CAPÍTULO VEINTIOCHO

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CAPÍTULO VEINTIOCHO

Si había algo que Sofi odiaba de conducir sin pasajeros, era la falta de mates durante los viajes largos y la monotonía de la ruta. Aún así, le fascinaba poder elegir su música sin discusión o queja alguna, la libertad de gritar todo lo que quisiera no tenía comparación, y poner la temperatura del auto a su antojo era realmente maravilloso. Se sentía en una película en la cual el protagonista se alejaba y desaparecía en el horizonte después de haberle dado su merecido a los malos. De más estaba decir que, Sofi no le había ganado a nadie y tampoco se estaba escapando, sino que estaba yendo a buscar a sus padres después de un viaje romántico.

Aunque ellos le habían prohibido conducir sola hasta Mar Del Plata, ella ya estaba en la ruta interbalnearia y la única compañía era Coldplay con Paradise a todo volumen sonando por los parlantes. De haber sabido del futuro percance, se habría tomado más en serio la indicación de sus padres. Pero la verdad era que no había tenido a nadie que la acompañase: sus amigos estaban en Bariloche, disfrutando del viaje de egresados, Ezequiel en Brasil, tomando sol y bañándose en aguas cristalinas, y su hermano, demasiado ocupado con la facultad. Ninguna persona estaba disponible para ser su cebador de mates durante esos largos kilómetros hacia Mar Del Plata. Por lo tanto, le había tocado ir sola a buscar a sus padres de una escapada a aquella ciudad por su vigésimo tercer aniversario de casados.

La primera hora y media se le pasó más rápido de lo que había creído y lo disfrutó más de lo imaginado. Shawn Mendes sonó los primeros cincuenta minutos, luego le siguió Morat y Reik con sus melancolías y sus letras románticas. Cantó todas y cada una de las canciones sin que nadie le dijera que parecía una gallina delirando. Más tarde, Sofi optó por parar en una estación de servicio y visitar el baño, abrir un paquete de galletitas y estirar las piernas. Cuando las primeras pequeñas gotas resbalaron por el parabrisas, supo que el trayecto iba llevarle más tiempo de lo esperado, que la mala suerte se había enterado de su viaje y daba la casualidad de que ella sí estaba disponible para hacerle compañía.Treinta minutos después, el cielo se tiñó de gris oscuro y la lluvia reemplazó a las inocentes gotas. En ese momento, la sensación de libertad, la alegría y la emoción que tenía por ser su primer viaje largo se desvanecieron. En cambio, los nervios, la inquietud y la impaciencia se adueñaron de ella cuando la lluvia se convirtió en su pasajero y la mala suerte en su compañera incondicional.

El paisaje gris, el sonido de la gotas chocando con el vidrio y fusionándose con el volumen bajo de la música convirtieron aquellos largos kilómetros en el ambiente ideal para que su mente divagara en distintas cuestiones que estaban rondando en su cabeza desde hacía rato, sin haber encontrado hasta ahora el momento para meditarlas.

Una de ellas era, sin lugar a dudas, Ezequiel, su relación sin camino alguno y el hecho de que en cuestión de un mes, aquel chico de ojos celestes, amable, estudioso, cariñoso y atractivo panadero no volvería a regarle sus tardes, sus mates trasnochados, sus palabras, sus miradas, abrazos o besos. A pesar de todo eso, Sofi encontraba un punto a favor, pues tenía experiencia en la superación de desamores y conocía muy bien el largo y difícil proceso, pero lleno de aprendizajes, que le esperaba. Además, la realidad esta vez era muy distinta a la anterior: no había un corazón roto, no había culpables, rencores ni a quien odiar. Simplemente, se trataba de la vida misma que había decidido separar sus caminos. Quizá Ezequiel había llegado a la vida de Sofi para enseñarle ciertas cosas, entre ellas a valorarse, a encontrar siempre un lado positivo por más difícil que fuera a veces, entender que las situaciones forzadas no siempre eran el camino correcto y lo más importante, para lograr amar a los demás era indispensable amarse a uno mismo, lo que significaba cuidar los sentimientos y perdonarse para poder así otorgar el perdón a otros. Tal vez, esa había sido la razón por la cual Sofi nunca había logrado amar a Ezequiel, pues ella sabía que tenía mil un temas pendientes aún con el chico que había robado su corazón en primer lugar y que el odio había logrado superar al amor dentro de ella. Odio no hacia él, sino hacia sí misma porque no podía soportar la idea de que aún lo quiera, de que esperó un perdón que tardó trescientos sesenta y cinco días en llegar y que aceptó con los brazos abiertos porque, aunque lo intentara, jamás podría odiar a aquel chico.

Sobre El Amor Y Sus Posibles DesaciertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora