Capítulo Uno.

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Decían que no había ni una sola mujer en el estado de Texas a la que un Horan no pudiera seducir.

Eran altos y guapos, de pelo negro y ojos marrones, imposibles de resistir.

Niall Horan era la excepción.

Aunque medía más de un metro ochenta y era muy atractivo, Niall no se parecía en absoluto a los hombres con los que compartía apellido.

Para empezar, tenía el pelo rubio con mechones castaños y los ojos azules, pero las diferencias no terminaban allí.

Sus hermanos eran capaces de enamorar incluso a una monja, pero él sólo se sentía cómodo rodeado de yeguas.

Cuando tenía que vérselas con mujeres, solía tartamudear y ponerse rojo.

Tal vez, eso explicara que siguiera soltero a los veinticinco años.

Lo cierto era que Niall no le daba ninguna importancia a su soltería, había aceptado aquel estado de forma natural.

Eso había sido hasta que todos sus hermanastros se habían casado.

Había comenzado Louis casándose con Maggie, lo había seguido Zayn, que se había enamorado de una doctora de Dallas, Liam no había tardado mucho en enamorarse de Kayla, una camarera de Austin que le había robado el corazón, y Harry, el soltero y ligón por excelencia de la familia, se había casado con Macy Keller hacía poco.

En aquella boda había sido cuando Niall se había dado cuenta de que era el único Horan soltero que quedaba.

-El último Horan soltero -murmuró ensillando a una yegua.

Él no era un Horan. Desde luego, no por nacimiento. Bobby Horan lo había adoptado por compasión cuando se había casado con su madre.

Todo el mundo, él incluido, sabía que el matrimonio entre ellos no había sido por amor. Maura Gallagher era una camarera divorciada que intentaba sacar adelante a su hijo y buscaba seguridad mientras que Bobby tenía mucho dinero y buscaba una mujer que se hiciera cargo de sus cuatro hijos.

Al final, ella había conseguido el hogar y la seguridad que buscaba y él la doncella y la niñera que necesitaba.

Y Niall había pasado a apellidarse Horan.

La apariencia física y la sangre no era lo único que diferenciaba a Niall de sus hermanastros.

Ellos no tenían que ganarse la vida con el sudor de su frente. Que lo hicieran porque querían era otra cosa.

Él necesitaba el dinero, pero tenía la suerte de trabajar con lo que más amaba en el mundo, los caballos.

Suponía que debía agradecerle a su padrastro aquello porque había sido mientras trabajaba en su rancho cuando se había dado cuenta de la enorme afinidad que tenía con aquellos animales.

Claro que aquello era lo único que tenía que agradecerle a Bobby porque en todo lo demás aquel hombre había sido un desastre.

Mientras terminaba de ensillar a la yegua, se preguntó si es que había algún buen padre en el mundo.

Se rió amargamente al recordar que el suyo los había abandonado cuando él tenía tres años. Desde entonces, había vivido con su madre creyendo que estaban muy bien así hasta que un día ella le había dicho de repente que se iba a casar con Bobby, quien lo iba a adoptar. Si aquel hombre no tenía tiempo para sus cuatro hijos, tuvo muchísimo menos para su hijo adoptado.

La yegua lo miró sorprendida pues, sin darse cuenta, le había apretado demasiado las cinchas.

-Perdona, preciosa -se disculpó Niall acariciándola.

Aquel animal era una maravilla y Niall quería pedirle al propietario que le dejara entrenarla para rodeos.

En aquel momento, oyó un vehículo que se acercaba y, al asomarse, comprobó encantado que era el coche de Harry.

Macy, su recién estrenada mujer, lo acompañaba.

Aunque el rencor que sentía por el dueño del apellido Horan era evidente, Niall quería mucho a sus hermanastros, sobre todo a Harry.

-¡Hola, Niall! -lo saludó su hermanastro bajándose del coche-. ¿De dónde has sacado ese caballo tan feo?

Niall chasqueó la lengua y lo saludó con la mano.

-Será mejor que Dan Miller no te oiga decir eso de su nueva yegua porque le ha costado una fortuna.

Harry abrió la cerca y Macy fue directa a por Niall con los brazos abiertos. Niall se preparó para el abrazo que sabía que se avecinaba.

Aunque se estaba acostumbrando a las atenciones femeninas de sus cuñadas, no podía evitar sonrojarse.

-Hola, Macy -la saludó abrazándola tímidamente.

-Las manitas quietas, ¿eh? -bromeó Harry-. Te recuerdo que la persona con la que te estás poniendo cariñoso es mi mujer.

-Si tú llamas a esto ponerse cariñoso, no me extraña que tu mujer se abalance a mi cuello cada vez que me ve. La pobre debe de estar hambrienta de cariño.

-Si fuera así, seguramente tú serías el último hombre sobre la faz de la tierra en el que lo buscaría -rió Harry-. Niall, es que tú no sabes tratar a las mujeres aunque te den un libro de instrucciones. Niall estaba acostumbrado a que Harry le tomara el pelo, así que se limitó a sonreír y a llevar a la yegua a su cuadra.

-¿Vinieron hasta aquí para burlarse de mí o hay algún motivo serio? -les preguntó.

-Hemos venido para invitarte a una cosa -contestó Macy-. Voy a inaugurar mi vivero por todo lo alto el próximo sábado y quiero que vengas.

-¿Por todo lo alto? -contestó Niall -. ¿Eso quiere decir que habrá comida en abundancia?

-Habrá suficiente comida como para alimentar a un ejército e incluso champán.

-¿Champán? -dijo Niall haciendo una mueca de disgusto-. ¿No me irás a decir que es una de esas inauguraciones a las que hay que ir con chaqueta y corbata?

-Por mí, como si vienes disfrazado -sonrió Macy.

-¿Estabas esperando a alguien? -preguntó Harry señalando un coche que se acercaba.

-No que yo sepa -contestó Niall arrugando el ceño.

A medida que el coche se fue acercando, a Niall se le fue formando un nudo en la boca del estómago.

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