Capítulo Veintisiete.

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Cuando llegaron a casa después de la fiesta, ya había oscurecido y Grady se había quedado dormido en el coche, entre Niall y Melissa, con la cabeza apoyada en el hombro de Niall.

Cuando su madre hizo intento de despertarlo, Niall se lo impidió.

-Déjalo, pobrecito, ya lo llevo yo en brazos.

Melissa asintió y se bajó de la camioneta para abrirle la puerta de la cocina. Una vez dentro, dio la luz y guió a Niall hasta la habitación del niño, donde le abrió la cama, le quitó las botas y le puso el pijama.

Al terminar, Niall se colocó a su lado y le pasó el brazo por la cintura. Los dos se quedaron mirando a Grady. Era algo muy sencillo, pero Melissa no recordaba haber compartido aquella experiencia con nadie.

El ritual de acostar a su hijo siempre había sido sólo de ella, a Matt no le había interesado participar.

-¿Tú crees que dormirá bien? -preguntó Niall.

-Yo creo que no se va a despertar hasta el mediodía -rió Melissa.

Niall chasqueó la lengua y se dirigió a la puerta. En las escaleras, Melissa pensó que, cuando llegaran abajo, lo más probable era que Niall se marchara y lo cierto era que no le apetecía.

-¿Quieres tomar algo? -le preguntó una vez en la cocina con la esperanza de que se quedara un rato más.

Niall la tomó de la mano y la giró.

Sorprendida, Melissa le puso las manos en el pecho. Aunque la luz del fregadero estaba encendida, no había suficiente iluminación, pero observó que Niall la miraba con deseo.

Niall le tomó el rostro entre las manos y la miró con intensidad.

-Llevo todo el día queriendo hacer esto.

-¿El qué? -preguntó Melissa fascinada por su voz.

-Esto -contestó Niall inclinándose sobre ella. Cuando sus labios se tocaron, Melissa se derritió contra su cuerpo, plenamente consciente de que aquel día no podía terminar de otra manera.

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