Aunque Niall intentaba convencerse de que no tenía nada por lo que sentirse culpable, la culpa lo persiguió durante la semana siguiente, distrayéndolo de su trabajo y no dejándolo dormir.
No quería sentirse mal por cómo le había contestado a Melissa y, desde luego, no quería sentir compasión por ella, pero eso era exactamente lo que sentía.
El sábado se encontró deseando tener que hacer cualquier cosa para no seguir pensando en aquel asunto, y la inauguración del vivero de Macy fue la ocasión perfecta para intentar olvidarse.
A Niall no le gustaba demasiado salir, pero prefería hacerlo, aunque tuviera que llevar traje y corbata, que quedarse otra noche en casa dándole vueltas a la cabeza.
Fue de los últimos en llegar y, al entrar, el ambiente le recordó por qué no solía salir. Para empezar, el ruido. La música estaba altísima y los cientos de conversaciones que había a su alrededor eran insufribles.
Un camarero estuvo a punto de llevárselo por delante con su bandeja cargada de copas de champán y Niall se hizo a un lado y se apoyó en la pared con las manos en los bolsillos y mirando a su alrededor.
Acostumbrado a estar solo con los caballos, a Niall se le antojó de repente que aquello de quedarse en casa no habría estado mal, así que buscó a su cuñada para decirle que todo estaba precioso y poder irse cuanto antes.
-Desde luego, Niall, tendrías que salir más -lo reprendió Macy cuando le dijo que se iba-. Deberías buscarte una novia.
-No empieces con eso -contestó Niall-. Ya sabes que las mujeres se me dan fatal, sobre todo las que no conozco.
-Entonces, sal con una que conozcas.
-Están todas casadas -contestó Niall.
-Hay algunas que no -insistió su cuñada.
-¿Ah, no? ¿Por ejemplo? -bromeó Niall.
Por ejemplo, ésta -contestó Macy agarrando del brazo a una mujer que pasaba por allí.
Al ver de quién se trataba, Niall sintió como si le hubieran dado un puñetazo.
-Las viudas tampoco me sirven -dijo Niall girándose y alejándose de allí.
