a la barra—habló sin prestarme nada de atención.

Sobre El Amor Y Sus Posibles DesaciertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora