CAPÍTULO DOS

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CAPÍTULO DOS

Subió los tres escalones de la entrada casi corriendo. Si había algo que no soportaba, era llegar tarde. Esa mirada que recibía del todo el curso por interrumpir al abrir la puerta una vez comenzada la clase era insoportable.

Se le había olvidado activar la alarma antes de acostarse y no había tenido tiempo ni para mirarse al espejo esa mañana. Simplemente, se vistió con el uniforme y rogaba a Dios que nadie se espantara de su cara. No vaya a ser que por su pinta de media dormida y media muerta, nadie quisiera luego hacer grupo con ella.

Ya lo había decidido: era la última vez que salía a la noche si a la mañana siguiente debía ir al colegio. Sin embargo, había algo que no podía negar, y era el hecho de que había valido la pena acostarse pasadas las doce.

Caminó lo más rápido que sus piernas le permitieron el largo pasillo hasta el aula. Cuando cruzó la puerta, se sintió aliviada al ver que la profesora aún no había llegado. Después de todo, había exagerado, como siempre; pero soltó un estornudo tan fuerte que la mitad de sus compañeros se dieron vuelta para dirigir su mirada hacia ella. Mierda.

—Al final, ayer no me contaste nada, Sofi—le dijo su amiga apenas se sentó a su lado.

—Bueno, pero fue porque llegué tarde a casa.

―Merezco saber todo. Sino no te devuelvo las llaves.

Sofi sonrió por el comentario de Mica y comenzó a sacar los libros correspondientes a la materia de química de su mochila.

—Pero no te hagas la cabeza, no fue tan significante—intentó restarle importancia a la salida de la noche anterior.

Lo que menos quería hacer era ilusionarse, lo cual solía ser tarea casi imposible para ella, aunque conociera muy bien aquel resultado: ilusiones + esperanzas = corazón roto.

—Llegué a Mc Donald´s a eso de las nueve—contó en voz baja, utilizando la técnica de cuchicheo que había aprendido en primaria para que no se enterara medio salón de lo que decía—Hablamos un montón. Te cuento: Vive a cuatro cuadras de casa, al lado de la panadería que es de los padres. Nunca se llevó una materia. El tiempo que no pasa en la panadería lo aprovecha para jugar en la compu, es un queso en los deportes.

—¡Como vos!

Sofi puso los ojos en blanco.

—Tiene un auto que parece bastante nuevo y el pibe es hermoso, tipo actor de Hollywood. Y los ojos…¡Los ojos!—alzó la voz y se convirtió en el objetivo de la mirada de medio curso—los ojos...—esta vez susurró—son verdes ¡Verdes! Y no, no me dio un beso—continuó con su historia muy emocionada.

Abrió uno de los libros y sacó unas hojas un poco arrugadas, donde estaban escritos los apuntes de la clase pasada.

—Después de haber analizado todos los datazos que me tiraste, puedo decir que es más aburrido que vos. Increíble. Pero, ¿quién sabe?, Tal vez sean el uno para el otro.

Sofi soltó una carcajada y negó con la cabeza.

—Tomá, estaban en el comedor de casa—dijo Mica alcanzándole las llaves.

Cuando Sofi no iba a sus clases de inglés, a las que asistía desde que tenía nueve años, llegaba a casa más temprano. Solía tomarse el bondi que la dejaba cerca de donde vivía después del colegio, y si llovía, la mamá de Mica la alcanzaba. Era el mismo recorrido que el de quince años atrás.

Sofi había hecho jardín, escuela primaria e iba a terminar el último año de secundaria en la misma escuela. A veces la asustaba pensar que la rutina que la acompañó tantos años cambiaría completamente en unos meses y que las personas con las que había compartido tantas horas diarias se alejarían, algunas para siempre. Sabía que otras seguirían a su lado, como Mica, que la había conocido en primer año cuando entró a su colegio, con esa mirada tímida, buscando hacer amigos para tener con quien hablar. Pero también estaba consciente, por experiencia ajena, que la mayoría de sus compañeros desaparecerían de su vida.

Sobre El Amor Y Sus Posibles DesaciertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora