CAPÍTULO VEINTE
Ciudad de Mar del Plata.
La cerámica caliente entre las manos de Tobías, el delicioso olor a café que emanaba de la taza y la compañía de Mark habría sido suficiente para empezar un buen día, de no ser porque la segunda voz que escuchó esa mañana fue la de Fernanda, la consejera. Él sabía que la voz de esa mujer solo podía significar problemas, y esta vez, no fue la excepción.
Los días empeoraban sorprendentemente cada vez más para Tobías, a pesar de que aquello pareciera imposible y que Mark le prometiera que todo algún día mejoraría. Tobías estaba convencido de que aquel día nunca llegaría y en cambio, una soledad insoportable e incomprensible no lo quería abandonar y a su vez, el vacío oscuro y frío era cada vez más profundo.
—¿Nunca consideraste en contarle a tu papá?—preguntó el chico moreno mientras le daba el último mordisco a su medialuna.
Tobías rodó los ojos y bufó. Serio y con el ceño fruncido, mirando por la ventana de la cafetería, se llevó una torta negra a la boca. ¿Papá? No tenía idea a lo que Mark se refería. Odiaba que le otorgaran a Cristian ese título, cuando solo lo había ejercido ocho años, porque cuando Tobías cumplió esa edad, su padre decidió abandonar a su novia y a su hijo, para desaparecer con otra mujer y formar una nueva familia. Al parecer, la que tenía antes no le había sido suficiente. Al parecer, el hijo que tenía no había sido razón suficiente para quedarse.
—Lo digo en serio...—aclaró Mark.
—¡No digas boludeces!—alzó la voz el chico de ojos claros.
Tobías presentaba un malhumor incontrolable que solamente se quitaba con muchas horas de sueño, de lo cual no gozaba hacía días. Las pesadillas cada vez más frecuentes, más aterradoras lo habían consumido por completo; eran las culpables de sus ojeras oscuras, sus bostezos cada cinco segundos y su odioso dolor de cabeza.
Las personas de las mesas que se encontraban cerca, giraron sus cabezas en dirección a ellos al escuchar la voz de Tobías, un comentario poco usual a las ocho de la mañana.
—¡Ey, calmate!—trató de tranquilizarlo su amigo—solo quiero ayudarte.
Tobías ocultó su rostro entre sus manos. Se refregó la cara y comprendió nuevamente que un ataque de enojo sin razón lo había dominado y tomado como blanco a su amigo, a quien siempre estaba ahí para él, para consolarlo, animarlo y a pesar de todo, aguantarlo.
—Nadie puede ayudarme, me voy a volver loco—negó con la cabeza y ahogó un sollozo.
Mark posó su mano sobre el hombro de su amigo.
—Respirá, comete otra factura e intentemos dejar el tema de lado por un momento.
Tobías asintió y dio un largo suspiro. Su sabio compañero tenía razón. Había faltado al colegio para descansar y renovar energías, no para pasar la horas buscando la inexistente manera de deshacerse de las pesadillas tenebrosas.
—¿Cómo te fue en el parcial?—preguntó Tobías.
Deseaba dejar de ser el centro de atención en cada conversación que tenía. Las pesadillas, su padre y su cambio de ciudad se habían convertido involuntariamente en los protagonistas de todas sus charlas.
—Bien...creo.
Una mueca se formó en los labios del chico de ojos claros.
—¿Y vos sabés que vas a hacer?—esta vez interrogó Mark.
Tobías negó con la vista perdida en algún punto fuera de la cafetería. Con todos los asuntos que llenaban su mente, se le había olvidado por completo hacerle un pequeño lugar a su futuro y el vacío comenzó a hacerse más oscuro y más profundo.
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Sobre El Amor Y Sus Posibles Desaciertos
Novela JuvenilDos vidas, una historia y un solo hilo que une ambos caminos. Sofi, una adolescente, sufre los efectos secundarios de un desamor que trata de olvidar. Un año de despedidas, encuentros y reapariciones. Descubrirá que el primer amor no es tan fácil de...