A la mañana siguiente, Grady y Melissa estaban sentados a la mesa de la cocina tomando el desayuno cuando Melissa oyó que una furgoneta se acercaba.
El niño también lo oyó y saltó de la mesa para ver quién era.
-¡Es Niall! -gritó corriendo fuera. Melissa dejó la servilleta sobre la mesa y fue tras él.
-Grady, espera, ¡estás en pijama! -le dijo.
Pero Grady siguió corriendo, descalzo, hasta que llegó junto a Niall.
Melissa suspiró resignada y lo siguió.
-¡Hola, Niall! -saludó el pequeño-. ¿Puedo montar a Molly?
-Supongo que sí -contestó Niall.
-Pero si no está vestido -objetó Melissa llegando junto a ellos.
-La verdad es que no vas vestido como un vaquero -dijo Niall mirando al pequeño de arriba abajo-, pero no creo que eso le importe a la vieja Molly. Voy a sacarla, espérame junto a la valla.
Al oír aquello, Grady salió disparado como un rayo. Melissa volvió a suspirar y volvió a seguirlo.
-Haz exactamente lo que Niall te diga -le indicó a su hijo.
-Mamá, por favor, que sé montar a caballo perfectamente -se quejó el niño.
-Sólo has montado dos veces y no eran caballos sino ponys y estaban atados -le recordó Melissa.
-Pero los monté, ¿no? Melissa puso los ojos en blanco y miró a Niall.
-No tiene mucha experiencia.
-No pasa nada, todo irá bien -contestó Niall.
Dicho aquello, tomó a Grady en brazos y lo colocó sobre la yegua.
-Agárrate a las crines -le indicó colocándole las riendas a Molly-. ¿Estás listo, vaquero?
Grady asintió emocionado.
Melissa se quedó mirándolos un rato, pero, al ver que todo iba bien, decidió dejarlos a solas.
-Me voy dentro, que tengo cosas que hacer -le dijo a Niall -. Cuando se haya cansado de montar, mándamelo a casa para que lo vista.
-Muy bien -contestó Niall -. Grady, ¿quieres que pongamos a Molly al galope? -le dijo al niño en cuanto su madre se hubo dado la vuelta.
-¡Niall Horan! -exclamó Melissa mirándolo furibunda-. ¡No te atrevas a hacer nada parecido!
Niall sonrió y la señaló con el dedo índice, haciendo como que le disparaba.
-Te he engañado.