Capítulo Diecinueve.

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Grady cerró la puerta de atrás y entró corriendo en la cocina.

-Niall ya ha llegado -anunció con la respiración entrecortada-. Ha traído un caballo muy grande y blanco. ¿Puedo ir a la cuadra a verlo?

Melissa se secó las manos con un trapo y miró por la ventana. No podía permitir que su hijo fuera a la cuadra solo porque eso sería establecer un precedente del que se aprovecharía Grady en el futuro.

Sin embargo, la idea de ir con él y volver a ver a Niall la atemorizaba. Se había pasado la mitad de la noche recordando el beso y la otra mitad soñando con él.

-¿Para qué ha traído otro caballo? -le preguntó a su hijo.

-No lo sé -contestó el niño-. Venga, vamos, ¿puedo ir a verlo?

Melissa dejó el trapo de cocina sobre la mesa y suspiró resignada.

-Está bien, pero voy contigo -contestó.

Grady la tomó de la mano y la sacó de la cocina a toda velocidad. Para cuando llegaron a la cuadra, Niall había colocado el camión junto a la puerta y estaba bajando de la cabina.

-¡Hola! -saludó Grady encantado.

-Hola -contestó Niall revolviéndole el pelo.

-¿Puedo acariciar al caballo?

-Claro que sí -contestó Niall tomando al niño en brazos y subiéndolo a la altura de la ventana del remolque.

Grady le acarició el hocico.

-Ten cuidado -le advirtió su madre-. Podría morderte.

Niall la miró y Melissa sintió que el calor se apoderaba de ella de pies a cabeza.

-Te aseguro que Molly no muerde -la tranquilizó Niall -. Es inofensiva, como un corderito.

Melissa rezó para que las piernas no la traicionaran y se puso de puntillas para ver a la recién llegada.

-Madre mía. Qué... grande es.

Niall chasqueó la lengua y dejó al niño en el suelo.

-Sí, que no te dé vergüenza decirlo. Es gorda y fea.

Melissa se echó hacia atrás y se mordió la lengua.

-No quería herir sus sentimientos.

-Molly sabe que está gorda como una vaca, ¿verdad, preciosa? -bromeó Niall acariciando a la yegua con cariño.

Melissa se acercó y le acarició el hocico.

-¿Para qué la has traído?

-Anoche se me ocurrió que, a lo mejor, lo que le pasa a tu caballo es que se encuentra solo, así que he traído a Molly para ver si lo calma. No sé si va a funcionar, pero creo que merece la pena intentarlo.

-¿Eso quiere decir que Molly se va quedar aquí? -preguntó Grady encantado.

-Durante un tiempo -contestó Niall.

-¿Y no te preocupa que War Lord pueda hacerle algo? -preguntó Melissa preocupada.

-No, Molly se sabe cuidar, te lo aseguro. Por eso la he elegido a ella -contestó Niall -. A ver, vamos a bajarla para que se conozcan -añadió con un gesto para que se hicieran a un lado.

Niall se dirigió a la parte de atrás del camión y Grady iba a seguirlo, pero Melissa lo agarró y se lo impidió.

Niall abrió la puerta para que la yegua bajara por la rampa.

-Venga, Molly, abajo.

Cuando la yegua hubo bajado, le pasó una cuerda por el cuello y la colocó en el centro del redil.

-Quédate aquí -le indicó-. Quiero presentarte a un amigo.

Dicho aquello, Niall fue a buscar a War Lord.

Melissa oía relinchar y cocear al caballo y rezó para que Niall supiera lo que estaba haciendo.

Niall abrió la puerta y el caballo salió moviendo la cabeza furioso y estuvo a punto de golpear a Niall en el brazo, pero se apartó a tiempo.

Al ver a Molly, War Lord se paró en seco. Echó la cabeza hacia atrás y pateó el suelo. La yegua lo miró aburrida y giró la cabeza hacia el otro lado.

Obviamente insultado, War Lord se dirigió hacia ella.

Melissa aguantó la respiración.

War Lord se acercó a Molly, dio varias vueltas a su alrededor y la olfateó. Luego, le pasó el hocico por el costado y le hizo una señal con el cuello como diciéndole «ven conmigo».

Acto seguido, trotó hasta el prado y la yegua lo siguió, pero mucho más lentamente.

Niall les hizo a Melissa y a Grady una señal con los pulgares hacia arriba.

-Me parece que se han hecho amigos -comentó acercándose al remolque.

-No me lo puedo creer -comentó Melissa sorprendida-. Creía que la iba a atacar.

-Si hubiera traído a un macho, eso es lo que habría sucedido -le explicó Niall.

-¿Puedo montar a Molly? -preguntó Grady.

-Eso depende de tu madre.

-Luego -contestó Melissa -. Ahora, tenemos que darles tiempo para que se conozcan.

-Tu madre tiene razón -dijo Niall -. Había pensado preparar una cuadra para la yegua y volver a mi casa a ocuparme de mis animales. Cuando vuelva esta tarde, si a tu madre le parece bien, podrás montarla.

-¿Te puedo ayudar con la cuadra?

Melissa miró a Niall.

-¿No te molesta? –quizó saber Melissa.

-No, la verdad es que me van a venir bien un par de manos más -contestó Niall.

-Estupendo —exclamó el niño agarrando a Niall de la mano.

En ese momento, oyeron el motor de un coche que se acercaba y miraron hacia la carretera.

Al ver que se trataba de un Mercedes negro que iba hacia ellos a mucha velocidad, a Melissa se le hizo un nudo en el estómago.

Le entraron ganas de salir corriendo y esconderse o, por lo menos, de esconder a Niall, pero no le dio tiempo.

El coche se paró junto al camión de Niall y de él se bajó su padre. Por la cara de pocos amigos que llevaba y la furia con la que cerró la puerta, Melissa se dio cuenta de que no era una visita de cortesía.

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