CAPÍTULO NUEVE

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CAPÍTULO NUEVE

—¿Creés que él sepa?—susurró Sofi a Mica.

Mica se encogió de hombros.

—Ni idea—respondió utilizando la técnica de cuchicheo aprendida en primaria—La loca subió la foto hace diez horas. Capaz Ezequiel no la vio todavía o quizá tenga a su ex bloqueada. Dejame que chequee si la sigue o no.

El profesor de economía política que se encontraba dictando las características del modelo agroexportador, les dirigió una mirada amenazadora.

—¡No la sigue!—informó Mica con alegría.

—¿O sea que puede que Ezequiel no sepa que su novia está con mi hermano?—dedujo Sofi con entusiasmo — Es decir, si no ve la foto de Natalia, y no revisa el perfil de la persona que ella etiquetó, no tiene por qué saber que ese chico de ahí es Manu.

Mica soltó una risita y el profesor les chitó para que dejaran de hablar.

—No puedo superar la descripción de esa foto—rio nuevamente.

En la mente de Sofi, los pensamientos se cruzaban y armaban nuevos problemas. Más de lo que ya tenía. ¿Cómo iba a pretender que Ezequiel fuera a su casa y se encontrara allí con su ex? ¿Cómo iba a ver Ezequiel a su hermano, sabiendo que había sido la persona con la que su (ex)novia lo había engañado, y era ahora su pareja actual? Porque así decía la foto: “Ahora que ya puedo darte a conocer, te amo mi osito, el inicio de una historia infinita”.

El comentario más horroroso que alguien jamás podría haber escrito pero era real: su hermano salía con ella.

Al principio creyó que una hoja del árbol quizá habría golpeado su ventana. En las noches ventosas era muy común escuchar como piedritas o coquitos sonaban contra el vidrio. Luego de tres golpes, pensó que tal vez se trataba de una lluvia. Al quinto, supo que se trataba de piedras intencionales hacia su ventana.

Miércoles, doce de la noche. Lo primero que pensó fue que un ladrón estaba intentando romper el vidrio, pero al segundo se dio cuenta de que era algo ridículo. Llamar a sus padres, o a su hermano, quizá seguir durmiendo y tratar de hacer oídos sordos. Estuvo alrededor de cinco minutos intentando decidir qué hacer. Al final, prefirió seguir bajo su frazada rosa e intentar conciliar el sueño. Pero no lo logró.

Sofi creía en el cuento de hadas, en el príncipe y la princesa. Había visto demasiadas películas de Disney y conocía ese cliché. Sin embargo, no podía evitar pensar en lo ridículo que esa idea sonaba en su cabeza. Era imposible que alguien quisiera verla a esas horas, y además tirando cosas a su ventana. Eso creyó ella.

Lo consideró. Lo decidió. Lo dudó y volvió a replanteárselo. Cuando la sexta piedrita golpeó su ventana, prendió la luz de su pieza y salió de la cama. Temió a la persona que estaba allí abajo, pero después de todo, ella se encontraba dentro y quien sea el de afuera jamás podría entrar. Se asomó y al ver a Ezequiel, corrió el vidrio para abrir la ventana. En ese preciso instante, Sofi se petrificó. Le echó la culpa a la temperatura bajo cero que seguramente estaría haciendo en ese momento, aunque sabía perfectamente que la razón no fue esa.

—¡Despertate nena!—habló él desde la vereda.

El frío entró a la habitación de Sofi. Ella en pijama sintió como el viento atravesaba la tela fina y penetraba en su piel.

Él, en cambio, vestía un equipo deportivo y una campera impermeable. Un cuellito de polar hasta el mentón dejaba ver su nariz colorada por la baja temperatura. Traía sus manos dentro de los bolsillos del pantalón y apoyaba su espalda en el costado de su auto negro.

Sobre El Amor Y Sus Posibles DesaciertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora