Capítulo Siete.

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Melissa entrelazó los dedos de una mano con los de la otra para no ponerse nerviosa mientras observaba cómo el tercer domador que había pasado por su casa en tres días se iba tras haber estado un rato con el caballo.

-Sé que War Lord puede ser difícil a veces -le dijo nerviosa.

-¿Difícil? -dijo él hombre riéndose y montándose en su camioneta-. Señora, ese caballo no es difícil, lo que le pasa es que está completamente loco.

-Por favor, déle otra oportunidad -imploró Melissa -. Seguro que se calmará cuando se haya acostumbrado a usted.

-Mire, señora, jamás conseguirá hacer carrera de ese animal. Lo mejor que podría hacer sería sacrificarlo. Si quiere, le pongo ahora mismo la inyección letal y no le cobro -le propuso el domador.

-No, no puedo hacer eso –contestó Melissa con voz trémula.

-Muy bien. Cómo usted quiera -se despidió el hombre encogiéndose de hombros.

Melissa se quedó mirando la camioneta que se alejaba. Allá iban sus últimas esperanzas de poder pagar sus deudas.

Había contactado con todos los tomadores que vivían a cien kilómetros a la redonda. No le quedaba nadie a quien llamar.

Al darse cuenta de que todo estaba perdido, le entraron unas terribles ganas de tirarse al suelo y de ponerse a llorar como una niña pequeña.

Pero llorando los problemas no se iban a arreglar. Ya había llorado suficiente durante los últimos cuatro meses como para darse cuenta de que las lágrimas no arreglaban el caos en el que Matt la había dejado sumida.

Así que echó los hombros hacia atrás, se giró hacia su casa y se metió en el estudio.

Durante su matrimonio con Matt, el estudio había sido su refugio, el lugar en el que trabajaba.

Ese día, más que nunca, necesitaba la soledad de aquel espacio. Al entrar, las paredes pintadas de azul claro la envolvieron y le dieron paz.

Todo en aquella estancia lo había comprado ella con el dinero que había ganado de vender sus creaciones.

Aquella sensación de independencia y de orgullo fue lo que la llevó al banco de trabajo que estaba al otro extremo de la sala.

Aunque fuera las cosas fueran fatal, allí se encontraba bien, así que comenzó a trabajar de nuevo.

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