Capítulo Diecisiete.

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Al llegar a casa, agotada después de haber estado todo el día de pie en el puesto de artesanía, Melissa comprobó aliviada que la furgoneta de Niall estaba allí.

Al bajarse del coche, vio que sólo había dos luces encendidas, la de la cocina y la del salón.

Ansiosa por comprobar si todo había ido bien en su ausencia, entró por la puerta de atrás.

Lo cierto era que esperaba encontrar la cocina hecha un caos, pero todo estaba recogido y limpio.

Se oía la televisión al fondo, así que fue hacia allí y se encontró a Niall y a Grady completamente dormidos.

Al ver que su hijo estaba tumbado en el regazo de Niall, que Niall lo tenía agarrado con un brazo y que los dos parecían estar perfectamente cómodos y a gusto, Melissa sintió unas terribles ganas de llorar.

Se acercó silenciosamente y se quedó mirándolos.

Grady llevaba puesto su pijama de Scooby-Doo y parecía que Niall lo había bañado. Niall llevaba puesta la misma ropa que aquella mañana, pero se había quitado las botas, que estaban junto al sofá.

- Niall -murmuró tocándole el hombro suavemente.

Niall abrió los ojos confuso, como si no supiera dónde estaba.

Melissa sonrió.

-Venga, dame al niño, que lo voy a acostar.

-No, ya lo hago yo -contestó Niall poniéndose en pie y tomando a Grady en brazos-. Ve tú delante, que yo no me sé el camino.

Melissa subió las escaleras y abrió la puerta de la habitación de Grady, encendió la luz de la lámpara y retiró las sábanas.

A continuación, se hizo a un lado para que Niall pudiera meter al niño en la cama. Grady se acomodó, suspiró y siguió durmiendo.

Melissa sonrió con ternura, tapó a su hijo, le dio un beso en la frente y, cuando iba a apagar la luz, vio un montón de ropa que no conocía en el suelo.

Miró a Niall y enarcó una ceja.

Niall se encogió de hombros.

-Hemos pasado por la tienda de Harry y le he comprado unas cuantas cosas-le explicó.

No sabiendo cómo corresponder a su gratitud, Melissa apagó la luz y bajó las escaleras.

-Espero que no te haya pedido él que se las compraras.

-No, ha sido idea mía -contestó Niall poniéndose las botas—. Pensé que, si iba a hacer hoy de vaquero conmigo, tenía que ir bien vestido -le explicó-. Y, sí, me ha dado las gracias -concluyó antes de que a Melissa le diera tiempo de preguntar.

-Yo también te las doy -sonrió ella-. Has sido muy amable.

-De nada -contestó Niall metiéndose la camisa por el pantalón.

Aquel gesto tan sencillo y tan masculino hizo que el deseo se apoderara de Melissa, que, para disimular, se agachó a recoger un juguete de su hijo del suelo.

-¿Qué tal la feria? -preguntó Niall.

-Muy cansada, pero ha merecido la pena porque he vendido mucho.

Niall se quedó mirándola mientras le daba vueltas al sombrero en las manos. Era como si no se quisiera ir, y a Melissa le ocurría lo mismo.

-¿Quieres tomar algo? -le preguntó-. He hecho limonada esta mañana.

Niall dudó un momento, como si fuera a aceptar la invitación, pero negó con la cabeza.

-No, has tenido un día muy largo y supongo que estarás deseando meterte en la cama, así que nos vemos mañana -le dijo yendo hacia la puerta.

Melissa  no sabía por qué, pero no quería que se fuera, así que lo siguió.

-¿Niall?

Niall se giró hacia ella tan rápidamente que Melissa tuvo que dar un paso atrás para no chocarse con él.

Entonces, sus ojos se encontraron y Melissa creyó morir.

-Yo...

Niall se inclinó sobre ella y la besó y Melissa sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas porque había olvidado lo tierno que podía ser un beso.

Aunque no había sido aquélla su intención al seguirlo a la puerta, Melissa se dio cuenta de cuánto había deseado que la besara.

Como si se diera cuenta de aquella necesidad, Niall la abrazó con fuerza de la cintura y la apretó contra su cuerpo.

Al instante, Melissa sintió que el calor se apoderaba de ella y lo besó con pasión. Cuando Niall se apartó, vio que a Melissa se le había escapado una lágrima.

-Lo siento -murmuró-. No ha sido mi intención disgustarte.

-No, no me has disgustado -contestó Melissa -. Es que...

Melissa bajó la mirada hacia el suelo, incapaz de decirle que aquellas lágrimas eran de alegría.

-Gracias por haber cuidado hoy de Grady -sonrió.

-De nada.

Se hizo el silencio entre ellos.

-Bueno, me voy -anunció Niall.

-Muy bien -contestó Melissa.- cierra bien la puerta.

-Sí.

Y Niall se fue.

Melissa se quedó mirando la puerta cerrada, luchando contra sí misma para no salir corriendo detrás de él.

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