Capítulo Nueve.

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Melissa no quería que Niall fuera a su casa todos los días. De hecho, si no tuviera que volverlo a ver en la vida, sería una mujer feliz.

Sin embargo, al día siguiente, a medida que las manecillas del reloj se acercaban a la hora prevista, se encontró esperando su llegada.

Niall llegó a las doce y cinco. Melissa lo sabía exactamente porque, al oír su camioneta, miró la hora que era y calculó mentalmente cuánto tiempo le quedaba antes de tener que ir a buscar a Grady al colegio.

Dos horas.

¿Sería tiempo suficiente para que Niall trabajara con el caballo y se hubiera ido antes de que ellos volvieran?

Con la intención de preguntárselo, volvió a mirar por la ventana y, para su sorpresa, comprobó que Niall había ido directamente a las cuadras y ni siquiera pasaba a verla. Irritada, siguió con su trabajo y decidió que no se iba a acercar a la cuadra para ver si necesitaba algo.

Si tenía alguna pregunta, que fuera él a verla; hacía mucho calor y, al fin y al cabo, era ella la que pagaba, ¿no?

Al pensar en el dinero que le iba a tener que dar, Melissa se mordió el labio inferior pues no tenía suficiente en el banco como para pagarle si quería pagar también las facturas del mes.

-¿A quién intento engañar? -susurró.

Lo cierto era que no tenía dinero para pagar a Niall aunque no pagara las facturas, pero estaba dispuesta a pagarle lo que fuera necesario.

Por supuesto que iba pagarle su trabajo, pero Niall iba a tener que esperar a que vendiera a War Lord.

Por lo que le habían dicho, aquel caballo costaba un dineral. Cuando lo hubiera vendido, pagaría a Niall y todavía le quedaría mucho dinero para pagar una buena parte de las deudas de Matt.

Melissa rezó para que Niall fuera capaz de entrenar al caballo, porque los otros tres domadores que habían pasado por allí no habían podido ni siquiera acercarse a él.

Al recordar lo difícil que podía ser aquel animal, pensó en ir a advertírselo a Niall, pero se dio cuenta de que era un domador profesional y no necesitaba que nadie le diera consejos.

Seguro que habían pasado por sus manos caballos así antes, ¿o no? Preocupada, se acercó a la puerta.

Al no ver a Niall ni al caballo fuera de la cuadra, corrió hacia allí. Cuando llegó, sin aire en los pulmones, entró convencida de que el impetuoso animal habría matado a Niall.

Sin embargo, pronto lo vio. Estaba sentado sobre una bala de heno enfrente del caballo. Melissa se llevó la mano al pecho y tomó aire varias veces para aquietar su respiración entrecortada.

-He venido para advertirte que tiene mucho carácter.

« ¿Mucho carácter?», pensó Niall. Aquel caballo no tenía mucho carácter. Aquel caballo era pura dinamita a punto de estallar y él se había presentado voluntario para detonarla.

-¿Lo ejercitas? -preguntó suspirando y poniéndose en pie.

-Lo saco todas las mañanas de la cuadra y lo dejo libre hasta la noche, que lo vuelvo a guardar -contestó Melissa acercándose al box en el que estaba encerrado War Lord y apoyando el brazo en la barra superior.

Al oír su voz, el animal levantó la cabeza y fue hacia ella relinchando y mostrando los dientes.

Niall se apresuró a agarrar a Melissa del brazo y a retirarlo para que el caballo no la mordiera.

-Me parece que no le gustas mucho. Melissa frunció el ceño y miró al caballo.

-Ya lo sé y él tampoco me gusta a mí, te lo aseguro.

-Y, entonces, ¿cómo lo metes y lo sacas de la cuadra todos los días?

Melissa se encogió de hombros.

-Sacarlo es fácil porque me limito a abrir la puerta a toda velocidad desde fuera y a salir del recinto antes que él -le explicó-. Meterlo por las noches es un poco más difícil -admitió—. He descubierto que, si le pongo comida, normalmente, entra solo. En cuanto está dentro, cierro la puerta desde fuera y listo.

-¿Y sigue cayendo en la trampa? Melissa se encogió de hombros.

-Le gusta comer.

-¿Qué le pones?

-Lo que le ponía Matt. Dos libras de avena, dos bloques de alfalfa y media libra de pienso. Por la mañana y por la noche.

Niall negó con la cabeza.

-Come demasiado para lo poco que se mueve. No le pongas pienso, ponle la mitad de avena y se acabó la alfalfa.

-Entonces, ¿lo vas a domar? Niall lo miró sorprendido.

-Ya te dije ayer que sí, ¿no?

-Sí, pero... bueno, lo cierto es que los demás entrenadores que pasaron por aquí, en cuanto lo vieron, dejaron el trabajo.

-Los entiendo perfectamente -dijo Niall mirando al animal-. No parece que a este bicho le gusten demasiado los humanos.

-No. Matt siempre decía que lo iba a entrenar, pero siempre encontraba alguna excusa... -contestó Melissa interrumpiéndose para no hablar mal de su marido.

-No te preocupes, conocía a Matt y se cómo era -dijo Niall -. Sé que era un hombre que hacía muchos planes que rara vez llevaba a cabo.

Melissa no contestó.

Se limitó a agacharse y a recoger una pajita con la que se puso a juguetear.

-¿Cuánto tiempo crees que vas a estar aquí todos los días? -preguntó al cabo de un rato.

-Hoy, me tengo que ir a las dos, pero habrá otros días que me pueda quedar más tiempo. Depende del trabajo que tenga en mi rancho-contestó Niall -. ¿Algún problema?

-No -contestó Melissa tirando la pajita al suelo-. Yo me paso casi todo el día en el estudio, así que no creo que nos veamos mucho-se despidió dirigiéndose hacia la puerta-. Me voy a ir dentro de un rato a recoger al niño al colegio, así que, si tienes alguna pregunta, déjame una nota en la puerta del cobertizo de las herramientas.

Mientras la veía alejarse, Niall pensó enfadado que era obvio que Melissa no quería que se acercara por la casa.

¿Y por qué había tenido que mencionar a su hijo? Niall no quería pensar en que Melissa tenía un hijo porque, siempre que lo hacía, pensaba en lo que había que hacer para tenerlos y, cuando se imaginaba a Matt y a Melissa haciendo el amor, la ira lo cegaba.

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