CAPÍTULO DOCE

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CAPÍTULO DOCE

—No te veo unos días, ¿y qué? Ya andás lloriqueando—habló Mark y luego dio un sorbo a su vaso de Coca-Cola.

—Fue una semana difícil—comentó Tobías mientras masticaba su hamburguesa con extra queso.

Hacía meses que no comía en un Mc'Donalds con su mejor amigo, y qué había mejor que eso luego de una terrible resaca por la fiesta de la noche anterior. Más que un amigo, Mark era como su hermano mayor. Había sido su vecino  desde que tenía memoria y lo conocía más que cualquier persona en este mundo. Siempre había estado a su lado y era ese hombro en el que con seguridad podía apoyarse sabiendo que nunca le fallaría.

—¿Cómo es vivir en la clase alta?—preguntó el chico moreno.

A Tobías se le escapó una carcajada. Las ocurrencias ridículas de su amigo le provocaban esas risotadas que le recordaban lo bueno que era tenerlo en frente nuevamente.

—¿Cagás en un inodoro de oro?—continuó Mark, mientras llevaba una papa frita a su boca.

El ojiclaro no lo pudo evitar y escupió la Coca-Cola que había bebido. Al siguiente segundo, cayó en la cuenta de que habían pasado años desde la última vez que había reído. Una risa de verdad, no una que escondiera dolor o fingiera que todo estaba bien. Una risa que alegrara el alma e hiciera parecer que una simples hamburguesas con papas fritas en un Mc'Donalds a las dos de la tarde fueran el mejor plan de la historia. En realidad, había sido el mejor plan de Tobías en los últimos dos años, porque desde que su madre se había enfermando, las salidas habían dejado de formar parte de su vida.

—¡Dejá de decir boludeces! Es una casa muy pero muy grande...

—¿Pero los inodoros...?

—¡No!—interrumpió Tobías a su amigo entre risas—No son de oro.

Mark asintió mientras masticaba otra papa frita. Esta vez, previamente untada en kétchup. Tobías terminó su hamburguesa, dio el último sorbo a su bebida y miró a su amigo con una expresión de tranquilidad y una sonrisa a medias que no quería dejar salir por miedo a que Mark se burlara de él.

—¿Hasta cuándo te quedás en Mar Del Plata?

Una sonrisa traviesa se dibujó en los labios de Mark.

—Voy a estudiar medicina acá.

Los ojos de Tobías se encendieron como faroles y la sonrisa enorme que anteriormente había querido ocultar adornó su rostro. Cuando la sensación de felicidad surgió en su pecho, entendió que quizás su vida no había acabado. Después de todo no iba a estar solo, tenía a su hermano frente a él y la seguridad de que se quedaría allí para siempre o al menos hasta que el dinero le alcanzara.

—Ahora quiero abrazarte. No tenés idea lo que es verle la cara a ese idiota de Cristian todos los días. ¿A qué no sabés de lo que me enteré cuando entré a la casa? ¡Hermana! Tengo una hermanastra de cinco años y el imbécil nunca me lo había dicho.

Mark hizo una mueca.

—¿Nunca pensaste en darle...?

—¿Una segunda oportunidad?—Tobías terminó la frase de su amigo. Negó la cabeza—no puedo. Él la dejó morir, no puedo perdonarlo.

Mark movió su cabeza de un lado al otro y se tomó unos segundos para elegir sus palabras.

—No digas eso. Él no mató a tu mamá.

—Yo dije que la dejó morir, y eso hizo al no darnos la plata que necesitábamos para el tratamiento.

Mark se fue en su auto luego de ofrecerle a Tobías quedarse a dormir un día más en su departamento, pero él prefirió volver a la casa con su odioso padre, sabía que recibiría un castigo por desaparecer toda la noche y no quería que se duplicase. Prefería caminar, conocer más la ciudad de Mar Del Plata y luego llamar un remis que terminaría pagando Cristian.

Sobre El Amor Y Sus Posibles DesaciertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora